CAPITULO 2

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Ocho años pasaron...

Llevaba conmigo solo una maleta donde guardaba las cosas más importantes para mí. Al salir del avión me fijo de las personas llenas de armonía por recibir a un padre, una madre, un hermano; a alguien especial para ellos. En cambio, yo solo fui recibida por la amarga realidad de no tener a nadie que me manifieste tal emoción.

Al salir del Aeropuerto, me percato de que hay una limosina donde el chófer me esperaba y sostenía la puerta por donde entraría. Es el transporte más lujoso del lugar, era obvio quien lo había enviado. Camine empinada por el brillante piso, sentí como varias personas ya me observaban y lo que más me incomodó fue notar como el chófer me analizaba de pies a cabeza sin pudor alguno. No puedo dejar que se tome esa libertad o no tardaría en encontrar algún detalle que delatara el engaño de mi abuelo.

Antes de subir me frené y le entregué la maleta, él la tomo y acomodó en la espaciosa cajuela. Pero, antes de que pasara de mi me posicione a su lado delatando al instante mi altura que sobrepasa la suya y fue ridículo que de inmediato mostrara timidez al apartar su mirada de la mía después de su osadía de analizarme por completo.

—Así es como debes mantenerte —después de sostener un tono grave todo este tiempo mi voz salía más natural —. Con la cabeza gacha y sin incomodar a nadie con esa mirada —complete sin apartarme todavía.

—L-lo siento señor —tartamudeó un poco y se alejó de mi cerrando la puerta en ese momento de forma afligida.

Me observó por el retrovisor y aparto su atención cuando lo atrapé viéndome de nuevo. Resople por lo predecible que solían ser las personas que me rodeaban a diario.

El camino transcurrió silencioso. Eso era bueno. Nos llevó hora y media llegar a mi casa. Me encargue de que el chófer enviara mis cosas a mi habitación. Acomode mi saco y un poco mi cabello rebelde. Mi madre ya debe de estar adentro, y tal vez, mi abuelo. No sabía cómo me recibirían, después de mucho tiempo que perdí sin estar cerca de mi madre, espero, por lo menos contar con un poco de aceptación por parte de él.

La madera rechina tan pronto giro la cerradura de pomo dorada. Mi campo de visión de flores y naturaleza absoluta fue sustituido por los colores grisáceos del interior de la casa de estilo antiguo. Se siente como si ningún alma viviera aquí. De inmediato fui atendida por una mujer de avanzada edad que identifique como una de las empleadas por su uniforme, y como era de esperarse todos eran rostros nuevos. Mi abuelo se había asegurado de borrar a todo testigo que supiera de la existencia de aquella niña que en lo más profundo de mi aún se mantenía con vida. Me queda claro que todo estaba fríamente calculado para mantener esta farsa.

—Por favor, Joven. Sígame su abuelo lo espera —informó la mujer audiblemente. Se veía a leguas que estaba nerviosa por su manera de jugar con sus manos y por su esfuerzo de mantener un metro de distancia conmigo.

—Guíame —extendí mis brazos y trate de formar una sonrisa para calmar su incomodidad evidente.

Ella asintió y sin decir nada más nos acercábamos al punto de reunión en donde mi abuelo estaría. Ahora era yo la que se ponía nerviosa pero trate de distraer mi mente viendo los recuadros del costado. Son solo pinturas y fotografías de él, no había ninguna de mi madre o hermano, mucho menos de mi.

La alfombra amortigua mis pasos a media que me acerco. La mujer se detiene y señala la puerta grande y oscura de madera tallada, como un gato sigiloso me escabullo hasta poner mi atención en la silueta de un hombre de espaldas a mi; su cabello grisáceo es más marcado y el olor a tabaco me retrae cuando llega a mi.

—Te estaba esperando —su carácter seguía siendo duro. Tenía altas expectativas de mi, pero, en lugar de sacar un coraje hacia él aun me seguía intimidando.

El día más oscuro (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora