★ Capítulo 9 ★

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Jake tuvo que salir a un rancho cerca del río, al parecer había habido un robo de caballos que no podía importarle menos.

Después de atender aquel tedioso asunto pasó en su caballo por el hostal pero no bajó a la habitación de Silva. Simplemente miró a la ventana con nostalgia y volteó a mirar al poste donde el cuerpo de Joe aún se podría.

El mozo de la posada lo miró de reojo mientras seguía barriendo, claramente aburrido.

—James... Dile a Daniel que encuentre a alguien que quite el cuerpo de una vez…

—Pero el alcalde... —se quejó el muchacho, inseguro. Apenas le había salido barba y todo le daba miedo, especialmente enfadar a alguien poderoso como el alcalde.

—El alcalde estará de acuerdo si no quiere que haya una epidemia. Ya no solo atrae a los cuervos, vamos a tener una plaga de insectos y ratas —argumentó Jake, mirando al cadáver como si no le importara en absoluto quién fuera—. Y llama después al sepulturero. Vamos a necesitar un ataúd.

—De acuerdo, sheriff...

Jake cabalgó hacia la comisaría mientras sus órdenes se llevaban a cabo, llegó a su casa completamente cansado y decidió darse un baño.

No había nada que deseara más que ver a Silva y asegurarse de que estaba bien, pero necesitaba relajarse antes de encontrarse con Bill Morstan o estaba seguro de que acabaría cometiendo una locura. Debía mantener la calma. Pronto habría una nueva asamblea popular y podría presentar el caso de Silva. Si no llamaban la atención y cumplían las normas podría convencer a la población de que Silva no era una amenaza.

~-~

El cuerpo de Joe fue enterrado por la noche, el sepulturero le había avisado que todo estaba listo y que aún había tiempo para que avisará a Silva, pero sabía que no quería verlo, así que simplemente estuvieron presentes el sacerdote, el sepulturero y Jake.

Todos sabían que él lo había asesinado y aunque había obligación en su mano, no dejaba de sentir el remordimiento mordiendo su piel.

Mientras enterraban a su hijo, Silva hacía lo posible por tragar su cena, observando de reojo a Bill, quien no dejaba de hacer comentarios horribles sobre Joe o sobre él, pero Silva lo aguantó en silencio sin hacer una mueca.

—Te crees muy fuerte, Silva, sin inmutarte cuando te estoy hablando. Espero que en la cama sea de los que gimen como una puta.

Silva se tragó el pedazo de carne que tenía en la boca sin masticar. Y lo miró de reojo. Sí Bill se iba ahora furioso seguramente descargaría su frustración sexual con Leandro, y no iba a permitirlo.

—Depende de quién tenga en la cama…

Bill lo miró extrañado, no esperaba ese comentario.

—Me imagino que hablas de Jake, seguramente nunca tuviste un hombre mejor...

Silva apretó el cubierto en la mesa, donde no podía notarse cómo le temblaba el pulso.

—Sí tienes tanta curiosidad, ¿por qué no apostamos? —Sugirió, sabiendo que Bill era un ludópata y no podía resistirse a una apuesta.

—¿Que ganó yo?...

Preguntó alejándose de la silla y levantando una ceja.

—Lo que siempre has querido, saber lo que es estar conmigo en la misma cama…

—¿Y qué es lo que quieres conseguir tú si ganas? —preguntó interesado, acercándose hacia él con una sonrisa de tiburón.

—Te irás a tu habitación y te quedarás allí hasta mañana sin molestar a nadie, así todas las noches durante una semana.

La sonrisa de Bill siguió intacta y se acercó hasta quedar frente a Silva.

—Es una apuesta entonces... Ahora veamos quién gana.

—Bien, saca la baraja.

Bill tenía fama de haber perdido una verdadera fortuna jugando al poker, pero Silva no solía jugar a las cartas. Hacía años que no tenía una partida en serio y siempre había sido muy mal jugador. Nunca se había molestado en aprender bien porque no le gustaba. Aún así no estaba mentalizado para perder.

Silva planeó con cuidado su juego al ver las cartas que le habían tocado.

Bill era diestro en el manejo de la baraja y eso lo atemorizaba, pero se volvió a recordar a sí mismo que también era impulsivo y temperamental, por eso solía perder.

Cuando el juego dio inicio, intentó aprender de los movimientos de Bill y pronto estaban envueltos en una callada pero notable tensión.

Silva tenía una buena mano según creía, tres de sus cinco cartas hacían escalera. Tiró las dos que no le servían y tomó otras dos esperando tener más suerte. Bill en cambio arrojó a la mesa cuatro de sus cartas y cogió nuevas, por lo que Silva se sorprendió.

—¿No es eso arriesgarse mucho? —dijo para sí mismo, pero como habló en voz alta, Bill miró sus cartas y le sonrió con suficiencia.

—La suerte sonríe a los valientes. ¿Quieres destapar ya la mano?

—Creo que el más experimentado debería hacerlo primero...

La voz de Silva temblaba, solo podía esperar un milagro. Aunque no había tenido muchos últimamente.

Bill destapó sus cartas, poniéndolas sobre la mesa: cuatro cartas de 10 y una de cinco de picas. ¿Cuánta suerte podía tener? Sus dobles parejas no tenían nada que hacer ante eso. Podía acusarlo de haber hecho trampa, pero si esa había sido la razón de una mano tan afortunada después de tomar cartas nuevas Silva no lo había visto.

Derrotado, arrojó sus propias cartas sobre la mesa. Era absurdo pensar que aquello pudiera haber tenido otro desenlace.

Bill soltó una carcajada y golpeó la mesa con ímpetu.

—¡Qué buena suerte!

Silva simplemente se quedó estático, sabía que pasaría ahora y sabía también que Morstan no iba a dejar ir la victoria.

Silva se levantó y aseguró la puerta cerrando el cerrojo. Después cerró las cortinas para que nadie pudiera verlos desde la calle y cerró los ojos, respirando profundamente para intentar mantener la calma y armarse de valor.

Bill estaba completamente entusiasmado. No sabía cómo es que esto se estaba volviendo realidad.

*★*

Almas perdidas ~Strange way of life~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora