5. Amabilidad

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«Cariño, dame una señal y me encargare de que la pases bien».

***

ALESSANDRO:

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Le avisé que llegaría una hora más tarde de lo acordado por que el puto docente de Derecho Penal me pido un jodido trabajo a última hora, y amenazo a mis compañeros de curso que si no lo entregaba quitaría todos los puntos extras.

Jodido grano en el culo.

¿Qué le costaba aceptar que se equivocó en su explicación sobre los derechos que posee un reo? Probablemente no fue eso lo que le molesto, sino la manera en que yo me encargue de corregirlo.

Avanzado entre los pasillos aún fatigado por haber hecho un documento que no me ayuda en mi currículum, siento miradas de varios estudiantes que cumplen su horario vespertino y lanzo dagas a quién se atraviesa en mi camino.

Paso por Cafetería haciendo el acostumbrado pedido y al estar cerca de la oficina en la que James y yo laboramos sin paga alguna, notó que la puerta se encuentra abierta, tomó una respiración profunda antes de entrar por si me encuentro con la neurótica de Marisol Parker. Pero el panorama es totalmente distinto, ya que lo primero que enfoco son unos zapatos de tacón alto tirados en el piso, luego un saco femenino y una corbata roja.

Mi radar capta a la dueña de esos objetos y la polla me da un brinco de absoluta felicidad.

Está sobre el sillón giratorio del que me he adueñando desde el primer momento que pise el lugar, tiene en sus piernas cubiertas por medias negras, una computadora portátil se encuentra sobre estás, con su mano derecha desliza la pantalla y con la izquierda sostiene un lápiz de grafito que descansa entre sus apetitoso labios, mi mirada se pierde en su blanco cuello y empieza un descenso encontrándose con que los primeros botones de su camisa están abiertos, permitiéndome ver el inicio de la copa de su sostén rojo y tengo que apartar la vista de ese lugar y me giro para no soltar un puto jadeó de excitación.

Joder, ya parezco un puberto de merda.

Cierro la puerta con seguro, ocasionado un sonido que la alerta de mi presencia. Doy un suspiro fatigado antes de voltear. La veo levantarse y acordarse la falda de tubo que porta el día de hoy, por mi parte depósito los cafés en la mesa, todo esto dentro del aire denso y fatigado que surge cada vez que entramos al puto lugar.

Maldita sea.

—Pensé que no ibas a venir... —pronuncia con voz suave, el lápiz brilla por su ausencia y ha cerrado la laptop pegándola al pecho—. Estoy lista para la resolución de info, ¿y tú?

—Sí, ayer terminé con ella —también avancé un poco más que eso.

Sé por boca de su hermano Leonardo James, que ha estado muy estresada los últimos días. Por lo que no creo que sea conveniente que sepa que he avanzado más que ella en estos 3 días, podría frustrarse.

Claro, yo siempre tan preocupado por mi prójimo.

Comenzamos el debate sobre qué, por qué y con qué fin pondremos X información en la investigación, no me pasa desapercibido que los botones de su blusa volvieron a cerrarse, y sé que estoy siendo un pervertido total porque mientras ella expone sus muy buenos e interesantes puntos, yo me la estoy imaginando desnuda esperado por sexo.

Observo el movimiento de sus tentadores labios pintados con es rosadito natural, ¿a qué sabrán? ¿Será tan ricos como los idealizo?

—¿Estás escuchándome? —dice, rompiendo mi nube deseosa a hacia su persona.

—Lo siento, no puedo concentrarme. Estaba pensando en mi monografía... —mentira. El verdadero motivo, son las ganas que tengo de follarte, ¿me dejas?

La castaña suelta un suspiro y se deja caer en el respaldo del sillón, haciendo que el tamaño y forma de sus senos se refleje a la perfección. Cuanto daría por tomarlos en mis manos y estrujarlo con fuerza hasta hacerla gemir.

Merda, merda.

Joder... ¿Qué diablos me pasa pensando en eso? Me riño, pero de inmediato lo olvido, el deseo que le tengo desde hace años sigue latente y que se halla puesto más buena de lo que estaba es un detonante que no puedo ignorar.

—Yo... —empieza y por primera vez escucho de ella un tono nervioso—. Seguro es estrés, yo también he estado experimentándolo: No es nada agradable.

—¿Y cómo lo sobrellevas? —cuestiono sin poder ocular la curiosidad que me provoca su repuesta.

Sé que ella tiene muchos pretendientes, pero un novio no. Probablemente tiene con quien bajar ese nivel de manera sexual, mientras tanto mi puto problema no es estrés universitario, sino su tentadora presencia.

¿He follado con otras?

, pero nunca me quitan las ganas de meterme entre sus pecaminosas piernas.

—Creo que ese es el detalle, haga lo que haga el peso en mi cuerpo no se va —confiesa.

Tal vez si te follo...

—Haz ejercicios, quizás eso podría ayudar —mascullo, contenido las ganas de ofrecerme amablemente a cogérmela.

—Sí, voy a intentarlo.

Impetuoso Deseo © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora