───𝐒𝐡𝐢𝐞 𝐇𝐚𝐬𝐬𝐚𝐢𝐤𝐚𝐢 - 𝐅𝐞𝐬𝐭𝐢𝐯𝐚𝐥 𝐂𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥

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Tokio || 13 años Antes. . .

La noche había caído, y mientras el sol daba sus últimos rayos de luz, Sakura miraba todo desde el balcón, las luces del barrio lentamente se encendía, y lo único que miraba era Amarillo de abundancia y alegría, y Rojo de pasión y lujuria.

- ¡Sakura! ¡Apresúrate! -una mujer llamó dentro de la habitación. La niña de cabello claro y ojos azules dio un brinco, entrando inmediatamente-. Limpia tu desastre...

- ¡Si, mami! -la pequeña asintió, comenzando a recoger sus juguetes, que no eran más que una muñeca de trapo de su heroína favorita, y uno de una lechuza blanca pequeña, la cuál abrazaba cada noche, un obsequio de su padre.

Mientras Sakura guardaba sus cosas en su morral de Minnie Mouse, y limpiaba la habitación con una escoba y pala de su tamaño, miraba de vez en cuando a su madre, admirando su belleza.

Era una mujer de verdad hermosa, tenía el cabello negro y liso, piel pálida y ojos acentuados de un color azul, y su cuerpo, según lo que ha oído, era uno digno de cualquier mujer, las caderas y los pechos del mismo ancho, y la cintura pronunciada.

Miró como su madre se aplicaba maquillaje, lucía un vestido negro y ajustado, con un escote de corazón con unos encajes de decoraban su piel, era corto, por lo exponía sus largas y hermosas piernas, con unas medias del mismo color y unos tacones que la hacían ver más alta.

Luego de ordenar la cama de su madre, tomó su chaleco y se lo colocó, tomando su morral con sus cosas, parándose frente a su madre, quien aún se miraba en el espejo.

- Ya terminé, madre -dijo la niña. Su madre la miró de arriba hacia abajo, luego, hizo un ademán con su mano, permitiéndole salir.

- Sakura, no entres hasta que te lo permite -ordenó la mujer en un tono neutral, casi sin importancia.

- Si, madre... -asintió, saliendo de la habitación de su madre, para luego bajar los escalones, y esperar.

Al estar de pie, se dedicó a observar a todas las mujeres en las piernas de los hombres, por el otro lado, en las mesas redondas con los tubos conectados al techo, estaban las bailarinas, usando ropa interior, con su pecho expuesto con aceite, mientras los hombres lanzaban dinero a sus cuerpos pegajosos.

- Sakura, cariño, ¿Puedes venir aquí un momento? -una mujer detrás del mostrador del Bar pidió, tenía unas sombras azules en sus párpados, las mejillas rosadas, y los labios de un rojo intenso como las cerezas. Sakura se acercó, sonriéndole a la mujer de la noche que estaba siendo tocada por un hombre.

- Te ves linda, Sakura -replicó ella, admirando el vestido de flores que traía puesto-. ¿Traes un pantalón abajo, cierto?

- Sí, lo traigo, papá no me deja ponerme vestidos sin pantalón abajo.

- Bien dicho -asintió la mujer.

El hombre que apretaba los glúteos de la dama, miró a la niña confundido.

- ¿No es muy menor para estar en este lugar?

- ¿Pero no es adorable? -cuestionó su acompañante, sus uñas jugando con su mentón coqueta-. Cuando sea grande, de seguro tendrá muchos hombres detrás de ella.

- Si, tiene ojos bonitos -afirmó el hombre, mientras Sakura se sonrojaba, siempre recibía elogios por parte del personal del burdel, y de los clientes.

- Aquí tienes cariño, mesa 5 -dijo la bartender del lugar, entregándole a Sakura una bandeja con una caja de cigarrillos de la marca Flor de Cerezo, dos copas y una botella de champán.

- Mesa 5, entendido -la niña asintió, rápidamente dirigiéndose a dónde una dama de la noche estaba atendiendo a su cliente, quien no dejaba de tocar sus piernas y adularla-. Su pedido.

La pareja tomó las copas, y cuando Sakura estaba por irse, la fémina vestida con lencería y un kimono decorando su cuerpo, le entregó un billete en sus manos.

- Comprate unos caramelos, cariño, te lo mereces -dijo ella con un guiño, volviendo con su cliente.

Sakura sonrió y se inclinó, dándose la vuelta, cualquier otro niño preguntaría curioso lo que pasaba a su alrededor, pero ella, que había nacido y crecido en este entorno, no conoce otra cosa que no sea mujeres seduciendo a hombres, quienes les paga por tener relaciones íntimas cada noche con ellas.

Cuando Sakura estaba por seguir esperando para entregar bebidas, la puerta se abrió, y observó a un hombre alto, robusto, cabello platinado con reflejos rojos, ojos con color sangre vibrantes, y marcas escalartas en su rostro perfilado y detallado por los dioses, usando ropa negra y guantes, volviendo de su trabajo casi ilegal.

Sakura sonrió de oreja a oreja.

- ¡Papi! -ella chilló, corriendo hacia su padre con alegría. El hombre que en un inicio entró con indiferencia, mostró una pequeña sonrisa al ver a su hermosa hija, agachándose y tomándola en sus brazos.

- Lamento haber llegado tarde... -replicó su padre con voz grave, casi amigable y bastante atractiva para cualquier mujer.

- No importa, papi -dijo ella con una sonrisa, jugando con el cuello del chaleco d cuero del platinado. El hombre miró arriba con curiosidad, cruzando miradas con la madre de su hija adorada.

La mujer en un intento de coquetear con él, y tenerlo de vuelta en su habitación, le saludó con sus dedos, pero lo único que recibió de él, fue un gruñido y una mirada fría. Sin embargo, cuando él volvió su mirada a su pequeña de cinco años, a la verdadera dueña de su corazón, sonrió genuinamente, acariciando sus mejillas. La madre de Sakura apretó su mandíbula con envidia y rabia.

- ¿Vamos a comer algo delicioso?

- ¡Si! Tengo mucha hambre -asintió Sakura, aún siendo cargada por su padre.

- Que sorpresa -replicó su padre con sarcasmo, no asombrado de que su ex amante no alimente a su hija.

Sakura dio una última mirada al búrdel, antes de salir por la puerta, observó en el rostro de su madre tristeza, y rabia, lo que la hizo sentirse preocupada. Pero, su preocupación se esfumó cuando su padre encendió su motocicleta, sentándola en su asiento personal, colocándole el casco y las gafas, golpeando su cabeza juguetonamente, antes de avanzar lejos del Barrio Rojo de Tokio, y tener otra noche siendo una niña normal.

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⏰ Última actualización: Jul 30 ⏰

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