15.- Alcohol mata neuronas.

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Dejé a Nacho en su casa por ahí de las 5 p.m. y fui hacia la casa de Pablo. Debe saber el daño que ha hecho antes de volver con esa chica.

–¡Marizza!– una voz sonó a mis espaldas y me volteé rápido.

–Mia, ¿qué haces acá?

–¿Qué haces vos acá? Es tarde.

–Iba a buscar a Pablo.

–¿Para?

–Oh, si, lo olvidé.– rasqué mi nuca– Por estar con Nacho olvidé contar todo.

–Contame, dale.- le conté todo y ella no cerraba su boca de la impresión– ¿Todo eso en una mañana?

–Si, lo sé. Creo que me dio jaqueca.– cerré los ojos.

–¿Y para que vas con él?

–Le voy a decir sus verdades.

–No, no hagas nada.

–¿Por qué no?

–¿Te olvidaste que después de eso ya no ibamos a hablarle?

–Debo hablar con él sobre otro tema.

–¿Otro tema?

–Si. Es algo que me dijeron hoy.

–De acuerdo...¿Por eso ibas a su casa?

–Si.

–Bueno, entonces te dejo.– besó mi mejilla despidiéndose.

–¿Vos a donde vas?

–Estuve con Manu y mi casa está más atrás. Ya voy de regreso.

–¿Sola?

–Si. Es que discutimos.– habló en voz baja.– ¡Es una idiotes!

–¿Tiene solución?

–Es que no sabes...

–¡Mia, por dios, no te vuelvas a ir así!– gritó Manuel desde lejos.

–Déjame, Manuel.– Se dio la vuelta. Manuel corrió hacia nosotras y la abrazó mientras Mia luchaba por sacárselo de encima.

–Dale, mi amor, merezco tu perdón.

–Lo que mereces es una piña. Marizza– se dirigió a mi–, ve con la rubia hueca. Chao.– me dijo Mia– ¡Soltame!– río mientras Manu la cargaba sobre su hombro.– ¡Sos un tonto, amor!

–Chao, con cuidado.– nos despedimos y volví a caminar hacia la casa de Pablo.

Llegué y toqué el timbre. Pablo abrió enseguida mientras balbuceaba algo.

–¡Hola! ¿Vos queres estar conmigo?– cerró la puerta y me abrazó.

–¿Qué haces, idiota?– me lo saqué de encima.

–¡Perdoname, no me dejes, enserio! ¡¡Por favor, perdoname!!– me volvió a abrazar.

–Pablo, por dios, calmate. ¿Estuviste tomando?

–Tal vez un poco.– hizo una seña con la mano.

–No podes ser más tarado...

–Lo sé, soy un tarado, un idiota, pero no quiero que me dejes solo.

–Ni siquiera conozco a tus vecinos pero siento que alguno está dormido.– lo quise mover pero no me soltaba.– Vamos.– lo empujé. Imposible, sus piernas no se movían– Dios mío santo, ¿por qué la gente toma?– mire al cielo– No sé si llegue en un buen momento para ayudarlo o en uno malo para tenerlo encima.

Otra Cara Del Amor // Pablizza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora