CAPITULO 4

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Esperaba a Camila fuera del auto, se despedía de cada uno de los que se acercaban a ella. En mi lugar, solo me dedicaba a verla como todas las personas que la rodeaban le mostraban todo tipo de afecto.

—¡Lorent!—escuché que me gritaron y dejé mi postura de brazos cruzados para encontrarme con quién menos esperaba ver esta noche luego de hablarle de aquella forma.

—Naomi —musito —, estás aquí.

Me abrazó y lo hice igual con el mismo entusiasmo, era la única que lo hacía porque en realidad quería hacerlo y no por compromiso como el resto que solo me felicitaban y no sabía el nombre de ninguno.

—¡Claro! —vociferó —. Mi hermano acaba de casarse.

Sonreí, el hecho de que me llamara así me hizo recordar a Víctor. El me sobreprotegía demasiado, siempre veía por mi y el hecho de que ella esté ahora como un apoyo es como verlo a él. Sentí mi vista nublándose de repente.

¡Oh no!

No podría darme el lujo de llorar ahora, debo permanecer fuerte y firme en mi papel. Me límite a responder con un simple pero significativo:

—Gracias…

—Toma —extendió una caja de color plata y la tomé con curiosidad —. Mi regalo de bodas.

—No tenías que darme algo.

—¡Venga ya! me queda claro que eres un ricachón. Pero esto es algo que no podrías conseguir por tu cuenta.

Me comencé a reír cuando ella se carcajeaba. Era una loca y podía esperar todo de ella.

—Suerte soldado —murmuro lo último y desapareció entre la multitud.

Me hubiese gustado que se quedara solo un poco más, pero, no me atreví a preguntar porqué se marchaba tan pronto, su razón tendrá para no haber dicho el motivo.

A mí costado, Camila se había acomodado dentro del auto. Ahora entiendo porque Naomi se había ido sin decir nada más. Vio que Camila ya se acercaba a mi y me dio mi espacio.

Eleve mi mano para despedirme de la gente a mis espaldas y le dediqué mi último suspiro a mi hogar; en donde pase desde sufrimientos incesantes a la felicidad pura.

Conduje durante la fría noche, las luces se resbalaban en nuestro rostro que es sutilmente iluminado por la luna. No nos dijimos nada, ella parecía más concentrada en ver por la carretera desierta que a mí. Mis manos apretaban con fuerza el volante por los nervios que comenzaban a brotar en mi de solo pensar que estaría tan cerca de ella y a la vez tan lejos. 

El GPS delataba que ya estábamos cerca, era una casa privada en lo alto de la playa. Al llegar, me percaté  que el lugar tenía buena pinta, era una casa de dos pisos de color blanco y detalles negros. Contaba con ventanas grandes y negras, podía intuir que tenía buena vista a la playa, ese era uno de los privilegios por el costo elevado.

El portón de color negro se abrió tan pronto ingresé la contraseña, al estar completamente adentro y una vez apagado el coche Camila se bajó sin decir nada y tomó sus propias cosas para entrar a la casa. Yo la seguí haciendo lo mismo.

Una vez dentro de la casa sentí un ambiente agradable. Todo estaba muy ordenado. El lugar estaba amueblado y ya había cortinas de color blanco en las ventanas, cuando subí las escaleras y me dirigí a la habitación Camila ya ordenaba sus cosas poco a poco.

Deje caer mis maletas a un lado y comencé a despojarme del saco que comenzaba a sofocarme.

Cuando quería prestarle atención nuevamente vi como se acercaba con pasos lentos y se paraba frente a mi. Sus suaves manos acariciaron mi cuello y sello su toque con un beso lento y profundo que me dejó inmóvil, sentí el sabor a alcohol en su beso. Deslizó sus manos hasta mi abdomen en donde comenzó a quitar los botones de mi camisa; la detuve de inmediato. 

—¿Qué haces Camila?

—¿No es esto lo que quieres?—murmuró con sus ojos más brillantes —. Esta noche puedes hacer lo que quieras, no me importa.

Vi como dejaba caer su vestido beige al suelo. No podía creer lo que estaba pasando, estaba viendo a una mujer desnuda por primera vez…bueno, casi desnuda. 

Sin previó aviso, tomo una de mis manos y la coloco en su pecho de esa manera podía tener un contacto directo con ella. Cuando se acercaba de nuevo, comencé a flaquear. Pero con un tono firme a pesar de que sentía a mi corazón salirse de mi pecho le dije:—Esta noche no pasará nada.

Ella me vio acomplejada —¿Por qué no?

—No te amo —muerdo el interior de mi mejilla para interrumpir a mi mente a que actuara de otra forma —. Y no te deseo.

Ella estaba estática en su lugar y no se movió para nada así que proseguí.

—Solo compartiremos la cama por esta noche —informé —. Luego dormiremos en camas separadas.

—Bien —acepto sin titubear y haciendo una mueca de desagrado—. Yo tampoco te deseo, mucho menos siento amor por ti.

Se acercó a mi cara y susurro cerca de mi oído: —Fue un desperdicio emborracharme para poder besarte.

Fue directa, fue segura, fue mujer.

Expandí mis ojos y me aparte para verla mejor y ella sonreía con sorna. Tomo su vestido y entro al baño.

Era una diabla en pocas palabras. Aún no comprendía cómo me podía descontrolar de esa manera con facilidad. Nunca en mi vida me había intrigado una mujer como lo hace ella. Y aunque la razón este en duelo con mi corazón mis instintos no han desaparecido.

Ella es muy guapa, tampoco voy a negarlo. Pero si quiero sobrevivir por un año a su lado no debo permitir bajo ninguna circunstancia que ella se acerque a mi. Aunque me comporte como una idiota con ella.

Solo espero que algún día pueda decirle la verdad. Esta verdad que me carcome el alma día con día y no me deja respirar y pensar con cordura cuando estoy cerca de ella.

***

Gracias por leer, este capítulo va para todos ustedes lind@s.

El día más oscuro (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora