Capítulo 6

1.9K 100 2
                                    

Es un bonito tren, no con los lujos que tenían los trenes del Capitolio, más bien un poco menos egocéntrico, paredes tapizados con suave tela roja, asientos acolchonados y forrados con seda, encaje en los bordes y echas de caoba, un comedor y tres baños. En cuestión de dos días estamos en la entrada del distrito 4, se puede sentir el aroma a mar, aire puro y fresco, mar lleno de botes, redes con al menos una tonelada de pescados. Todo esto me hace llorar, porque aquí, justamente aquí, era el hogar de Finnick Odair.

Haymitch nos lleva a una casa de huéspedes que se ubica en el centro del distrito, un lugar cálido con amplias habitaciones, claro, no lujosas, pero sí muy bonitas, lo primero que hago al llegar es decir:
-Peeta y yo en una habitación y ustedes dos en otra- creo que lo pido por privacidad.
- Como sea cielito- contesta Haymitch con una sonrisa perversa que me causa gracia.
Pasamos a nuestras habitaciones, nos toca una recamara con dos camas, me permito reírme un poco porque jamás desde hace un buen tiempo he dormido sin Peeta, es gracioso que durmamos en camas diferentes cuando somos pareja, solo me dirijo a Peeta y comento:
-Bueno, hay trabajo que hacer-.


Arrojamos las maletas por un lado y empezamos a desordenar todo hasta lograr que las dos camas individuales queden pegadas como si fuesen una sola, terminamos muertos del cansancio y nos sentamos en el suelo alfombrado apoyando nuestras espaldas en la pared, admirando nuestro genial trabajo, nos empezamos a reír hasta que comienza a dolernos el estómago. Poco después llega Effie a decir que falta poco para que sean las 5:00 y aún tengo que bañarme para ir a visitar a mi madre al hospital.

Peeta se retira un momento de la habitación para darme más privacidad. Me meto al baño, no es muy elegante pero me gusta el estilo que tiene, una tina de porcelana, con dos llaves de agua, una para la caliente y otra para la fría, una repisa donde hay aceites aromáticos, lavamanos y escusado que hacen juego con la tina, tomo un baño de unos 20 minutos, pues me gusta quedarme tumbada en la tina un buen rato. Salgo y me visto con un pantalón negro recto y una blusa de tirantes color verde, zapatillas deportivas y un collar que adorna mi cuello, me apresuro a peinar mi cabello para que Peeta no espere tanto ahí afuera, oigo que alguien toca la puerta pero dudo que sea Peeta pues él no es de apresurar a nadie, es Effie apurándome porque se nos hace tarde. Salgo rápidamente con mi cabello todavía algo húmedo. Effie y yo nos vamos caminando mientras que Haymitch y Peeta se quedaron para arreglarse y después de la cita médica ir a cenar en algún lugar del distrito 4. Llegamos al hospital, un lugar frío, blanco, muy iluminado y lleno de habitaciones por todos los pasillos, ancianos en sillas de ruedas, enfermeras curando niños, por alguna razón estar aquí me trae muy malos recuerdos, me apresuro a la recepción y pregunto:
-¿Disculpe la doctora Everdeen?-
-Se encuentra en la sala 226-

-¿Y dónde queda eso?- pregunto, ya que la información que me dio se me hace inútil.
-Tercer piso, segundo pasillo a la izquierda-
-Gracias-

Subimos al tercer piso por el elevador. Al llegar a éste, busco en el número de las puertas hasta encontrar la habitación 226, toco y solo oigo una voz decir:
-Pase-
Giro la perilla, inmediatamente me encuentro con una mujer, mi madre, se ve tan joven a comparación de como la veía en el distrito 12, no ha cambiado casi en nada, solo ha subido algunos kilos pero sigue conservando esa figura delgada, su cabello sigue siendo rubio, mis ojos se encuentran con los suyos, y una lagrima sale de ellos, se levanta bruscamente de su escritorio y corre hacia mí con los brazos abiertos, me envuelve fuertemente en ellos mientras dice mi nombre:
-Katniss- dice en un grito ahogado mientras lagrimas corren de sus mejillas.


Pasan unos minutos para que todo esté estable, me tomo mi tiempo para contarle todo lo que ha pasado, y ella se toma algunos minutos para contarme qué ha sido de su vida, le explico el motivo de mi visita y me ordena que me ponga una bata porque necesita hacerme una revisión, me dirige hacia una sala que tiene una maquina a lado de una camilla, me pide que me acueste y me levante la bata por encima del estómago, me coloca un tipo de gel, se siente frío, seguidamente me empieza a frotar el gel con un aparato algo extraño mientras la máquina que esta junto de ella muestra una imagen un tanto borrosa de mi estómago, sea lo que esté haciendo me estoy empezando a asustar, una silueta se refleja en la pantalla, me toma unos segundos descifrar que es, se está moviendo, no porque lo veo en la pantalla, sino porque lo estoy sintiendo, es como si se revolviera mi estómago, sigo observando la imagen, la silueta se hace cada vez más clara.
Es un bebé.


Sinsajo: No todo ha terminado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora