Héctor no pudo proporcionarles las copias hasta el día siguiente (ya sabéis, fotocopiar docenas de hojas de archivos sin que ninguno de tus compañeros se entere es complicado, y más si tu nuevo jefe te odia por hacer eso).
Las chicas estaban cansadas. No habían podido dormir bien. Bueno, hay que admitir que no fue porque no pudieran, sino porque su mente no les dejaba hacerlo (lo que viene a ser lo mismo).
Las trataron bien. Les habían traído mantas y almohadas. Eran del motel de la Ramona. Las reconocieron al instante. También les habían traído snacks del supermercado de la Valeria.
Bueno, al menos tenían amigos en ese pueblo, ¿no?
Al menos no estaban completamente solas en aquel embrollo.
Al menos no las habían acusado de asesinato. Ah, no. Eso sí lo habían hecho.
Cuando Héctor les hubo traído los documentos, un rato después del desayuno, las chicas se sentaron en círculo alrededor de los papeles.
Si no hubiesen llegado a estar en una celda y hubiesen tenido además de los papeles, post-its, rotuladores, bolígrafos y subrayadores, cualquiera podría pensar que eran un grupo de adolescentes estudiando. Tan solo tenías que ver el moño alto de Nicole, la típica coleta alta de Irene, el pelo despeinado de Suárez y la trenza imperfecta de Sofía para no desconfiar de la comodidad que irradiaban las chicas. Que sí, que estaban acusadas de asesinato, pero ni llorar ni estresarse arreglarían nada. O eso se decían así mismas. Esperaban tener razón y que todo salga bien.
Qué irónico todo.
Antes de que empezaran a leer los documentos (tras meditaciones a lo zen), Héctor se aclaró la garganta, cortando ese ambiente cargado que se había empezado a formar alrededor de las chicas.
Ellas lo miraron expectantes. A él le costó pronunciar lo que tenía en mente.
—¿No queréis llamar a vuestros familiares?
Ay, ni siquiera habían pensado en ellos.
A ver, normal, ¿no? No es que sea la mejor de las noticias que dar, esa de: "Hola, mamá, estoy encarcelada en un pueblo medio perdido. ¿Qué por qué? Ah, bueno, han matado al jefe de policías y dicen que hemos sido nosotras. No, no te preocupes. Bueno, sí. Parece serio. Vendrá un abogado. No, no vengas. Muchas horas de viaje. Seguro que lo resolvemos. Bueno, no estoy tan segura. Ya te llamaré. Que no vengas, que es una pérdida de tiempo. Llama a nuestro abogado si quieres, pero que no, que no hace falta que vengas. Luego te llamo. Que sí, mamá. Yo también te quiero. Te quiero muchísimo, mamá. Sí, estaré bien".
No, no era buena idea. Pero era lo que iban a hacer, tarde o temprano, ¿acaso no es cierto? Mejor que se enteren por ellas que por la prensa. Además, ellas no habían hecho nada malo, ¿verdad? Entonces, si eso cierto de que la verdad siempre sale a la luz, al final se sabrá que ellas no hicieron nada, ¿no?
Dicen que la mentira tiene las piernas cortas, pero haber, que lo que estaba pasando no era específicamente una mentira, pero tampoco es verdad lo que está pasando así que... Que sí, que les tocaba llamarles.
Ojalá no se preocupen demasiado. No soportarían sentir su miedo.
La primera en llamar fue Suárez. La llamada fue corta. No hubo muchos miramientos, y sería mentira decir que el padre de Suárez no se alteró ni tuvo miedo por su hija, pero sería mentira también decir que demostró afecto o emociones respeto a la noticia. Sus últimas palabras fueron: "Estarás libre pronto". ¿Qué significaba eso, exactamente? No lo sabía, pero si su padre el abogado lo decía, seguro que era verdad. Suárez confiaba en su padre, y su padre en él mismo también.
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No fuimos nosotras
Teen FictionUn grupo de amigas tiene una entrevista de modelaje en Madrid. De camino a la capital, se les avería el coche y acaban pasando la noche en el motel de un pueblo. Al día siguiente y con el coche ya arreglado, deciden marcharse, pero la policía las de...