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11 de enero del 2024

Estábamos en el boliche,Morena bailaba con sus amigas, meneando las caderas al ritmo de un reggeatón viejo. Desde la barra, no podía dejar de mirarla.
Esa minita tenía algo que me volvía loco. Era un fuego que me quemaba por dentro. Aunque Ludmila, mi novia, estaba en otro lado del mundo, en ese momento, lo único que importaba era Morena.

No aguanté más y crucé la pista hasta llegar a ella. La agarré de la cintura y la atraje hacia mí. Ella se rió, esa risa pícara que siempre me metía en quilombos.

—Hola, morenita —le susurré al oído, sintiendo cómo se estremecía al escucharme.Bailamos un rato pegados, ignorando al mundo, como si el boliche entero no existiera. Sentía su calor, su perfume, y sabía que esa noche terminaría en mi departamento, como tantas otras veces.
me dispuse a bailar con ella,me estaba matando con ese movimiento que hacía que me caliente más y mas.

—¿Vamos a tu depto? —me preguntó, mordiéndose el labio.

—No sabés cuánto quiero eso —le dije, guiñándole un ojo.

Salimos del boliche casi corriendo, riéndonos como dos adolescentes que están haciendo algo prohibido. En el auto, Morena me acariciaba el muslo mientras yo intentaba concentrarme en manejar.

Llegamos a mi departamento, y apenas cerré la puerta, la empujé contra la pared.Nos besamos como si el mundo se fuera a acabar, mis manos explorando su cuerpo mientras ella gemía suavemente.

Le saqué el vestido de un tirón, admirando su piel desnuda a la luz tenue de la habitación.

—Sos una diosa—le dije, y vi cómo se le encendían los ojos al escuchar esas palabras.

Morena se rió y se giró, ofreciéndome su culo perfecto. No pude resistirlo y le di una cachetada que hizo eco en la habitación. Ella gimió, moviéndose para provocarme aún más.

—Dale, Guido,cojeme toda —me rogó, su voz ronca de deseo.

La llevé hasta la cama, mis labios recorriendo su cuerpo, besando y chupando sus tetas hasta que sus pezones se pusieron duros.
Sus gemidos eran música para mis oídos, y me tomé mi tiempo disfrutando cada centímetro de su piel.
Bajé hasta su entrepierna, abriendo sus piernas y hundiéndome en su sexo con mi lengua. Morena se retorcía de placer, sus manos agarrándose a las sábanas mientras yo la llevaba al límite.

—No pares... dios me voy a venir—gimió, su cuerpo estremeciéndose mientras alcanzaba el orgasmo.

Me aparté un momento para observarla, su cuerpo todavía temblando por el orgasmo. Morena me miró, con esa sonrisa de satisfacción que me volvía loco, y se inclinó sobre mí, bajándome los pantalones con destreza.
Cuando finalmente liberó mi erección, comenzó a darme placer con una habilidad que me hizo perder la cabeza. Sentía cómo su lengua jugaba con mi glande, y cada movimiento de sus labios me llevaba más cerca del abismo.

—Dale, morocha, así me volvés loco —dije entre jadeos, mientras ella continuaba, aumentando la intensidad.

Finalmente, no pude aguantar más y la atraje hacia mí, haciendo que se subiera a horcajadas sobre mi cintura. Morena se deslizó sobre mi pija con una facilidad que me dejó sin aliento, y comenzamos a movernos juntos.

—Sos mía,y siempre lo vas a ser —le dije, agarrando sus caderas con fuerza y marcando el ritmo.

Morena se aferró a mí, sus uñas clavándose en mi espalda mientras nos perdíamos en el placer. Llegamos juntos al orgasmo, un grito ahogado escapando de nuestros labios mientras todo se desvanecía a nuestro alrededor.

𝑆ℎ𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑂𝑓 𝐶𝑜𝑜𝑙- 𝐺𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑆𝑎𝑟𝑑𝑒𝑙𝑙𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora