Desperté en una celda mugrienta y húmeda. Mi cabeza palpitaba y parte de mi cabello estaba tieso, seguramente por la sangre que se había secado ahí.
Mis brazos dolieron cuando me apoyé en ellos y me levanté, mirando hacia el lugar con ojos atentos. Mi celda era de apenas dos metros de ancho y largo, una de muchas en el lugar. Había apenas luz para poder orientarme.
Abrí la boca para hablar, pero la cerré enseguida. No era conveniente decir algo. Era mejor no llamar la atención de nadie.
—Uzumaki Boruto —una voz extraña proveniente de la oscuridad me hizo estremecer. Entrecerré los ojos e intenté mirar más allá, pero mi vista no era tan buena como la de mi madre y hermana—. ¿Disfrutaste tu siesta, mocoso?
—¿Dónde estoy? —mi voz se escuchó seca, tosí por el ardor en mi garganta.
—No tengo que responder ninguna de tus preguntas. —la persona salió de su escondite.
Frunció las cejas. Él tenía una apariencia andrógina, de piel muy pálida, ojos similares a los de mi madre y un cabello largo blanco. Vestía un kimono gris muy ancho, parecía una clase de deidad.
—Tu serás el que pague sus pecados —sonrió—. Y también serás el que peque.
Otro hombre, mucho más grande y corpulento entró y se dirigió a la puerta de la celda en donde me encontraba. Retrocedí hacia la pared de hormigón, con el miedo creciendo en mis pulmones.
¿Padre vendría por mi? ¿Ya se dieron cuenta que no estoy?
No puedo llorar. No soy un cobarde.
No puedo llorar, no puedo gritar. Soy un hombre.
El tipo tomó mi camisa, pero apreté mis puños e intenté darle pelea, recibiendo un puñetazo en mi estómago que me dejó sin aire y paralizado. Me tomó como un costal de papas y me llevó a otra parte de donde sea que estuviéramos.
Llegamos a un ascensor y creo que subimos unos pisos hasta detenernos en una puerta, el tipo me tiró dentro con brusquedad y yo traté de recomponerme lo más rápido posible.
Era como una jaula, luces blancas apuntaban hacia donde estaba y me cegaban, había murmullo de personas por encima de mi pero no alcanzaba a verlas. Mi respiración comenzó a volverse irregular por la ansiedad.
¿Qué estaba pasando?
Una voz en los parlantes habló en un japonés meloso y extraño, no logré entender nada hasta que los gritos de expectación hicieron que me levantara y acercara a la puerta, tratando inútilmente de abrirla o derribarla.
Otra puerta se abrió al extremo opuesto de donde estaba, y de ahí salió un niño como de mi edad. Su cabello era verde y en su piel había demasiadas cicatrices mal cuidadas, su ropa casi como de harapos.
Sus ojos me observaron hasta que leí el desprecio, luego los bajó y buscó algo en el suelo hasta encontrar un cuchillo tirado descuidadamente. Tomé una respiración y me lancé hacia adelante al igual que él, corriendo por quién lo tenía en sus manos.
Él lo alcanzó primero, lo giró en su palma con agilidad y fue directo hacia mi, moviéndolo con intenciones de rajar mi carne al mismo tiempo que yo retrocedía a la defensiva. La punta hizo jirones mi camisa y creaba cortes leves a diestras y siniestras. No pude pensar, el miedo latía en mi pecho y hacía hormiguear mis manos y pies. Me resbalé por la sangre en el suelo y caí sobre mi espalda.
Él se precipitó sobre mí, pero alcé mis pies para empujarlo por sobre mi cabeza y que ahora fuera él quien cayera de bruces en el suelo. Me abalancé sobre él y dejé todo rastro de razón, formé puños con mis manos y comencé a dar duros golpes con todas mis fuerzas a su cara.
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Gangsta. (borusara)
FanfictionSarada Uchiha se encontraba en una situación terrible. Como primogénita de un clan casi extinto de yakuzas, con padres desaparecidos y gángsters compitiendo por quitarle la vida a su hermano menor y a ella, su única salida es viajar a Rusia y escond...