I. quiero abrazarte

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Marcos se quedó festejando con sus compañeros, pero para sorpresa de Enzo, volvió antes de lo esperado. Y no tan borracho como esperaba.

—¿Qué hacés acá? —le preguntó Enzo apenas lo vio entrar.

—¿Ahora no puedo estar con mi marido? ¿O esperabas a alguien? —se burló Marcos.

Enzo se acercó para abrazarlo, con un poco de miedo. Marcos besó su frente.

—No podía quedarme sabiendo que estabas mal —dijo Marcos al separarse.

—No era necesario que vinieras por mi culpa —le dijo Enzo.

—Ya sé —sonrió su marido—, pero quería venir y estar con vos.

—¿Por? —susurró Enzo.

—Porque sé que estás mal —dijo Marcos, agarrando su cara y dejando un dulce beso en sus labios—. Y no quiero verte mal.

—Te amo —dijo Enzo contra su boca, y Marcos sonrió. Enzo lo miró sintiendo que se derretía.

—Amo que me mires así —dijo Marcos, deslizándose entre sus brazos para alejarse—. ¿Y Berna?

—Dormido —respondió Enzo, yendo a mostrarle.

—Aww, mi vida —sonrió Marcos.

Enzo frunció el ceño, acercándose para abrazarlo por detrás. Marcos se rió en sus brazos mientras salían de la pieza.

—Te amo, mi celosito —sonrió Marcos, besándolo al salir.

—Y yo a vos, nene —dijo Enzo.

Marcos lo tiró al sillón con el abrazo que le dio, y Enzo se rió contra su hombro. Podían pasar por muchísimas malas como ahora, pero estar en los brazos de Marcos generalmente lo calmaba.

—Enzo. —Marcos, notando cómo estaba el mayor, lo empezó a llamar y sacudir para que volviera a su lado. Algo que odiaba de todo lo que habían pasado, era eso: cuando Enzo se perdía en su mundo y pensaba en eso, porque siempre iba a terminar con el ex jugador llorando desconsolado en su pecho. Y odiaba ver a Enzo llorar.

Enzo soltó un pequeño sollozo mientras lo abrazaba. Ese era el primer paso de la secuencia que más odiaba Marcos, y esta vez estaba decidido a que no pasara.

—Enzo. —Lo empezó a llamar con más brusquedad y a moverlo.

Enzo lo miró entre sollozos, abrazándolo más fuerte. Marcos aguantó sus propias lágrimas: ahora no era momento de llorar, tenía que consolar al amor de su vida, no llorar al ver cómo estaba.

—P-Perdón, perdón —sollozaba Enzo. Y aunque escuchar eso terminó de destruir a Marcos, se mantuvo fuerte.

—No es tu culpa —le dijo Marcos, y no le salió con la voz firme que quería. Le salió una voz toda rota.

Quería cuidar a Enzo, pero ¿cómo lo hacía si a él le dolía más todo lo que estaba pasando?

Sólo quería que Enzo estuviera bien, que dejara de despertarse llorando por las noches debido a las pesadillas que tenía. Encima, se había enterado hacía poco de algo que le habían hecho a su marido cuando jugaba en el Benfica. Después de mucho, se había enterado de la razón de su brusco cambio y no le gustó nada. No le gustó todo lo que había sufrido y que le habían hecho (ni el hecho de que lo hubieran tocado como lo hicieron, pero eso no lo dijo).

Inconscientemente, apretó a Enzo más contra él.

—Estoy con vos —le dijo—. Te voy a cuidar siempre.

Enzo se aferró a su remera mientras lo miraba.

—¿Siempre? —sollozó.

—Siempre. No voy a dejar que te hagan nada, no voy a dejar que nadie más te toque. Como te prometí cuando nos casamos, ¿te acordás?

Enzo sonrió entre lágrimas, que se empezó a limpiar. Se lo había prometido después de que él le haya contado lo pasado en Portugal.

—Marcos —lo llamó Enzo luego de un rato.

Marcos se limpió una lágrima traicionera, y lo miró, intentando hacer ver que estaba perfecto. Pero claro, Enzo lo tenía que notar.

Enzo se mordió el labio y lo abrazó. Eran pocas las veces que veía a Marcos llorando, generalmente a escondidas de él.

—Sabés que podés llorar —le susurró, aunque no fuera eso lo que quería decirle.

—Ya sé y no quiero —respondió Marcos, sonriéndole—. Estoy bien.

Pero era mentira. Era mentira porque ni el mismísimo Marcos Rojo podía estar bien después de perder cuatro bebés.

Pero le daba igual, porque lo que menos quería era ver la carita de preocupación que tenía Enzo en esos momentos.

—¿Y si no resulta y nunca podemos...? —susurró Enzo.

—No importa —negó Marcos, mientras lo besaba. Pero era mentira, sí importaba.

Si no importara, esa noche no hubiera llorado tanto en el baño cuando Enzo estaba dormido. A él también le dolía, pero no lo demostraba porque ¿quién cuidaría a Enzo cuando se rompía si Marcos se rompía con él como de verdad quería hacer? Él era el único que lo cuidaba, los boludos de River de los que Enzo siempre hablaba hacían todo menos eso. Esos boludos no se daban cuenta de lo roto que estaba Enzo.

«Si yo no lo cuido, ¿quién lo hará?» pensó mientras lloraba. No quiso ni pensar en la respuesta, porque se le vino a la mente todo lo que le pasó a Enzo cuando no estaba a su lado.

Paternidad [Estando Juntos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora