Los relieves

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Alanna me condujo al patio trasero del palacio, un jardín precioso con fuentes y rosas. Nos escondimos detrás de un rosal para recuperar el aliento. Ya más tranquilos, me dirigí a la princesa:

- No entiendo, ¿qué es todo eso de sangre plateada?

Ella me miró alzando una ceja:
- ¿En serio? Tienes que estar bromeando. No puede ser que no conozcas tus propios orígenes.

La miré anonadado. Ella puso los ojos en blanco.

Entonces de improviso, Alanna se giró hacia una rosa que estaba marchita y aproximó sus manos sin llegar a tocarla. La chica cerró los ojos y frunció el ceño.
Creí ver un halo plateado envolviendo la flor y me quedé en shock al ver que estaba volviendo a florecer.

La princesa me miró en silencio. Resollaba y gotas de sudor caían por su frente.

- Ven, esto es algo que deberías saber.

La seguí a una pequeña capilla de mármol a un lado del jardín. En las paredes estaban representados unos relieves difíciles de descifrar.

Representaban lo que parecía una multitud adorando a una especie de... ¿Caballo? Y luego luchando contra otra multitud que portaba los estandartes de una especie de dragón.
No parecían portar muchas armas ninguno de los bandos, y se podían observar unas grandes llamas en el aire. 

Habían más relieves, pero con la penumbra no se apreciaban bien.

- Desde que existen las primeras pruebas de los tiempos antiguos, sabemos que antes de que los humanos existieran, el mundo estaba poblado de criaturas mágicas y ancestrales. Se extinguieron hace miles de años, pero de algún modo, algunos de nosotros descendemos de ellos.
El ADN de aquellos seres sigue presente en algunos de nosotros, proporcionándonos las habilidades de aquellos ancestrales seres a nosotros.

Mi padre dice que somos la sangre más poderosa, pero yo no estoy tan segura, quizá nuestros antecesores lo fueran. Pero con el paso de las generaciones, la magia se desvanece y va desapareciendo.
Nuestra sangre ni siquiera tiene el matiz plateado que solía tener.

- Somos primos segundos, ¿tengo yo también la sangre esa que dices? - La sola idea de que yo pudiese albergar poderes hacía a mi yo de doce años sonreír.

- Seguramente, pero como puedes ver, no es que seamos muy fuertes.

- ¡No importa! ¡Yo también quiero hacer el truco ese que has hecho tú con la rosa!

Alanna sonrió:
- Bueno, tienes que despertar tu lado primitivo, esas partículas de sangre plateada que recorren tu cuerpo.

- ¿Y eso cómo se hace?

Ella se encogió de hombros:
- Eso es lo que Whell dice, es nuestro instructor. Lo contrató mi padre para que nos enseñara a usar nuestro poder. Él dice que yo soy capaz de mucho más, pero que mi potencial sigue dormido.

- ¿Tú padre es poderoso?

- ¡Uy, sí! Y mucho.

- Alaaa, ¿Y qué puede hacer?

- Pues aparte de curar seres vivos, puede congelar cosas.

- ¡Que guay! Y oye, si nosotros somos sangre plateada, ¿qué es eso de sangre dorada que no paraban de hablar nuestros padres?

- Son nuestros enemigos por naturaleza. Descienden directamente de los dragones, las criaturas más numerosas y que controlaban el mundo antiguo. Desde que tenemos memoria han estado luchando por el control, como sus ancestros, y tratando de exterminar a los nuestros, a los de sangre plateada.

Bueno, me estoy cansando de tanta charla. Deberías volver a tu habitación, la reunión debe de haber terminado.

Hijos De DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora