𝟎𝟐

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Ya iban unos meses de clases y la rutina de Hogwarts seguía su curso habitual, pero algo había cambiado para Dahlia. Aunque sus amigos seguían haciendo bromas y planeando travesuras, ella se había enfocado más que nunca en sus estudios. Mientras ellos conspiraban en sus esquinas habituales, ella estaba atrapada en pilas de libros y tareas que la profesora McGonagall le había dejado. No es que hubiera perdido el interés en pasar tiempo con sus amigos, pero algo dentro de ella había cambiado desde aquel viaje en tren al comienzo del curso.

Aquel día, mientras fingía estar dormida en el tren, había escuchado lo suficiente para que sus pensamientos no dejaran de atormentarla desde entonces. Sirius, con su típica despreocupación, había descartado la idea de estar con ella de una manera que no fuera estrictamente amistosa, casi como si la idea fuera absurda o peor, indeseable. Lo había dicho con tanta facilidad, incluso comparándola con Salie, y esa comparación la había marcado de un modo que ni siquiera ella entendía del todo. No estaba enamorada de Sirius... ¿verdad? Aun así, sus palabras le habían dejado una sensación de vacío. ¿Por qué le importaba tanto lo que pensaba?

Desde entonces, Dahlia había preferido mantenerse algo alejada. Necesitaba espacio para ordenar sus pensamientos y concentrarse en sus cosas. Aunque aún se reunía con Jess, quien últimamente parecía estar siempre cerca, notaba que la dinámica con él había cambiado. Jess la miraba de un modo diferente y, a pesar de que al principio pensaba que solo la veía como una amiga, ahora no estaba tan segura. No le molestaba del todo. Jess era amable, siempre dispuesto a escucharla y, sobre todo, la hacía reír cuando más lo necesitaba. Quizás eso era lo que más valoraba: la sensación de ser apreciada sin ningún esfuerzo de su parte.

Ese domingo, sin embargo, algo en su interior la empujó a salir de su aislamiento. Era el primer fin de semana del mes, lo que significaba que, según la tradición, irían a Hogsmeade a tomar una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas. Aunque había estado distanciada de sus amigos en los últimos meses, necesitaba relajarse y olvidarse de sus preocupaciones. Por eso, los esperaba en la sala común de Gryffindor, pensando que un poco de distracción no le vendría mal.

Remus fue el primero en saludarla cuando llegaron.

— Hola, Lía —dijo, con esa calidez tan característica suya.

— Hola, Remus —respondió ella, esbozando una leve sonrisa.

Sirius y James estaban más atrás, enfrascados en una conversación que parecía de lo más importante. Peter, como siempre, les seguía en silencio, comiendo algún dulce que había sacado de su bolsillo. Todos parecían despreocupados, en su propio mundo de bromas y planes.

— ¿Dónde está el mapa? —preguntó James de repente, con un toque de ansiedad en la voz.

Dahlia, sin decir nada, levantó la mano y les mostró que ella lo llevaba. Ambos chicos soltaron un suspiro de alivio.

— Qué haríamos sin ti, mi Dahlia de mil colores —dijo Sirius con una sonrisa despreocupada, haciéndola reír sin querer.

Pero lo que ocurrió después la desconcertó.

— Bueno... me voy yo. Pásenlo bien —añadió Sirius de repente, girándose para salir.

Dahlia frunció el ceño. No era típico de Sirius perderse una salida para tomar cerveza de mantequilla. Intrigada, pero intentando no demostrar demasiado interés, preguntó con indiferencia:

— ¿A dónde vas, Canuto?

— Ah, es que Salie me invitó a su habitación... ya sabes, estará sola —respondió él, levantando las cejas con una expresión que dejaba claras sus intenciones.

Dahlia asintió lentamente, diciendo un simple "Ah" antes de comenzar a caminar hacia la salida. No sabía por qué le molestaba, pero un nudo se formaba en su garganta. No debería importarme, se repetía una y otra vez, pero la incomodidad persistía. Quizá lo que necesitaba era una cerveza de mantequilla para aclarar sus pensamientos.

𝘉𝘭𝘢𝘤𝘬 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora