ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 6

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Valentina Ortiz

Me llamo Valentina Ortiz. Soy la capitana del equipo de hockey femenino de la escuela, las Firehawks, y, según muchos, soy una alfa perfecta.

La gente me adora, me admira y me envidia, pero no tienen idea de lo que realmente implica ser yo. Detrás de mi fachada perfecta.

Desde pequeña, me enseñaron a ser la mejor en todo lo que hacía. Mis padres me exigieron excelencia en cada aspecto de mi vida: académicamente, deportivamente, socialmente. Nunca tuve opción. Crecí sabiendo que tenía que ser perfecta, que no podía cometer errores.

En la escuela, siempre fui la número uno. Mis compañeros me miraban con respeto, pero también con una distancia que dolía.

Ser adorada no es tan maravilloso como parece. La gente te pone en un pedestal, pero ese pedestal es solitario.

Nadie se atreve a acercarse demasiado, nadie se atreve a conocer a la verdadera Valentina. Todo es una fachada, una máscara que debo mantener día tras día.

Lo que la gente no sabe es que mi vida en casa es un desastre. Cada día, al regresar de la escuela, tengo que enfrentar peleas interminables entre mis padres. Discuten por todo y por nada, y yo estoy atrapada en el medio, intentando mantener una fachada de normalidad. Es agotador.

En esos momentos, desearía ser cualquier otra persona. Alguien que no tuviera que ser perfecta, alguien que pudiera cometer errores sin sentir que el mundo se derrumba. Pero no puedo. Estoy atrapada en esta imagen que han creado para mí, y no sé cómo escapar.

El hockey es mi único escape. En el hielo, puedo ser yo misma. Puedo dejar salir mi frustración, mi rabia, mi tristeza. Puedo sentirme viva, libre. Pero incluso en el equipo, tengo que ser la líder, la que nunca falla. A veces, deseo simplemente ser una jugadora más, sin la presión de ser la mejor.

Hay un grupo nuevo en el equipo, entre ellas Riley Anderson me llamó la atención.

Ayer me sorprendió. Es buena jugando hockey o tal vez ella tiene algo que no tengo yo.

Cuando la vi después de haber ganado, me dio celos ver a Riley abrazar a esa chica. En ese momento, me di cuenta de que era tarde.

Yo no tengo derecho siquiera de sentir celos. No la conozco, solo la veía mirarme. Sabía que podría estar enamorada de mí.

Algunas veces me la topé en los pasillos. Siempre tenía una cara tímida y se escondía detrás de sus libros, evitando mirarme. Al inicio me pareció molesto, pero después me pareció divertido. Había algo en su timidez que me intrigaba.

Disimuladamente la observaba de vez en cuando con sus dos amigas durante el recreo. Veía cómo sonreía y reía, cómo se movía con una gracia natural que parecía inconsciente. Me di cuenta de que había una dulzura en ella, una calidez que no había notado antes.

Era extraño para mí sentirme así. Yo, Valentina Ortiz, siempre tan segura de mí misma, siempre en control. Pero con Riley, sentía algo diferente, algo que no podía identificar.

A veces, en esos momentos de soledad en casa, cuando el ruido de las peleas de mis padres se volvía insoportable, pensaba en Riley. Pensaba en cómo sería tener a alguien como ella a mi lado, alguien que pudiera comprenderme, alguien que pudiera ver más allá de la fachada perfecta que todos veían.

Me preguntaba si Riley podía ser esa persona. Me preguntaba si podía ser algo más que la tímida chica que se escondía detrás de sus libros. Tal vez, en el fondo, ella también tenía sus propias luchas, sus propios demonios.

Pero cuando vi a Riley abrazar a esa chica, sentí una punzada de realidad. Quizás era tarde. Quizás había perdido la oportunidad de conocerla, de entenderla. Sin embargo, una parte de mí aún quería intentarlo.

ᴍÍʀᴀᴍᴇ -ʀɪʟᴇʏ x ᴛɴ (ᴏᴍᴇɢᴀᴠᴇʀꜱᴇ)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora