11. Pacto

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«Siento que lo nuestro está destinado a ser».

***

ALESSANDRO:

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Sí hay una forma de caer.

Si existe una manera de caer sin joderme, y la encontré 3 días después. Por ello, estaciono el BMW al lado de un conocido convertible rojo.

Fui invitado a la fiesta de Albert Watson, pero no tenía la más mínima intención de aparecerme hasta que miré sin querer la historia de Simón Cavill, en la cual de fondo aparecía cierta castaña que da vueltas en mi cabeza parándome la polla a cada nada. Misma a la que con ansias esperaba ver y conversar sobre nuestros intereses en común hasta el día de mañana.

Salí como alma que lleva el diablo de la casa de mis padres, que ni siquiera logre despedirme de mi madre o mi hermano y tampoco le agradecí a mi Tía Juli por tomarse la molestia de limpiar un poco mi reputación de mujeriego. Si bien a partir comienzos de este año he tratado de mantenerme al margen de las situaciones estereotipadas en la universidad, necesitaba la ayuda de alguien que fregara un poco la imagen que tengo desde el mi primer año.

Engreído, cruel, malnacido, mujeriego y mil cosas más...

Se supone que no debo de presentarme tanto en celebraciones de este tipo, mucho menos tomarme las libertades de andar cambiando chicas como cambio mi bóxer. En este momento no puedo ni siquiera aparecer a lado de una fémina en público porque estaría arriesgándome el casi contrato que tengo con la reconocida y aclamada firma para la cual estaría trabajando.

No obstante, heme aquí cediendo ante el impulso que me dio verla al lado de Issac Saucedo, gracias al egoísta pensamiento de: No puedo dejarla que inicie una jodida relación, no ahora que hallé una solución al problema que representa las ganas que tengo de cogérmela.

¿Egoísta?

Merda, por supuesto.

Entro a la mansión, encontrando lo mismo de siempre; Gente haciendo el ridículo, chicas vistiendo muy provocativas, ganándose miradas morbosas de parte de varios tipos, otros bailando, tomando, besándose en la pista, fumando algo ilegal, casi cogiendo en los lados oscuros. Entre la aglomeración divisé a la neurótica de Parker, quien le pegaba el culo a un tipo de piel morena, me vi tentado a acercarme y preguntarle por su amiga, pero lo más seguro es que iba a enviarme a la mierda.

Es tan inestable.

Desistí de la absurda idea, buscándola por mi cuenta en el lugar, tres intentos y nada, estaba por ir donde la pelinegra, cuando detallé a otra de sus compañeras a lado de una de las paredes. Llegue hasta la rubia, quien al verme lo suficientemente cerca me dio una mirada inquisitiva, que resalto el tono miel de sus ojos, se notaba lo bastante tomada como para vomitar en cualquier momento, ¿cuál es su nombre?

Ah, sí.

Hannan Fox, estudiante de medicina y si mal no recuerdo con especialidad en pediatría. 

—¿Has visto a Victoria James, Fox? —le pregunte, causando que sus cejas de juntaran confusa—. Soy Alessandro Stone… Y estoy trabajando con ella en la investigación sobre las carreras de la UCM, quiero hablar…

Follármela, mejor dicho.

—Creo que esta… —se quedó callada de inmediato cuando sus ojos se posaron sobre mi hombro derecho. Ocasionado que buscara el por qué, encontrándome —si no me equivoco— con uno de sus compañeros de facultad.

—¿Te está molestando, Hannan? —el tono iracundo y colérico no me pasó desapercibido.

—No, lárgate —le ordeno, despectiva.

Voltee a ver a otro lado porque hasta a mí me punzó la mirada mortífera que la chica le dio. Sin embargo, el rubio lo dejo pasar dedicándome a mí su total atención, una que no tenía lugar para cortesía.

—¿Quién carajo eres? —exigió, pasando de mi para colocarse a un lado de la fémina. Detalle su altura, poseía unos cuatro centímetros más que la mía, contextura buena y atlética, seguro que un puñetazo de él me manda directo al jodido suelo—. ¿Qué? ¿Eres mudo?

No tengo tiempo para esto.

Debo buscar a la tentazione.

—¡Que te importa! —lo callo, Fox—. ¡Déjame en paz y vete a la mierda!

Nuevamente el tipo la ignora, y en vez de irse con el orgullo en el piso, paso uno de sus brazos por la cintura de la chica de manera posesiva, haciendo que la misma se pusiera de todos los colores. Mirándome con sus ojos negro prometiendo sin palabras que, si me acercaba a la mujer que sostenía, me pesaría.

Los que estaban a nuestro alrededor voltearon a ver con curiosidad e intriga.

Merda.

Lo que faltaba…

—¡Suéltame, imbécil!

—¡Cállate, Hannan! —demando este. —¡Estás dando un puto espectáculo! Aunque… a mí no me importa, que sepan de una vez que: ¡Eres mía!

—¡Iluso! —se le burla. —En la vida he sido o seré tuya, joder: ¡Supéreme!

Me largué de ahí cuando los mirones se volvieron demasiados, no podía exponerme solo por estos idiotas. Y al hacer eso, enfoque al mejor amigo de Leonardo –quien de seguro debía estar por aquí– perdiéndose escaleras arriba con una tipa, pero claro que no fue eso lo que me intereso, sino la dirección de la que venía, la parte trasera de la mansión.

Avance en esa dirección no sin antes dar un vistazo al ya finalizado escándalo de los estudiantes de medicina. A lado de ambos rubios, detalle a Samantha Franco en compañía del anfitrión, me encogí de hombros con indiferencia y agradeciendo que hasta el momento nadie se había percatado de que me había ido dejándolos solos.

Cuando volví la mirada hacia enfrente, la bilis se me revolvió al ver Issac atravesar el umbral.

No me cae por el hecho de quiere robarse mi mandado.

Pasa por mi lado concentrado en no sé qué y me aguanto las ganas de aventarlo contra la pared por estar volcando inconscientemente mis planes. En lugar de eso, salgo al patio trasero escaneando con detenimiento de la estancia, hasta que encuentro lo que busco sentada en un sillón circular, mirando de manera perdida a la nada.

La polla cobra vida con solo verla y comienzo a caminar hasta ella, con el pensamiento de que: “Hoy me la cojo sí o sí”.

Porta un vestidito color verde turquesa, que resalta el tono de su piel, este tiene un escote tentativo que muestra a la perfección el nacimiento y el hueco entre sus tetas, le queda muy arriba de la rodilla y debo pasar saliva por lo pecaminosa que se ve con las piernas cruzadas, dejando un pie en alto, mostrando sus tacones negros.

Me vale merda si está aquí en compañía de su cita, hoy vuelve a hacer mía.

Frente a ella me impongo en tono serio, pero ni aun así se esconde el tono urgido y necesitado.

—Quiero repetir, Victoria.

Pestañea estupefacta para luego detallarme completamente, se toma unos segundos como tratando de entender si realmente he dicho eso. Mientras yo aprovecho para comérmela con la mirada más de cerca, enterándome de que no trae un jodido sostén y no sé si eso me molesta o agrada, ¿será hobby suyo andar las tetas al aire?

—¿Que-é? —balbucea, elevándome con mayor intensidad la polla, remarcando que actúe como tonta también me pone.

No tengo tiempo para endulzar con palabras lo que quiero, y aunque primero debo de plantearle la propuesta y enseñarle que su juego travieso no sirvió de nada conmigo –aunque si me dejo contra las cuerdas y con varias erecciones–, debo de darle la oportunidad de decidir.

Devi farlo velocemente, dolcezza (Tienes que hacerlo rápidamente, dulzura).

Aunque al final de cuenta he ganado la partida de su propio juego, porque soy quien ha decidido venir a pautar un par de cosas y acabar de una vez con las ganas de coger.

—Quiero follarte nuevamente, James —le digo, buscando sensatez y guardándome las imposiciones que tengo que presentarle para después—. Tengo tantas ganas desde la última vez, que ya no puedo soportarlas, ¿repetimos?

Se queda en silencio, viéndome como si estuviera frenética, el pene me punza contra la pretina del pantalón y le doy una sonrisa torcida, apreciando el momento en el que sus labios hacen lo mismo para mí.

—Sí… —acepta, humedeciéndose la boca—. ¿Lo haremos ahora o solo se te para en la oficina?

Tan hermosa y atrevida.

Reservo mi respuesta, extendiéndole la mano, no voy a dejar esto para mañana me la cojo ahora ya sea en mi casa, en el auto o en algún baño del lugar. Su mano toma la mía sin dudarlo, manteniendo la sonrisa y la jalo con ímpetu haciendo que se estrelle contra mí. Le agarre de la cintura con una mano y la otra la deje en la parte superior de su trasero, poniéndola a sentir y jadear al sentir la dureza de mi polla.

Soltó una risa descarada, para luego exigirme:

—Sácame de aquí.

Por supuesto que sí.

Emergimos de la mansión sin llamar la atención de nadie, por lo que estoy agradecido, mientras caminábamos me pegue a su majestoso trasero, mismo que me tentaba a encerrarnos en un puto baño para descárgame sobre ella, no obstante, me controle. Pues sabía que con una vez no estaría satisfecho y hacerlo en el sanitario probablemente traería consigo molestas intromisiones. 

Caliente y todo, pero pensando por el momento con la cabeza correcta.

. . .

Merda… —gruñí, sintiendo como sus manos cálidas envolvían entre sus dedos mi pene para luego comenzar con ritmo lento y delirante una masturbación. Imposibilitándome la labor de llevarnos lo más rápido y con bien hacia mi departamento.

—¿Qué pasa, Aless? —su voz es un susurro excitado que termina de trastornarme la cabeza.

¡¿Cuánto falta para llegar al puto apartamento?!

Fijo la mirada en la carretera, tratando de que mi cerebro se centre en lo que debe de ser importante y no en observar la fantástica tarea que la castaña se ha autoimpuesto poniendo en riesgo nuestras existencias. No obstante, esa merda es imposible ya que de reojo capto el momento exacto en el que Victoria James se inclina dispuesta a probarme, y eso es algo que no le puedo, ni me puedo permitir.

No está dentro de mis pautas.

—Dolcezza, déjame conducir —solicito en un quejido, tratando de no sonar como completo un hijo de puta, deteniéndola del cabello.

El corazón golpea con fuerza contra mis costillas, la polla me da un tirón en signo de protesta e incluso una parte de mí reprocha el acto de haberla detenido sabiendo lo mucho que me prende imaginarme en su boca.

Lo voglio (Lo quiero)… —jadea en italiano, su mirada verdosa se eleva y cuando colisiona con la mía, solo soy capaz de notar ese deseo impetuoso que manda a la merda mis planes de mantenerlo únicamente en plan ocasional.

—Permíteme estacionar, ¿sí? —insinúo, controlando la avaricia que surge al figurar la imagen de ella haciéndome una jodida felación y abandonando parte de la idea que pase moldeando casi cuatro días.

Asiente acomodándose en el asiento, por mi parte observo ansioso la ubicación en la que nos encontramos, odiando que estemos aun dentro de la zona millonaria de Helden. No obstante, parqueo en la primera área verde que encuentro.

Bajo un segundo la mirada a mi polla dura y potente, que palpita como si de mi principal órgano se tratase, joder… De reojo veo como toma una liga —que hasta ahora noto que lleva en su muñeca— para atar su cabello, se asegura que ningún mechón castaño obstruya su vista socándolo, luego voltea a verme con una sonrisa seductora dibujada en sus labios.

—¿Listo?

No le respondo y simplemente acomodo mi asiento para después recostarme, le devuelvo la sonrisa cargada de altivez, retándola a probarme que tan buenas son sus habilidades en ese acto.

Victoria James no le costó nada descifrar ese gesto, porque un brillo arrogante y poderoso se posó en el verde de sus ojos, y sin decir nada o quitarme la mirada de encima acerco sus apetitosos labios a mi glande para besarlo con gentileza.

Maledizione.

Aguanto el puto gemido, tensándome por completo.

Por su parte escuché su risita burlesca y no tuve tiempo de expresar nada, ya una de sus manos volvió a tomarme con fijeza, comenzando a repetir besos por la longitud de este y cuando regresó a la punta, succiono.

—Merda…

Dio suaves lamidas, hasta que le dio por probarme de un todo.

¡Oh, joder!

Su boca se abrió dándole entrada a mi miembro, deglútanlo del líquido pre-seminal, agitando su mano sobre mí con maestría, poniéndome a gruñir debido a lo bien que lo hacía y como se sentía su caliente y húmeda cavidad.

Su lengua se movía de una forma que amenazaba con hacerme venir en menos de nada, me sacaba y metía con delicadeza. La extremidad que mantenía libre se unió brindándome caricias lentas y placenteras a otras áreas bajas, haciéndome elevar las caderas invitándola a adentrarme más a sí, cosa que me concedió.

¡A la merda!

Mis expectativas se quedaron pequeñas a la par de su mamada.

La oí gimotear de goce y pronunciar algo que en medio de mi excitación no entendí. Metió mi polla lo más que pudo, para luego succionarme, el jodido corazón se me iba salir, los pulmones querían colapsar y es cuando lo siento, estaba a nada de derramarme.

—Victoria… —no reconozco mi propia voz, por lo urgido, enloquecido y extasiado que me encuentro, aun así, le advertí—. Voy a correrme, dolcezza...

Aguardo frenético a que se aparte, porque, aunque me tienta saber que ella podría saborearme por completo, no estoy seguro si tengo tanta suerte. Pero sucede lo contrario, siguió devorándome y aguardó por mi eyaculación.

Estalle en su boca, sintiendo el jodido alivio y placer de poder librarme dentro de tal cavidad, Victoria chupó con energía e ímpetu los vestigios de mi derrame, dejándome dentro de un éxtasis deseoso y sumamente complacido.

Antes de erguirse deposito un beso dulce exactamente como hizo antes de comenzar, causándome una sonrisa estúpida.

Cuando estuvo enderezada en el asiento, me permití en medio de la nuble suspendida y jodidamente satisfecha que me dejo mi propio clímax, enfocarla. Su mirada verde estaba oscurecida debido al deseo y una capa de jactancia que no me pasó desapercibida, y joder, con cuánta razón la relucía.

Las mejillas estaban tenidas de un color rosa intenso por el calor del momento y el magnífico trabajo que hizo con el puto sexo oral.

Cuando mis ojos llegaron a su boca la observaron con deleite, un hilillo de semen bajaba por el lado izquierdo de su mandíbula, no logre contenerme y lo limpie antes que se perdiera por su cuello.

No acostumbro a llevarme a la boca lo que ha estado en mi parte baja, por lo que me sorprendo a mí mismo cuando cedo nuevamente ante el deseo violento de probar sus apetecibles labios, la atraigo hacia mí para besarla, sintiendo el sabor de mi esencia en sus labios y cavidad.

Nos envuelvo en un beso intenso y húmedo, que vuelve a pararme la polla. Separándome de su boca unos segundos, la insto a que se suba sobre mí tomándola de las caderas, pero ella ya está abriéndose de piernas para montarme. Su vestido se le sube lo suficiente para dejarme detallar el color blanco de sus bragas, sus tetas quedan a mi merced visual y el escote se hace mucho más obvio la falta del sostén.

El contacto de su feminidad contra mi pene al aire hace que este termine de ponerse rígido, contengo el jadeo de puberto. Toda ella está caliente como el infierno, mis dedos estrujan su carne haciendo que se arquee, dándome esa visión que me pone a desearla como si no acabara de obtener de ella un buen orgasmo. Maldita sea, estoy listo de nuevo.

—¡Ah! —gime sobre mis labios, contoneando las caberas, simulando una penetración que me libera un jadeo que no puedo retener.

Joder… La posee me trastorna y sé que, si no la follo ahora mismo, voy a arrepentirme luego.

Con una mano elevo su vestido hasta arriba de su cintura, mientras que con la otra le bajo los tirantes, sacando sus pechos de una vez, los cuales me dan la bienvenida gustosos.

Pero justo en el momento que estoy por prenderme de uno de sus senos, el timbre de llamada desde su celular irrumpe mis planes, ambos soltamos un suspiro en protesta. Ella reposa el trasero en mis piernas y estira la mano para tomar el bolso de mano para sacar el IPhone.

La pantalla de esta muestra el remitente y se me jode el humor en cuestión de nanosegundos. “Issac Saucedo”, ella manda la llamada directo a buzón, sin embargo esté insiste otra vez, sacándole un gesto cargado de exasperación.

¿Su ligue oficial?

Voltea a verme con intenciones que no capto bien y cuando creo que va a pedirme disculpas para atenderle me besa, mordiéndome el labio inferior con fuerza. Se aparta de mí volviendo al asiento de copiloto, descolgado el teléfono para llevárselo al oído.

Merda, me beso para distraerme.

—¿Sí? No, todo bien… —me guiña un ojo, poniendo su vestimenta en su lugar. —Me sentí mal y… —guarda silencio—. No, Issac. Estoy bien ya, no te molestes, ¿vale? Sí, te debo una cita, anótalo —se ríe—. Que descanses.

—Non mi piace condividere un letto (No me gusta compartir una cama) —suelto serio.

Recordándome que debo de mostrarle mis pautas de esto, antes que nada, aunque siendo franco que ya me la haya mamado y casi cogérmela dentro de auto, le resta un par de puntos.

—A mí tampoco —puntualiza en el mismo tono.

Una parte de mí esperaba que respondiera en italiano, pero al parecer no tiene la intención de ello. Su puto "Lo voglio" se reproduce en mi cabeza y el cómo le di lo que pedía sin dudarlo, me saca de balance.

Háblale de la exclusividad.

No, que sea ella quien lo insinúe primero.

—¿Quieres exclusividad?

—Creo que eso debería de estarte preguntado yo a ti, puesto que lo has traído a colación primero —señala, dibujando una sonrisa arrogante—. Alessandro, seré honesta, no sé cuánto va a durar el impetuoso deseo que te tengo y viceversa, pero quiero que tengas claro que no voy a ir más allá de sexo.

Perfetto.

—Aplica también para ti —pronuncie rápido—. No soy de compromisos, sino de polvos casuales, y en vista de que el nuestro no mermo las ganas ni la tensión, te propongo un juego ocasional hasta que uno de los dos se canse…

—¿Otro juego? —me interrumpió, lanzándome un beso, confirmando mis sospechas de que estuvo tentándome toda la maldita semana—. Stone, creo que ya sabemos quién será el perdedor aquí.

Tan provocadora.

Me carcajeo sin poder evitarlo ante la seguridad de sus palabras, lo que hace me observe confundida.

—Supongamos que esta partida la ganaste tú, supongamos —dije una vez controlada mi risa—. ¿Creamos reglas? ¿O nos regimos bajo las mías?

—Las escuchó —accedió.

—Son simples: No sentimientos, nada más allá de lo que nos hace sentir el sexo. No explicaciones de nuestras vidas. No reconocimiento público, que sea algo que únicamente lo sepamos ambos. No represalias, si uno se aburre hoy o mañana del juego, simplemente debemos aceptarlo y ya.

—Es solo deseo y nada más…

—No habrá nada más —zanje innegable.

—¿Los encuentros?

—Cada que tengamos la necesidad y la oportunidad.

—¿Y si no puedo?

—Te esperare, confiando en que obtendré lo mismo.

—¿Aquí es donde está la exclusividad?

—Si tú me la das, yo te la doy —me encogí de hombros, dándole una mirada condescendiente, le sonrió—. ¿Lo hacemos en el auto o prefieres otra parte?

—Creo que te has saltado la parte donde preguntas si estoy de acuerdo con esto. Si quiero jugar este juego… —dice, desdibujándome el gesto.

—¿No estás de acuerdo? ¿No quieres jugar? —cuestione, sacándole una carcajada divertida.

—Sí, si lo estoy y si quiero… —musita, humectándose los labios—. Con respecto a la interrogante anterior: Lo quiero en el auto y también en otros lados, ¿vas a dármelo?

Merda, sí.

. . .

Hi! He vuelto, estaba en época de exámenes finales :/ Recuerda votar si te gusta lo que lees, ♡.

Impetuoso Deseo © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora