Capítulo 5

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~ • ~ Flashback hace 1 año ~ • ~

El hermoso parque central de la ciudad de Los Santos brindaba un oasis de tranquilidad en medio del bullicio de la ciudad. Es por esto que este lugar se había convertido en uno de los más recurrentes para Horacio y Volkov. Los cuales ahora se encontraban con sus ropas deportivas, preparándose para una mañana de trote familiar. Volkov llevaba a Sammy, de cuatro años, en su espalda. El pequeño reía alegremente, agarrado de los hombros de su padre. Horacio, por su parte, empujaba el cochecito de bebé de Kiara, que observaba el mundo con ojos grandes y curiosos, mientras su chupón se movía rítmicamente en su boca.

—¿Listos? — preguntó Volkov, girando ligeramente la cabeza hacia Sammy.

— ¡Sí, papá! — respondió Sammy con entusiasmo.

Horacio sonrió, observando a su familia. El simple acto de salir a trotar juntos se había convertido en una tradición que atesoraba. Cada risita de Sammy, cada mirada curiosa de Kiara, eran recordatorios de lo afortunado que era. Este pequeño ritual les permitía conectarse como familia, lejos de las tensiones del trabajo y las responsabilidades que ambos cargaban.

— Vamos, despacio. No queremos que Kiara se asuste — dijo Horacio con una sonrisa, empujando suavemente el cochecito.

Comenzando así a trotar a un ritmo suave. El parque estaba tranquilo, con solo el sonido de los pájaros y el suave crujir de las hojas bajo sus pies. Horacio se permitió relajarse, sintiendo el suelo firme bajo sus pies y el aire fresco en su rostro. Miró a su alfa, quien sonreía ampliamente mientras Sammy seguía riendo, disfrutando de la vista desde las alturas. La felicidad de su esposo y sus hijos le llenaba de una profunda paz.

Los pensamientos de Horacio vagaron hacia los primeros días de su relación con Volkov, cuando todo era nuevo y emocionante. Recordó sus primeras citas, las risas compartidas, las conversaciones que se extendían hasta la madrugada. Ahora, esos momentos parecían tan lejanos, pero igualmente valiosos. Miró a Kiara en su cochecito, sus ojos grandes y curiosos reflejando la maravilla del mundo que la rodeaba, y sintió un torrente de amor incondicional. Luego de tanto tiempo, le seguía pareciendo increíble lo mucho que podía llegar a amar a sus cachorros y esposo.

— ¿Todo en orden? — dijo Volkov, mirando a Horacio con una sonrisa nostálgica.

— Sí, solo atesoro estos momentos — respondió Horacio, con una mirada llena de amor hacia su familia.

Mientras continuaban su trote, se detuvieron un momento luego de cumplir con la mitad de su recorrido para hidratarse. Horacio sacó a Kiara del cochecito y la sentó en su regazo, mientras que Sammy correteaba a su alrededor, lleno de energía. Horacio y Volkov tomaron asiento en un banco cercano, observando a su primogénito e intercambiando una sonrisa.

Horacio tomó un respiro profundo, observando cómo Sammy corría, su energía inagotable. Su alfa a aquello lo había nombrado como uno de sus "ataques de hiperactividad" cosa que había heredado de su padre omega. Kiara por su lado, exploraba el mundo a su alrededor, cada descubrimiento llenándola de asombro. Estos eran los momentos que más valoraba, los que le recordaban por qué cada sacrificio valía la pena. La vida no siempre era fácil, especialmente con sus trabajos demandantes, pero momentos como este hacían que todo tuviera sentido.

— Gracias por esta familia, querido mío — dijo Volkov, tomando la mano de Horacio y sacándolo de sus pensamientos.

— Oye, que esta familia no la cree yo solo — respondió Horacio, apretando su mano suavemente. Sintió una oleada de emoción, consciente de la fragilidad y la belleza de estos instantes. Sabía que no siempre podrían tener días tranquilos como este, pero se prometió a sí mismo que haría todo lo posible por crear y atesorar más de estos momentos para su familia.

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