HABÍAN TRANSCURRIDO tres largos años desde que Dahlia Evans entró a la escuela de Hogwarts y conoció a los que serían, hasta el final, sus mejores amigos. Con cada año que pasaba, los lazos se fortalecían, pero había algo que Dahlia realmente detestaba: las despedidas. No importaba cuántas veces lo hiciera, el sentimiento de dejar atrás a su familia no se volvía más fácil.Ella siempre había sido muy unida a su padre y a su madre. Sus padres habían sido sus mejores amigos durante toda su vida. Estuvieron ahí en sus tropiezos, en sus triunfos y hasta en los momentos en que no tenía deseos de hacer nada. En cada etapa que había atravesado, ellos estaban allí, apoyándola incondicionalmente, y ese era un agradecimiento eterno que ella les guardaba en el corazón. Sabía que no podría haber tenido mejores padres, no solo para ella, sino también para sus hermanas.
Odiaba despedirse de ellos, aunque siempre sabía que los volvería a ver. El dolor de estar lejos se mezclaba con la certeza de que algún día todo tendría su fruto. Los sacrificios, las distancias, eran solo temporales. Así se consolaba mientras se encontraba junto a su familia en la estación de tren, enfrentando la pared que la llevaría a la estación 9¾, preparada para comenzar su tercer año en Hogwarts.
El sol brillaba a través de las nubes dispersas, iluminando las caras de las personas que, como ella, se preparaban para un nuevo curso lleno de promesas y aventuras. Dahlia recordaba vívidamente la primera vez que dejó atrás a su familia para embarcarse en su vida mágica en Hogwarts. El sentimiento de vacío que le consumió durante meses fue difícil de sobrellevar, pero afortunadamente, el grupo de Gryffindors con los que se había hecho amiga llenó ese vacío de manera inesperada.
Le contaba todo a sus padres, o al menos casi todo. Los mantenía al tanto de sus amistades, de sus estudios, de los paseos por los terrenos del castillo. Pero había cosas que prefirió callar, como sus enfrentamientos con los matones de Slytherin. No era que le importara lo que decían de ella, pero no quería preocupar a sus padres con los problemas que se creaban al defenderse. Eligiendo sus batallas, se había hecho un lugar entre sus compañeros, pero aún así, las peleas no eran algo que sus padres necesitaban saber.
—Aquí vamos de nuevo —pensó con un toque de melancolía mientras miraba a sus padres. Sabía que otro año escolar traería consigo exámenes, deberes y el estrés de las materias nuevas, pero también un sinfín de aventuras. Como si su madre lo supiera, Elizabeth le ofreció una sonrisa tranquilizadora que, como siempre, lograba apaciguar su corazón. A su lado, Lily, con un leve asentimiento, le indicó que ya era hora de irse.
—Gracias por traernos. Los amo demasiado. Espero verlos en Navidad —dijo Dahlia con una voz entrecortada, abrazando primero a su madre y luego a su padre.
—Nosotros también, querida —respondió Elizabeth Evans, besando la frente de sus dos hijas—. Recuerden siempre portarse bien y que pueden escribir cuando lo deseen. Les deseo un buen año.
—Y recuerden —intervino William Evans, sonriendo mientras abrazaba a su esposa—, siempre pueden volver a casa si lo necesitan. Aquí estaremos, esperando.
—¡Adiós! ¡Los extrañaremos! —exclamó Lily, tomando su carrito y colocándose en posición para atravesar la barrera.
—¡Ya los extraño! ¡Byeee! —gritó Dahlia, riendo mientras cruzaba la barrera tras su hermana, sintiendo un leve mareo al llegar al otro lado. Esa sensación nunca dejaba de ser extraña.
La estación de King's Cross estaba repleta de estudiantes y familias. A lo lejos, el tren de Hogwarts esperaba con su silbido característico. Lily miró a su hermana y le sonrió.
—Vamos, Lía. Tenemos que juntarnos con Severus —le dijo mientras ambas subían sus baúles al tren y comenzaban a buscar el vagón donde su vecino y viejo amigo debía estar esperando.
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𝘉𝘭𝘢𝘤𝘬 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦
Fanfiction𝘿𝙖𝙝𝙡𝙞𝙖 𝙀𝙫𝙖𝙣𝙨, 𝙇𝙖 𝙝𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙖 𝙥𝙚𝙦𝙪𝙚ñ𝙖 𝙙𝙚 𝙇𝙞𝙡𝙮 𝙚𝙣𝙩𝙧𝙖 𝙖𝙡 𝙘𝙤𝙡𝙚𝙜𝙞𝙤 𝙃𝙤𝙜𝙬𝙖𝙧𝙩𝙨 𝙙𝙚 𝙢𝙖𝙜𝙞𝙖 𝙮 𝙝𝙚𝙘𝙝𝙞𝙘𝙚𝙧í𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙡𝙪𝙚𝙜𝙤 𝙘𝙤𝙣𝙫𝙚𝙧𝙩𝙞𝙧𝙨𝙚 𝙚𝙣 𝙢𝙚𝙟𝙤𝙧 𝙖𝙢𝙞𝙜𝙖 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙚𝙣 𝙚...