Capitolo Due ( Jungwon )

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—Jungwon, que sea sábado no significa que tengas que levantarte tarde— dijo la madre de Jungwon mientras abría la cortina de su habitación, dejando ver el descolorido cielo y la blanca nieve sobre los bordes de su ventana.

— ¿Dónde están mis lentes?— Preguntó Jungwon mientras se sentaba al no encontrarlos en su escritorio. — Los tomé anoche...los quebraste de nuevo, Jungwon. Deberías tener más cuidado con tus cosas ¿no lo crees?— Alzó la voz su madre mientras lo miraba con irritación, por el contrario Jungwon solo dirigió su rostro hacia las sábanas de su cama y apretó sus labios — Lo siento mamá, trataré de ser más responsable — .

Jungwon abrió el grifo la bañera, se miró al espejo y se quedó mirando su rostro... su madre ni siquiera había notado que su labio estaba herido, ella nunca notaba los malestares de Jungwon. Después de meterse a la bañera, solo recostó su cabeza en la pared mientras miraba sus manos...sus nudillos seguían rojos y un tanto lastimados, ardían solo con el toque del agua sobre su piel, el agua caliente  solo le recordaba sus heridas, era penoso.

—Won, ya nos vamos hijo, tu madre dejó el desayuno en la mesa, recuerda que hoy no estarán los sirvientes en casa, por favor haz tus labores. Adiós hijo— Dijo su padre sin dejar hablar a su hijo, pues el se había ido antes de que Jungwon dijera una sola palabra.

— Bueno Maeumi, somos tú y yo nada más, otra vez— dijo el pelinegro dirigiéndose a su perro, una raza pequeña de ojos tiernos y delicados, pelaje color blanco y orejas caídas. Maeumi le recordaba a la nieve a Jungwon, siempre le gustaba acordarse de cuando era un niño y todos los inviernos solía jugar a hacer muñecos de nieve, aunque siempre le habría gustado hacerlo con algún amigo, siempre había querido tener un amigo.

Jungwon asomaba su cabeza por la ventana, admirando la belleza de los árboles moviéndose junto al viento, escuchando con atención el cantar de los pajaritos, puso sus brazos en el marco de la ventana y se recargó sobre ellos mientras sentía el frío recorriendo su cara. — Que anhelo sería el ser tan feliz, que no sepas si vives o sueñas ¿no lo crees Maeumi?— preguntó Jungwon para después suspirar y cerrar sus ojos. — Creo que debo limpiar mi habitación ya — dijo el pelinegro a punto de alejarse de la ventana...

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