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18 de febrero del 2024

Había pasado un mes desde aquella noche en que le prometí a Morena que iba a dejar a Ludmila. Seguíamos encontrándonos, buscándonos en cada momento que podíamos. La química entre nosotros era innegable, pero la sombra de mi relación con Ludmila seguía ahí, acechando.

Una tarde, después de uno de nuestros encuentros, Morena y yo estábamos tirados en la cama, recuperando el aliento. Ella se incorporó un poco, apoyándose sobre su codo para mirarme.

-Che, Guido, ¿ya hablaste con Ludmila? -preguntó, su tono era tranquilo, pero había un trasfondo de expectativa en su voz.

Sentí un nudo en el estómago. Era una conversación que había estado postergando, más por cobardía que por falta de tiempo.

-Todavía no -admití, sintiendo la culpa golpeando de nuevo-. Pero te juro que hoy voy a su casa y hablo con ella. No puedo seguir alargando esto.

Morena me miró en silencio por un momento. Sabía que estaba decepcionada, pero también había una comprensión en sus ojos que me daba un poco de consuelo.

-Bueno, espero que sea cierto esta vez. No me gusta estar en esta situación, Guido -dijo finalmente, y su honestidad me dolió más de lo que esperaba.

-Hoy mismo lo resuelvo -prometí mientras le daba un beso, con la esperanza de que esta vez sí cumpliría mi palabra.

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Más tarde, esa misma noche, me dirigí a la casa de Ludmila. Sabía que esta conversación no iba a ser fácil, pero era necesaria. Al llegar, toqué el timbre y esperé. Ludmila abrió la puerta, sorprendida de verme sin avisar.

-Hola, Guido. ¿Qué hacés acá tan tarde? -preguntó con una sonrisa.

Entré, sintiéndome un poco incómodo, y nos dirigimos al living. Me senté en el sofá, y ella se acomodó a mi lado, todavía sin saber qué iba a pasar.

-Ludmi, tenemos que hablar -dije, sintiendo el peso de mis palabras.

Ella me miró, ahora con una expresión más seria.

-¿Qué pasa? -preguntó, su tono cauteloso.

Tomé un profundo respiro, sabiendo que no había forma fácil de decir lo que estaba a punto de decir.

-Esto no está funcionando, Ludmi. Creo que es mejor que terminemos -dije, intentando ser lo más directo posible.

Su expresión cambió al instante, de sorpresa a incredulidad, y luego a tristeza.

-¿Por qué? ¿Qué hice mal? -preguntó, su voz quebrándose un poco.

-No es que hiciste algo mal. Simplemente siento que no estoy siendo honesto con vos ni conmigo mismo -intenté explicar, sintiéndome como el peor tipo del mundo.

Ludmila se levantó del sofá, cruzando los brazos mientras me miraba con una mezcla de dolor y enojo.

-¿Es morena, no? -preguntó, y la pregunta me golpeó como un balde de agua fría.

No podía mentirle más, así que asentí.

-Sí-admití, bajando la mirada.

Ella se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar.
Finalmente, habló, su voz firme a pesar de las lágrimas que empezaban a brotar.

-Entonces, creo que no hay más que decir -dijo, su tono era definitivo-. Espero que seas feliz, Guido, de verdad. Pero necesito que te vayas ahora.

Asentí, sabiendo que ya no tenía más derecho a pedirle nada. Me levanté y me dirigí a la puerta, sintiéndome aliviado y triste al mismo tiempo. Sabía que había hecho lo correcto, pero eso no quitaba el dolor del momento.

Cuando salí de su casa, sentí el aire fresco de la noche y supe que no había vuelta atrás. Era el inicio de algo nuevo, pero también el final de una etapa importante de mi vida.


"Podrías decir, con toda razón
Que fue demasiado el tiempo que yo
Tardé para hablarte
Que te traicioné"

"En un punto, yo siento que te engañé
Pero creo, corazón, que no me arrepentiré"


𝑆ℎ𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑂𝑓 𝐶𝑜𝑜𝑙- 𝐺𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑆𝑎𝑟𝑑𝑒𝑙𝑙𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora