𝟑. 𝐃𝐀𝐍𝐂𝐈𝐍𝐆 𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐒

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DEMONIOS DANZANTES


—¿Por qué estoy aquí? —preguntó Rosalind con cautela, humedeciéndose los labios con la lengua en un intento de reducir la repentina sequedad. Sin embargo, el movimiento no pasó desapercibido para Tom, que observó su boca durante un milisegundo antes de aclararse la garganta y alejarse un poco más de ella.

—Sí, Rosalind, ¿por qué estás aquí? ¿Qué te trae a la Mansión Malfoy esta noche? —preguntó, analizando sus ojos que la perforaban el rostro. Si no hubiera estado tan acostumbrada, mentirle a Tom habría sido extremadamente difícil—. Estoy bastante seguro de que no recibiste una invitación a este baile de máscaras.

La heroína francesa enarcó una ceja, fingiendo sentirse ofendida por su declaración.—¿Estás tratando de decirme que no soy bienvenida aquí, Riddle?.

—¿Bienvenida? No. No solicitada, sí.

Ella se quedó sin aliento ante su rudeza, sus labios apretados en una delgada línea después de escuchar sus palabras. Rosalind no esperaba tal comportamiento. Él no necesitaba ser un idiota, pero de nuevo, ¿cómo se suponía que debía tratar a su ex amante?.

La palabra le pesaba. Pesada en el sentido de que le provocó un dolor en el pecho cuando recordó lo que habían sido. En el fondo, estaba segura de que lo que tenían nunca podría repararse. Y todo era culpa suya.

Rosalind fue la que lo abandonó. Con su partida cavó un hoyo enorme, dejándolo luchando por aferrarse a lo que quedaba de su alma. Las últimas onzas de su humanidad se evaporaron cuando ella le rompió el corazón, destrozándolo en el proceso. Por una vez se sintió verdaderamente amado, como si alguien pudiera hacer que el infierno se desatara por él por puro amor; no por miedo. Pero cuando la única persona por la que se había preocupado de manera perversa desapareció, Tom comenzó a despreciar la noción del amor.

Cuando era más joven, especialmente durante su adolescencia, Tom tenía miedo del amor. Le aterrorizaba esa cosa que podía quemar el mundo pero hacerlo parecer el paraíso. El amor era agridulce, había llevado a la muerte de su madre, también a la destrucción de su corazón. Pero más tarde, se convirtió en algo mucho más, se convirtió en odio, en un absoluto desprecio por la idea. Después de todo, no era más que una idea. El amor no era real para él.

Y si así fuera, entonces el amor no importaba en lo más mínimo.

—Puedo irme, si eso es lo que quieres... —La interrumpió cuando ella procedió a levantarse, agarrándola del brazo y obligándola a sentarse en el sofá nuevamente.

—Estás evadiendo la pregunta, Rosalind —sus ojos brillaban, ávidos de información, de respuestas—. Seguramente debes saber que estoy muy lejos de ser tonto, amor.

Ese apodo. Ese maldito apodo. Resistió el impulso de temblar y centró su atención en el anillo que llevaba en el dedo.

—Quería visitar Inglaterra después de tanto tiempo. Extraño este lugar, los lugares, la gente.

Rosalind lo miró a los ojos y se dio cuenta de los círculos apenas visibles que colgaban debajo de los iris brillantes. Sus palabras tenían un leve deje de cadencia, algo causado por haber hablado solo francés durante años.

—Mentirosa.

Sí, era una mentirosa. Las mentiras confusas que salían de su boca como epítetos desagradables le quitaban el éxtasis. Lo peor era que él lo sabía. Sabía que su reaparición de esa manera debía haber tenido un motivo oculto.

—¿Por qué otra razón elegiría venir?.

Él sonrió con complicidad y extendió los dedos para jugar con los tirantes de su vestido. Rosalind tragó saliva cuando él los enganchó en la fina tela, y su piel rozó la de ella de vez en cuando.

THE DARK SIDE 2 | TOM RIDDLE ✓ [X]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora