Viajar puede ser extremadamente edificante. Permite ampliar tu perspectiva, y hacer que te des cuenta de que tienes a tu alcance nuevas e impresionantes posibilidades de ver la vida.
De Bolivia aprendí muchas cosas, pero la más importante: las necesidades básicas que actualmente vemos como requisitos indispensables para la vida no siempre son tan importantes. La gente puede llegar a vivir mejor con menos. Y no solo eso. También aprendí a perder miedos...; miedo a perderme por el mundo, así como también a conseguir convivir y divertirte con los imprevistos que te va regalando la vida. Y es que ahora me paro a pensar, y ¡¿cómo podría haber ido yo controlando todos los imprevistos que fueron surgiendo durante el viaje?!
Nazcas donde nazcas, ya sea en una ciudad cosmopolita, un pequeño pueblo, o a kilómetros de una urbanización, siempre tendrás la oportunidad de probar el vivir en un lugar en el que nunca lo hiciste.
Aprender de los viajes es muy constructivo, aunque no fácil. A veces tienes que pasar por tediosos procesos de adaptación mental. Mientras que los primeros días tras mi llegada tal vez podría haber intentado implantar mis hábitos y costumbres, la buena forma de tomarse las cosas y el prisma correcto —¡sí, el de aprendizaje!— me permitieron dejarme conquistar por la cultura del país, la gastronomía autóctona, los hábitos del lugar y la interacción social de la zona.
¡Larga vida a los grandes exploradores!
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¡Y el español sobrevivió en Bolivia!
Kurgu OlmayanEn agosto de 2014 tuve la oportunidad de visitar lugares completamente inexplorados para mí y poder escribirlos en un diario personal. Sumido en un país totalmente distinto al mío, conseguí comparar con mucho humor los diferentes modelos de vida y p...