Capítulo 12

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Ya lo sé, querido lector. Estás confundido. Ni siquiera tú has conseguido adivinar quién fue el asesino (a lo mejor sí). Y, sí, allí pone ADIVINAR. Porque eso es lo único que puedes hacer. Así lo hizo el asesino. ¿Crimen perfecto? No diría tanto, pero sí bien planificado, con todos los detalles medidos y todos los escenarios claros.

Así lo hizo el asesino. Ni tú, ni nadie debía conocer su identidad. Menos yo, claro. Yo soy especial.

Yo te contaré su historia.

Todo comenzó en esa clase de bachillerato. Mira, mira muy bien, que el asesino quería con locura a sus amigas. Mira, mira bien, que habría hecho lo que fuera por ellas. Qué pena, la verdad, que ellas no se dieran cuenta.

El asesino lo intentó, ¿vale? De verdad que intentó perdonarlas. Pero es que ver que la razón de tu vida no te presta la atención que necesitas, que infravalora tus sentimientos, que actúa como si tú no existieras, que habla de ti como si nunca te hubiera querido de verdad... Eso duele, ¿de acuerdo? Duele mucho.

Y, aun así, no se rindió fácilmente. Siguió intentándolo. Se culpaba a sí mismo. ¿Era él quién no merecía el amor? ¿Era él quien no sabía lo que era la amistad? ¿Era él quien exigía demasiado? ¿Era su culpa?

Pero es que no lo entendía... De verdad, que no lo hacía. ¿Cómo llamar su atención? ¿Cómo explicarles lo que sentía sin sentir después que no le hacían caso?

Tardó en darse cuenta de que nunca le harían caso.

Y todo ese dolor que sintió al principio se convirtió en ira.

Tardó. Tardó en transformarse. Tuvo que asimilar lo que estaba pasando, y asimilar que ellas no le querían como él a ellas.

Pero el daño fue irreversible. Por mucho que le invitaran a sus fiestas y a sus quedadas, ya no significaba lo mismo.

Ya no sentía lo mismo.

Poco a poco, fue desapareciendo de sus vidas, pero dejando un pequeño rastro en ellas.

Al principio solo tenía pensado alejarse de todo ese ambiente doloroso, pero no fue hasta cuando viajó y lo conoció hasta que se dio cuenta de que en vida podía hacerles pagar.

¿Se lo merecían? Sí, mucho. ¿Pero cómo pagarían? Arrebatándoles su felicidad. Haciéndoles perder sus ganas de vivir. Justo como habían hecho ellas con él.

No necesitó más que un par de documentales sobre asesinos para darse cuenta de que eso era lo que tenía que hacer.

Planear el crimen perfecto. ¿Cómo lo haría? Bueno, no hace falta explicar los perversos e inacabables pensamientos que tuvo que llevar a cabo para ello. Vayamos al grano, ¿sí?

Bueno, más o menos.

No las mataría a ellas. Obviamente. Eso no las haría sufrir. Y si las mataba haciéndoles sufrir... No, no, eso no. No sería capaz. Él es demasiado bueno para hacer algo así.

Entonces tenía que matar a alguien al que su muerte afecte a todas las chicas. ¿Quién? Nadie la convencía... ¿Y si fuera alguien que no esté conectado con ellas? ¿Y si les inculpaba de su muerte?

Así le surgió la idea.

Eligió un sitio en azar en el mapa, estudió la población y todo lo que tenía que ver con él... Sí, este pequeño pueblo le servía. ¿A quién podía matar? Antes de matarlo, obviamente, debía conocerlo al menos un poco. Por eso, tuvo que ausentarse un par de veces para ir al pueblo ese y estudiar a quién mataría.

Raúl fue su decisión final. ¿Por qué? Ni el asesino mismo lo sabe con exactitud. Tan solo lo vio y decidió que sería él.

Ahora ya tenía a quién matar, pero ¿cómo inculpaba a las otras del crimen? Fue recogiendo las pruebas, una por una... Los antiguos protectores dentales de una, un mechón de pelo de la otra, un cuadro de una, las llaves del coche de alguna... y la lista sigue.

sigue.

Pero ahora que tiene las pruebas, ¿cómo las dirige hacia el pueblo?

Fácil, no tardó demasiado en aprender lo necesario de su pareja y poder trucar el coche de Sofía y hacer que el GPS las desvíe.

También fue fácil convencerlas de que hicieran el viaje. Un par de sitios web falsos, la promesa de una entrevista y un viaje divertido... Qué pena que no lo fuera realmente.

Acceder al motel, colocar las pruebas... Sí, pasó completamente desapercibido. De verdad, lo mucho que cambia una persona al ponerse una peluca y un poco de maquillaje... Y con un traje de limpiadora también pasa la gente desapercibida. Fue tan fácil romper un par de tuberías, crear una distracción y colocar la nota. Fue tan fácil, de verdad que sí. ¿Por qué la gente estaba tan ciega?

Darle la grabación a Suárez sin que las demás se dieran cuenta fue estúpidamente fácil. Trucar las cámaras de seguridad y poder observar la desesperación de las chicas no tan fácil, pero no costó tanto.

Sobornar al Inspector, estropear los archivos de la abogada, susurrarle un par de cosas al juez... Todo eso vino después.

Después del juicio, se mudó a Roma y no volvió a pisar España.

Si el asesino se hubiera arrepentido al ver a todas las familias llorando, al ver que las chicas nunca volverían a salir, al ver que había cometido una locura, a lo mejor las cosas podrían haber acabado bien. Qué lástima que no se hubiera arrepentido. Qué lástima. Qué lástima, qué lástima.

Nunca la atraparían. Nunca se sabrá la verdad. Nunca. Ella vivirá tan cómodamente, de verdad.

¿Ya sabes, lector, quién fue? Por si no te ha quedado claro, no te preocupes, yo te lo digo:

Fue Saray.  

No fuimos nosotrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora