6 | Caden

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Danno avisó que llegaría un poco más tarde, así que decidí empezar a armar mi valija solo. Suelo demorar un poco más que él para elegir mis cosas y organizarlas, por lo que en cierto punto me sirve su demora.

Empiezo por abrir las puertas de mi vestidor y analizar qué puedo llevar. Luego de un rato mirando todo, opto por armar una lista primero para organizarme mejor y no estar tres horas solo eligiendo qué prendas voy a llevar.

La técnica de la lista me resulta bastante eficiente, ya que luego de terminar de escribirla demoro menos de veinte minutos en sacar aquellas cosas por las que me he decantado.

Pongo todo sobre la cama y abro la maleta. Miro todo por encima y vuelvo al vestidor en busca de un abrigo que me olvidé de sacar. No lo encuentro por ninguna parte, por lo que pienso que quizás puede estar en alguno de los estantes de Danno.

Abro las puertas y definitivamente, lo encuentro. También encuentro una camiseta que no veía desde hace más de dos meses, al igual que un suéter y unos guantes. Danno tiene una pasión insana por tomar prestada mi ropa. No me molesta, claro. Al contrario, me gusta verlo con mis camisetas o sudaderas. Bueno, con toda mi vestimenta en general.

Al sacar el abrigo por el que vine del estante, me encuentro con uno que le regalé hace un par de años atrás, cuando hicimos un intercambio de regalos por nuestro aniversario. Es de color verde oscuro y tiene dibujada la silueta de dos perritos en color blanco. Él me regaló unas medias con estampado temático de Harry Potter y una camiseta lisa gris por la que lo molesté durante meses diciendo que la necesitaba para seguir viviendo. Siempre he sido bastante dramático, a decir verdad.

Comienzo a doblar la ropa, y al llegar ese recuerdo, me empiezan a llegar varios más. Nuestro primer aniversario, el día en que nos pusimos de novios, el día en que me confesó su amor, y hasta el día en que nos besamos por primera vez. Lo recuerdo todo. Sus palabras, su mirada, su voz. Danno siempre tuvo ese algo distintivo para mí que nunca he encontrado en nadie más. Desde que éramos adolescentes empecé a sentir una fuerte atracción hacia él, que por mucho que me esforzara, era imposible controlar.

Su inteligencia y su forma de expresarse y pensar me cautivaron desde siempre. Recuerdo que cuando hablamos por primera vez sobre nuestras sexualidades, me ayudó muchísimo. A él siempre le importó mucho menos que a mí lo que pensaba el resto. Incluso, si ese resto era parte de su familia. O al menos, eso era lo que intentaba demostrar.

Yo siempre fui un poco más sentimental. Desde siempre me aterró lo que pudieran llegar a pensar mis padres o mi hermana sobre mis decisiones.

—¿Qué más te da, Caden?

—Es que... son mis padres.

—Estoy seguro de que ellos no le preguntaron a sus padres si les parecía bien que fueran heterosexuales. ¿Por qué tendrías tú que preguntarles qué opinan sobre tu sexualidad?

—No lo sé...

—Claro que no lo hicieron, Caden.

—Ser heterosexual es la norma, Danno. No tienen que dar explicaciones a nadie sobre algo que es exactamente lo que los demás quieren que sean.

—Las normas, a veces, son una mierda y hay que saltárselas. No somos un producto. No nos pueden armar y desarmar a su antojo —respondió y abandonó la sala.

El ruido de las llaves y la cerradura me saca de mis pensamientos. Luego de unos minutos, Danno llega a la habitación. Me da un beso corto en los labios y luego otro en la frente, como siempre.

—Hola.

—Hola... —respondo sonriendo.

No sé qué le ocurre, pero está distinto.

El eco de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora