8. Bruja

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—Boruto dejó que Sarada viera la tortura. —le dijo Kawaki a Naruto, porque era sus ojos y oídos todo el tiempo y con todo el mundo.

Naruto en un inicio había estado furioso con su primogénito, porque había desobedecido su deseo y el de Sasuke de mantenerla al margen de todo lo que hacían en su mundo. Pero lo siguiente lo dejó consternado.

—No sé qué carajos hablaron con el tipo en japonés, pero le dió un puñetazo tan fuerte que le arrancó un diente. —se mantuvo erguido, pero su postura se volvió tensa.

—¿Sarada?

—Luego el tipo dijo que su madre golpeó más fuerte cuando le puso las manos encima —la sangre del rubio hirvió en rabia. Debió él mismo torturarlo, debió él mismo despellejarlo vivo.—. Y se puso como una loca, le quitó el cuchillo a Boruto y se lo clavó en la cara —hizo una mueca de desagrado, como si fuera impensable que una mujer pudiese hacer eso—. Y estoy seguro de que si no hubiera intervenido, ella hubiera logrado despellejarlo vivo.

Naruto se apoyó en el respaldo de su asiento.

—De acuerdo —asintió, como si su conversación se tratara del clima—. Si sabes algo más, mantenme informado.

Sarada Uchiha. Uchiha. Ella poseía la sangre del temido clan yakuza, la sangre de Sasuke, la de Itachi, la de Obito y Madara. Ella poseía la intensidad y el morbo, sólo se debía presionar de manera correcta para mostrar sus verdaderos colores.

Cerró los ojos y suspiró frustrado.

Sasuke había omitido muchas cosas de su familia cuando Naruto viajó a Japón para estar presente en los últimos meses de vida de Iruka. Le había pedido que no se involucrara en la vida de sus hijos, y no lo había hecho, pero ahora que Sarada estaba en sus manos debía saber lo que le pasaba y hacía.

Entonces, cuando fue el cumpleaños de Himawari y sus socios comerciales la vieron a lo lejos con un vestido revelador los comentarios no faltaron, y él tampoco pudo evitar su boca suelta para protegerla.

—¿No está casada? —A, apodado El indomable, uno de sus socios comerciales miraba a Sarada con atención. Todos sabían quién era ella, sus rasgos eran los de un Uchiha. Pero la pregunta incomodó el pecho del Zar.

El matrimonio era algo importante para cualquier mafia, independiente del país o cultura. Sarada lo sabía, era obvio porque incluso había estudiado sobre alianzas políticas, pero ella no parecía darse cuenta de cuál era su valiosa posición frente a esos hombres.

Aunque los Uchiha eran un clan casi extinto, los hombres que llevaban en la mafia desde hacía décadas aún se inquietaban por el apellido. No existió nadie, jamás, que pudiera superar su capacidad en torturas y homicidios, en el espionaje y sacrificio.

—No lo está —Miró con seriedad la reacción de sus socios, porque quería leer si alguno de ellos se atrevería a codiciarla. Estaba seguro de que más de alguno estaría dispuesto a tomarla como su esposa, o aún peor, botar su apellido y tomar al Uchiha como propio—. Y dudo que alguien quiera casarse con ella y compartir su cama después de lo que le hizo a la rata que intentó lastimar a su hermano. —Bebió de su vaso con vodka, ocultando su sonrisa al ver la sorpresa en sus rostros.

—¿Cómo? ¿La hiciste hacer algo? —Kiba, quien manejaba el negocio de las peleas y carreras de perros, lo miró con una ceja alzada.

—Es confiada, demasiado. Y hace honor a su clan, mató a uno de una puñalada en el cuello y despellejó al otro bastardo. —sus ojos azules brillaron ante el impacto de los demás. Esperaba que a ella no le molestara que le estuviera creando una reputación.

Gangsta. (borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora