Vaso medio vacío o medio lleno

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Gota tras gota, el vaso se llenaba.

Yo no lo sabía en aquel momento, pero la primera gota había sido un aviso al rey por parte de los guardias que vigilaban a los sangre dorada. Los tenían apresados bajo tierra, en el interior de una vieja mina cerca de la capital. Los guardias advirtieron al rey que los números estaban aumentando. Que apenas caían ahí dentro y que uno de ellos había escapado. Esto había sucedido un poco antes de que yo hubiese llegado a este mundo.

12 años más tarde, la siguiente gota.

Para entonces, todo el mundo se había olvidado de aquel único que había huido. Había pasado mucho tiempo y nadie había oído noticias sobre su existencia. Pero entonces, una nueva fuga. Esta vez de un grupo bastante grande de ellos.

Este debería haber sido el momento en el que el rey tendría que haber tomado medidas, pero no. A pesar de las advertencias y consejos de algunos nobles, entre ellos mi padre, a su majestad le interesaba más conseguir las minas de oro que los rebeldes poseían que perseguir a los sangre dorada que faltaban.

En vez de caer gota tras gota, empezó a llover en el vaso.

Meses, años, como un monstruo que se acerca lentamente, pero a pasos agigantados.

La sensación cuando sabes que algo malo viene, y no puedes evitarlo. Solo te queda minimizar los daños.

Día tras día, en mi fortaleza, al sacar mi cabeza de los libros, veía a mi padre cada vez más consumido, como una vela que trata de seguir encendida en una tormenta.
Noticias llegaban desde todos los rincones del reino: los Sangre de Dragón prendiendo fuego a campos de cultivo, aldeas y hasta ciudades.

Parecían estar provocándonos, incitándonos a que los intentáramos parar. Que tratáramos de cambiar el futuro que se nos echaba encima.

Por fin, el rey tomó cartas en el asunto. Ya no podía mirar hacia otro lado e ignorar lo que estaba sucediendo. Convocó a sus fuerzas a que peinaran el reino en busca de esos vándalos.

No encontraron a ninguno.

Silencio. Durante más de un año y medio. Como si hubieran desaparecido de repente. Pero mi padre lo sabía, yo lo veía y aunque creía que todo se había arreglado, el duque me recordaba que esto no había acabado, que al contrario, estaban escondidos, esperando a que bajáramos la guardia.

Había dejado de llover en el vaso. Y aunque seguían cayendo gotas, la población, al principio asustada, ahora aclamaba al rey por haberse librado de esos alborotadores al convocar sus legiones.

El 6 de Stëhr del año 234, llegó una carta a palacio. Era de un espía que el rey tenía localizado en los pueblos libres del norte, o como ellos mismos se denominaban, los daoine saor.
Esta carta privada comunicaba al rey que el grupo de los Sangre de Fuego se habían instalado allí y al parecer tenían una especie de acuerdo con los habitantes norteños

Su majestad solo informó a la nobleza de este acontecimiento e hizo prometer que esto no se sabría por el pueblo.
Ughh, como no, al rey no le gustaba que la gente supiese que su gran líder había dejado que sus mayores enemigos, tras provocar tanto daño, se encontrasen impunes y aliándose con los temibles saor.

Consciente de todo esto, no es de extrañar que mi padre se volvió casi paranoico, viendo invasiones desde todos lados y armando nuestra guardia hasta los dientes.

Y entonces los sangre dorada y los pueblos libres, juntos, dieron el paso tan temido.

Hijos De DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora