Cuando me despierto, Caden ya no está a mi lado. Agarro mi móvil y me fijo la hora. Son las siete y media de la mañana. Lo busco por toda la casa, a pesar de que no es muy grande, y no lo encuentro. Le mando un mensaje y tampoco lo responde.
Me preocupo, pero tampoco quiero presionarlo. Quizás se arrepintió y fue a casa de sus padres. Antes de hacer nada demasiado precipitado, decido darme una ducha. Agarro la ropa con la que pensaba viajar y me meto en el baño. Me quito el pijama y pongo una lista de reproducción aleatoria. Comienzo a templar el agua y empieza a sonar All too well de Taylor Swift. Una vez está lista, me meto en la ducha.
El agua está hirviendo, me golpea la espalda y me relaja hasta el músculo más tenso. No paro de pensar en Caden. ¿Qué le habrá pasado? No me había dicho nada de que saldría temprano. Luego de todo lo que pasó ayer en la noche, me preocupa que no esté acá conmigo.
Recuerdo el estado en el que se puso ayer a la noche por mi cariño y me doy cuenta que ni siquiera cuando "estamos bien" realmente lo estamos. Nos estamos destruyendo. Y es lo menos que quiero. Amo a este chico con mi vida. No quiero romperlo más. No puedo romperlo más.
Tengo el rostro caliente, ya no sé si es el agua o mis lágrimas. ¿En qué momento llegamos a este punto? ¿Qué pasó en medio para que no podamos siquiera besarnos?
Termino de bañarme, abandono la ducha y agarro la toalla. Me seco el cuerpo por completo. Demoro unos minutos en vestirme. Las lágrimas caen por sí solas. Como si tuvieran control absoluto sobre mis ojos y rostro.
Salgo del baño y me dirijo a la cocina. Voy a llamar a la mamá de Caden desde el teléfono de la casa, quizás está con ella. Cuando cruzo la puerta desde el baño hasta la cocina, ahí lo veo. Parado al lado de la mesa, preparando el desayuno. Lo miro y lloro. No sé por qué, pero lo hago. Corro a abrazarlo.
—Amor... ¿pasa algo? –pregunta preocupado.
—Nada, olvídalo.
—¿Seguro? —insiste.
—Pensé que te habías marchado.
Me suelta del abrazo y me mira a los ojos.
—Nunca me marcharía sin antes avisarte, precioso. Fui a la panadería a comprar cosas dulces para el desayuno.
Vuelvo a abrazarlo. Pero esta vez lo aprieto, como si no fuera a haber una segunda vez.
Me seco las lágrimas y le digo que voy a ir al baño a lavarme la cara nuevamente. Cuando vuelvo, ya está sentado, listo para desayunar.
Me siento en mi lugar y tengo un chocolate caliente especiado y una galleta de chocolate.
—Qué precioso.
—Buen provecho —me responde—. Tenemos que desayunar bien, el camino es largo y no hay muchos lugares donde comprar comida.
—Ayer preparé algunas viandas para llevar, por si las dudas.
—Perfecto.
Tomo un sorbo de chocolate y se me calienta el alma. Lo observo mientras bebe su café de cada mañana y las ganas de abrazarlo me brota por los poros, como si nunca lo hubiera hecho.
Me devuelve la mirada y me sonríe. Me toma de la barbilla y la limpia. Arriba, me da un beso corto. Siento que estoy en el cielo, y que por fin volvemos a ser nosotros. No desayunábamos juntos realmente, así como lo estamos haciendo ahora, hace meses.
—Extrañaba esto.
—¿Él qué?
—El verte sonreír con una taza en la mano.
Se muerde el labio y sonroja como si nunca antes le hubiera hecho un cumplido.
—Eres un tonto.
—¿Ah sí?
—Sí.
Se para y vuelve a acercarse a mí por arriba de la mesa. Tanto, que quedamos a centímetros de distancia.
—Y me encantas así.
Me besa y se aparta. Ahora soy yo quién se levanta.
—Y tú a mí —digo y le devuelvo el beso.
No sé cómo pasé de llorar en la ducha a estar así con Caden, pero necesito estas mañanas por el resto de mi vida. Estas que me hacen olvidar de todo lo malo y me llevan en el tiempo dónde la monotonía no formaba parte de nuestras vidas y la rutina no nos pasaba factura.
—Necesitamos apurarnos.
—Pero... tenemos tiempo.
—No, no lo tenemos. Tengo planes para ti, bonito.
No puedo sonrojarme con un bonito, pero lo hago. Lo hago y me encanta.
—Está bien, démonos prisa —respondo y doy otro sorbo al chocolate.
Una vez terminamos, metemos todo en el lavavajillas y comenzamos a acarrear el equipaje al auto. Caden lleva mi maleta y uno de sus bolsos, mientras yo llevo su maleta pequeña y un bolso bastante pesado.
—¿Es necesario llevar tantos kilos de ropa, cariño?
—Sí, lo es.
Asiento, cruzamos la puerta y apoyo las maletas en el suelo. Tranco y rectifico que haya cerrado bien.
—¿Estamos listos?
—Estamos —respondo.
—Chequemos por si las dudas.
Ambos tenemos todo lo que tenemos que tener. Equipajes, carteras, teléfonos y llaves.
—Oficialmente, estamos listos.
Se acerca, me sonríe y me besa.
Cargamos las cosas en el maletero del auto y entramos en él. Acordamos que Caden manejará en la ida y yo en la vuelta, por lo que él se sienta en el asiento del chofer y yo en el del acompañante.
Ambos nos abrochamos nuestros cinturones.
Nos besamos y me pregunta:
—¿Listo?
—Más que nunca –respondo.
Emprendemos viaje.
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El eco de mi alma
Teen Fiction[PRIMER BORRADOR] Esta es la historia de Danno y Caden, dos chicos quienes alguna vez vivieron un amor intenso que se ha desvanecido en la monotonía de la vida diaria. Decididos a despedirse de manera significativa, se embarcan en unas últimas vaca...