Capítulo 10: Liberación

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Parte 1

El mundo estaba muriendo.

Tom observó, desapasionado, cómo la gente gritaba abajo, intentando apagar las llamas. Se arremolinaban en una danza frenética: algunos agitaban sus varitas desesperadamente mientras otros —muggles— intentaban golpearse con su propia ropa. Era divertido, y debería haberse reído, pero ninguno de sus músculos faciales se contrajo.

No sentía nada. No había emoción ni alegría, ni ira ni un interés genuino por lo que estaba sucediendo. El mundo simplemente tenía que morir, y él tenía que ser quien orquestara su fin. Él era inmortal, esos insectos no. Él tenía un poder con el que ellos solo podían soñar, y si decidía que era hora de poner fin a todo, que así fuera.

Cada vez caían más personas, que seguían ardiendo pero ya no gritaban. Todos se estaban volviendo negros, quemados hasta quedar en brasas, y su negrura infectaba el suelo donde caían. Sus enredaderas se extendían con avidez, atrapando a los que todavía corrían y envolviéndolos en un nuevo muro de fuego.

Londres, Inglaterra y luego todo lo demás. Ése era su plan. Así tenía que ser. Si su mundo desaparecía, nadie más podría disfrutar del suyo.

Tom levantó su varita y miró a las masas. Desde donde él estaba, todas parecían diminutas, lo que solo subrayaba su insignificancia. Debajo de sus pies, allí era donde pertenecían. Allí era donde encontrarían su abrasador final.  

—Cuidado —dijo una voz. No, no era una voz. Era la voz.

Lentamente, sin poder creerlo, Tom se giró a medias en su dirección y se quedó sin aliento.

Harry. Con la capa que Tom le había regalado una vez, y una triste sonrisa en los labios. Parecía grabada en ellos, dándole a su rostro un aspecto etéreo de melancolía.

—Estás demasiado cerca del borde —dijo en voz baja—. No quiero que te caigas. Siempre has tenido miedo a las alturas.

Tom quería llorar. Todo su cuerpo temblaba y un sollozo horrible se quedó atascado en algún lugar de su garganta.

—No contigo —susurró. Su voz era apenas audible, pero sabía que Harry lo oiría; siempre lo hacía—. Nunca les tuve miedo contigo.

De repente se dio cuenta de que estaba en la casa del árbol. Allí estaba él. Y Harry estaba allí con él, viendo el mundo arder, pero sin importarle. Solo preocupándose por él.  

Quería quedarse allí para siempre. ¿Por qué no lo había hecho? Si nunca hubieran regresado a la ciudad... si Harry nunca hubiera hablado con Dumbledore...

El arrepentimiento amenazaba con ahogarlo. Debió haberse reflejado en su rostro porque Harry le dedicó otra sonrisa melancólica antes de que su imagen parpadeara y se desvaneciera lentamente.

—¡No! —gritó Tom—. ¡No te vayas! ¡Quédate conmigo, quédate conmigo, quédate conmigo!

Se lanzó tras Harry, pero descubrió que el suelo ya no estaba allí. La casa del árbol desapareció junto con él, llevándose todos los recuerdos que habían creado juntos, y Tom estaba cayendo en la nada, enredándose con ella, convirtiéndose en ella.

Abrió los ojos y permaneció un rato mirando el techo, sin emitir ningún sonido, ni siquiera respirando. Luego se levantó, se duchó, desayunó sin sabor y se dirigió a la sala, donde lo esperaba una montaña de libros.

Volvió a su investigación.

***

What He Grows To Be (traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora