Capitulo 2

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Una cosa que odio de mi es que cada vez que me encuentro solo en un lugar y nadie me observa procedo a cantar para mí mismo.

Verás, en el convento de monjas siempre nos ponían a los niños a practicar el coro de ángel varias veces o un verso para alejar al maligno de nosotros, o también hacer que el convento de mierda pueda ser famoso entre las demás para que tengamos dinero y cuando digo tengamos me refiero a las viejas esas mugrosas.

Siguiendo con el tema anterior, no importaba si nunca prácticaba cantar se me daba tan bien que daba mucho miedo. Mi voz, a opinión pública, era como escuchar cantar a un maldito ángel que bajo de los cielos y dió su voz. Lo cual por esto me trajo consecuencias graves.

Fíjate que ellos eran tan estúpidos que pensaban que por cantar sin practicar ni una vez y dejar incluso a los maestros del arte del cántico en ridículo fue obra del diablo quien me dió este don para cantar a cambio de mi alma.

Si, estúpidos que son nada más.

Cerrando mis ojos tararee aquella canción, era lo único que me ayudaba bastante para poder relajarme aunque sea un poco. Mientras tarareaba la canción en mi cabeza estaba pensando acerca de como aquel sujeto había regresado después de haberle desencajado la mandíbula y cuando lo mate reciente el desgraciado había explotado en humo dorado.

Pensar en eso era algo que me dolía la cabeza, pensé en las miles de cosas que me sucedian de niño e incluso ahora. Nada bueno está ocurriendo cuando me pasa a mi o cuando estoy involucrado en eso.

Suspirando un poco, lleve mi mano hasta el cuello masajeandolo.

No sé que es lo que tengo que hacer, Boston no es para nada divertido y tal vez debía de haberme ido a Nueva York o a Texas o tal vez a Nuevo México. Suspirando un poco cansado por esto refunfuñe varias cosas y me levanté para empezar a caminar.

No me demore tanto en llegar a la estación del metro, habían más personas a mi alrededor en dicho lugar y arriba en el cartel de lend estaban los nombres de Nueva York y Boston, Brooklyn y Nuevo México.

- A todos los pasajeros, el tren a Nueva York está por salir.

Escuche al megáfono hablar, lleve mi mano directo al estómago y lo acaricie suavemente, pocas veces mi cuerpo era herido de gravedad con armas muy filosas pero a los pocos minutos <<<también dependiendo de cuánto la herida sea de grave>>> o incluso a una hora y media comienzan a sanar.

Cuando era más joven y era propenso a las peleas y era herido mis heridas tardaban casi una semana en sanar, cuando una persona normal o un niño de mi edad en aquel entonces o mueren o termina hospitalizado en urgencias.

No soy estúpido, se bien que no soy normal por mi gran fuerza descomunal y está regeneración absurda. Estuve pensando en esto por el camino, ¿Qué son mis padres?.

Me comunique con felinos, soy capaz de generar cráteres con mis puños, un solo puñetazo en la cara y la víctima es enviado al hospital, capacidad telepática de entender a los gatos.

(Ahhh perdón, me duele la mano de escribir. Artemisa me llamo)

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¿Qué soy yo en realidad?. Fueron los pensamientos que tuve en aquel entonces, cuando era un joven veinteañero que cuidaba sus espaldas esperando a que alguien venga a matarlo.

No podían culparme por aquello, era bastante paranoico, algo que agradezco que las calles me hayan dado y me haya forjado, un carácter agresivo/defensivo contra cualquier cosa.

El tren había llegado, al entrar fui directo hasta el último asiento y me senté mientras acomodaba mi cabeza en la ventana. Mi vista se había comenzando a nublar por el sueño, hace un mes que no dormía por mucha actividad en mi vida y estancia a este país.

Un nuevo Semi-Dios (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora