Pasaron los días divirtiéndose como nunca. Los primeros días salían todo el tiempo a distintos lugares, a veces solo se quedaban en la habitación viendo la televisión, cocinando, jugando, o solo hablando de cosas triviales sobre ellos.
— Entonces Lidia... ya acabó su tratamiento. Estoy muy feliz por ella, y por todo lo que me has contado, puedo saber que sin duda es una niña muy fuerte y maravillosa. — Le dijo al mayor mostrando una actitud alegre y optimista. — Sí. La verdad es que ahora que ella está bien de nuevo, un noventa por ciento de mis preocupaciones se han ido. — confesó Riki aliviado. — ¿y qué hay del resto? ¿Qué hay del otro diez por ciento?— preguntó atento a lo que diría. — Pues... tú sabes que el dinero no me sobra Jungwon, a decir verdad me preocupa un poco el no conseguir un buen trabajo en un futuro. Quiero pensar que tendré un mejor sueldo después. — Jungwon seguía escuchándolo con un gesto atento. — Por otra parte, mi madre consiguió un buen empleo diseñando atuendos, se aseguró de que yo ya no gastara ni un centavo más en ellas... claro que las seguiré ayudando, pero el peso ahora es casi nulo. Estoy muy feliz por ella, sabía que tenía un talento increíble, me da gusto que por fin la gente se de cuenta. — expresó Riki con nostalgia y Jungwon observaba hasta el mínimo gesto del chico.
— Ni-ki, aunque no lo creas también tengo miedo de todo, sobretodo porque a donde quiera que vaya yo nunca soy completamente aceptado, y estoy convencido de eso. Pero debes saber que yo siempre estaré ahí cuando sientas que todo se esté cayendo. Pase lo que pase, jamás te dejaré solo en este mundo, ni aunque mis huesos se hagan ceniza, y mi corazón deje de latir. — aseguró Jungwon mientras sus ojos se cristalizaban y acariciaba la mano ajena con dulzura y delicadeza. — Jungwon, tenemos que cumplirlo, el estar siempre juntos ¿me lo prometes? — propuso arrugando la nariz mientras sonreía. — Lo prometo. — contestó poniendo su mano derecha en el pecho y uniendo su meñique izquierdo con el del contrario. Sus miradas jamás mintieron.
Más tarde, el castaño le propuso al pelinegro salir a cenar en un restaurante que se encontraba cerca de la costa. Los dos fueron a cambiarse en cuartos separados de la casa, y cuando se vieron solo se admiraron con cariño. Ambos vestían un atuendo algo formal y compartían el mismo sentimiento de entusiasmo. En el camino, los chicos pudieron disfrutar las calles llenas de luces, colores, personas y flores. Jungwon amaba las flores, en especial los laureles rosas, también eran las favoritas de su abuela, a quien extrañaba todo el tiempo...entonces, sentía que al adorar aquellas flores, el podía adorarla a ella. No pudo evitar sentir nostalgia y un sentimiento melancólico, pues extrañaba la gentileza de sus palabras, que siempre lograban recompensar la tristeza que sentía al sentirse diferente. Ella siempre lo aceptó por cómo era.
— Te gustan los laureles de flor. Son preciosos, son más abundantes en el verano. Pero no se te ocurra consumirlos, o vomitarás por una semana entera. — exageró Riki al ver que Jungwon miraba con curiosidad las flores. Ambos rieron y siguieron con su destino.
Finalmente llegaron a un lugar que se ubicaba en una terraza alta, en la cual se alcanzaba a apreciar el reflejo de las estrellas sobre el enorme lago. Se sentaron en una mesa alejada de las personas para poder hablar cómodamente. No era de extrañarse que las personas los miraran extraño, pero no le dieron mucha importancia. Después de cenar, permanecieron un rato más hablando y contemplando en panorama. — No te lo dije, pero enserio me alegro por ustedes, por el increíble empleo que consiguió tu madre, no dudo que sea una mujer increíble, digo... para haber criado a Nishimura Riki, creo que debió haber sido algo duro. — bromeó Jungwon haciéndolo reír. — Deberías conocerlas. ¿Qué te parecería visitarlas al regresar a Milán? — sugirió el mayor, a lo cual Jungwon accedió genuinamente.
Repentinamente, Riki apoyó su mano sobre la de Jungwon que estaba por encima de la mesa, el menor no supo cómo reaccionar al ver que un mesero los veía con repulsión y perplejidad, así que la quitó rápido antes de que alguien más se percatara. Al final, solo pudo recibir una mirada triste de Riki, pues ya sabía de qué se trataba.Después de un rato pidieron la cuenta y ya se dirigían hacia el dormitorio. Ni-ki notó que Jungwon estaba más callado de lo normal, y lo normal era que Jungwon hablara durante todo el camino, por lo que sabía perfectamente que algo estaba mal, y creía saber porqué. Al llegar Jungwon no dijo ni una palabra, solo se fue a cambiar y se sentó en la orilla de la cama mientras veía la televisión sin siquiera ver lo que ocurría en esta, parecía estar sumido en sus pensamientos. — Oye, mírame. — dijo Riki apagando la televisión y sentándose a su lado, esperando a que Jungwon lo volteara a ver. — ¿Qué pasa Ni-ki? Si es porque no he hablado, es porque estoy cansado Nini, solo es eso. — mintió Jungwon. Ni-ki no creyó ni una palabra de lo que salió de su boca. — Nos miró con asco. — dijo Riki sonriendo aún. A Jungwon le faltaba el aire un poco y sus ojos estaban por humedecerse.
— Mi corazón, lo que daría yo por verte sonreír siempre. Sabes que las personas son crueles. Y les duele ver a alguien ser feliz, así como tú y yo, les duele no poder amarse como lo hacemos nosotros. Sé que somos el amor perfecto en una época equivocada, pero puedes confiar en que yo siempre te voy a proteger de todo lo que pretenda hacerte daño. Dame una sonrisita, mi estrellita ¿si? — preguntó Riki, Jungwon limpió sus lágrimas y le dedicó unos pestañeos rápidos y una sonrisa que dejaba ver esos benditos hoyuelos que Ni-ki tanto amaba.Jungwon cayó dormido un poco después de que se cobijaran, y Ni-ki lo observaba con melancolía, con el profundo anhelo de que su amor no fuera prohibido, y su felicidad nunca fuera arrebatada. "Ojalá fuera una chica, así podríamos amarnos sin que nadie nos odiase."