VII. Soledad

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CAPÍTULO SIETE
SOLEDAD

Para Hestia las perdidas no eran algo nuevo y aunque fuera duro de decir era algo a lo que se había visto obligada a acostumbrarse con el paso del tiempo

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Para Hestia las perdidas no eran algo nuevo y aunque fuera duro de decir era algo a lo que se había visto obligada a acostumbrarse con el paso del tiempo. Sin embargo, pese que sabía que las perdidas eran difíciles de evitar, eso no quería decir que no siguiera doliendo. A pesar de los años, seguía doliendo como el infierno y esta vez no era la excepción.

Su relación con su abuela siempre había sido lo suficiente buena como para que Hestia sintiera un vacío, como si parte de su alma hubiera sido arrancada. Después de todo, estaba perdiendo a su figura materna más preciada, quién la había guiado lo mejor que podía y se había esforzado por hacerle saber que la amaba aunque la llenara de responsabilidades y presiones. No podía ignorar eso y, aunque sabía que el destino de la abuela siempre había sido ese, especialmente en los últimos días que se le había visto tan enferma, no podía aceptarlo todavía.

¿Quién aceptaría perder a las personas que amaba tan fácilmente? Incluso Hestia que era una mujer dura y algunas veces insensible, no podía tomarse aquello a la ligera y todavía quería aferrarse a que todo era una ilusión y que podía volver a la ala médica y la encontraría en la camilla sonriendole mientras las arrugas de su cara se acentuaban, incluso cuando ahora estaba frente a la cripta familiar donde su abuela había sido adentrada hace varios minutos atrás, descansando para siempre al lado del abuelo Blaine.

Pasó saliva para intentar aliviar el nudo en su garganta, mientras luchaba para que las lágrimas no abandonaran sus ojos porque no deseaba que nadie más fuese testigo de su dolor. Había gente por todos lados en el cementerio, su propia gente y de otros clanes, dando una última despedida a la mujer que siempre había sido cordial con todos. Varios ya estaban volviendo a la mansión, donde una reunión se llevaría a cabo. Sin embargo, Hestia no podía moverse de su lugar, no se atrevía a irse pero tampoco se atrevía a entrar y despedirse una última vez de ella, por qué sabía que si lo hacía sería el final y todavía quería aferrarse inútilmente a sus ilusiones de que la abuela aún no la había dejado.

—¿Hess? —una voz masculina la llamó.

Hestia se estremeció en su lugar al reconocer aquella voz y las lágrimas no fueron capaces de seguir siendo atrapadas en sus ojos. Fueron cayendo poco a poco por sus mejillas, mientras todo su cuerpo temblaba. Se volteó en dirección de aquel hombre, que tenía los ojos y el cabello del mismo color de su abuela, ojos dorados y cabello negro como el carbón, con el rostro tan parecido al de ella antes de renunciar a su inmortalidad que era difícil ignorar que eran hermanos. Estaba vestido con un traje negro, pero llevaba una camisa dorada con un broche en el traje del mismo color. Aquel hombre era el hermano menor de su abuela, Spencer Linux.

—Mi pequeña Hess —él murmuró, mientras la estrechaba entre sus brazos. Su tono era tan suave que era difícil de adivinar que ese hombre tenía mucha sangre en sus manos a causa de su posición como soldado de la línea de caza del clan—. Todo estará bien, Hess. Este era su deseo y tienes que respetarlo.

LOVE ME OR LEAVE ME ━ Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora