6. Una vez

19 6 0
                                    


"Cariño, dame de lo que sea que quieras darme".

***

ALESSANDRO:

.
.
.


Trato de apartar mis ojos de la culpable de mis fantasías y frustraciones sexuales, pero en este momento ha destruido el último plano de mi cordura.

El atuendo de hoy, es un vestido pegado color blanco que llega hasta arriba de sus pantorrillas, no es nada revelado o que pueda considerarse sexy, sin embargo, para a mí representada el complemento infierno, puesto que, se adhiere a sus putos tributos como si fuera la propia piel.

Hago la cosa loca de quitarme el endemoniado saco que tuve que ponerme para la oratoria en una de mis clases, porque no soporto el calor que me invade verla caminar de un lado a otro buscando unos documentos que tengo en mi poder. Ya no es tan divertido como creí que sería. Pensaba fastidiarla un poco, ya que a mis oídos llego la estúpida noticia que hoy va a tener una cita con Issac Saucedo, un idiota que estudia Economía.

No sé ni porque putas estoy comportándome así... Bueno si sé, muero por llevármela a la cama y me jode saber que otro está por hacerlo. También está el pensamiento molesto de: Sí no lo logré cuando estaba soltera, ahora mucho menos.

—Los doc en Psicología están por allá, James —le informo, señalando el lugar donde los escondí.

—Gracias... —susurro en tono bajo.

Maledizione.

Odio cuando hace eso, me pone como tren su lado sumiso porque sé que su naturaleza no es así.

—No hay de qué... —le gruño, no sé si entiende lo que le digo, porque cada que estoy irritado mi acento materno toma posesión de las vocalizaciones.

Y estoy más allá de lo irritado.

Estás ganas que le tengo cada vez van en aumento, y eso me malhumora. De las 5 horas que pasó a su lado, tres son de pensamientos lujurioso e indecentes hacia ella, con los cuales tengo que lidiar como si no fuera suficiente con el pito que se me para cuando hace alguna estúpida posición que encuentro incitadora.

Me obligo a concentrarme en la investigación para terminar cuanto antes, hacer el maldito debate de documentos y largarme a mi casa para tomarme unas cuantas copas de whisky. Alcanzo mi objetivo faltado media hora para las 6 pm, me quito los jodidos lentes de lectura, que según son para refrescarme la vista, pero que en mi opinión no sirven para ni una merda.

Busco a Victoria con la mirada, ubicándola de pie tratado de alcanzar una caja de papeles que el decano nos dio el Miércoles con documentos, aun estando de puntas no alcanza el objeto —seguramente si tuviera los tacones si lo tomaría, pero como tiene el hábito de andar descalza—, la figura de su cuerpo en ese vestido y en la posición en la que está, joder, repercute directamente en mi miembro, y es inevitable no reprenderme, ¿para qué mierdas la subí ahí?

Ah, sí.

Para verla tratando de alcanzarlo.

—Déjame ayudarte... —sugiero levantándome de donde estoy sentado.

Niega sin voltear a verme y me tomo mi tiempo para acercarme, grabando en mi memoria su majestuoso trasero envuelto en esa tela.

Es hermoso y lo deseo.

Cuando estoy lo suficientemente cerca, su mano logra jalar una esquina de la caja y está, se deja venir hacia nosotros. Trato de evitar que le dé en la jodida frente, y en ese intento me quedo con la caja, pero no con los documentos que mantiene a dentro, ocasionado que una lluvia de hojas sede sobre su cabeza.

¡No! —gime.

Y basta solamente eso para que mis impulsos perversos quieran irse sobre ella. Bufó fastidiado, me molesta la facilidad con la que logra reacciones en mi cuerpo.

Ti succede da testardo... —pronuncio en italiano.

Pongo la caja sobre la mesa del lugar, observado el montón de hojas regadas en el piso.

Merda, más trabajo sin paga.

Voy a acuclillarme para comenzar a recogerlos, pero me detengo al verla que no se mueve ni me da la cara.

» ¿Estás bien?

Victoria James se gira con esos ojos verdes suyos que tanto me ponen. Pero, ¿de ella qué no me pone? Sea su boca, su leve olor a caramelo, su cuerpo, su personalidad, su forma de opinar o de llevarme la contaría, su rostro, toda ella tiene el mismo efecto: erecciones y latidos acelerados de mi pito y corazón.

¿Hay algo en ella qué no me haga reaccionar como puto puberto?

No lo sé, y si lo hay creo que aún no lo he encontrado.

—Ya no lo soporto más —murmullo exasperada.

Junte mis cejas en confundido, ¿qué no soporta? ¿También le duelen las bolas de tantas erecciones sin liberación?

Sacudo la cabeza, porque no debe de estar refiriéndose a la tensión sexual en el ambiente o al deseo arrollador que brota dentro de estas paredes, ni cuenta debe de darse de que existe.

Tonta tentazione.

—¿Qué no soportas?

—¡Está situación! ¡Ya no aguanta las ganas que tengo de lanzarme sobre ti! —explota, dejándome en estado de sorpresa—. ¿Acaso no sientes la maldita atmósfera sexual que siempre está rodeándonos?

¿Qué ha dicho?

Dime qué esto no es un puto sueño.

—¡No, italiano estúpido! —me responde. Mierda, pensé en voz alta—. Mejor dime qué jodido vamos hacer con esto...

Oh, dolcezza, ¿qué no haremos?

Impetuoso Deseo © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora