Capítulo 4: Espinita

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La mañana siguiente había llegado y, como era costumbre de Beelzebub, su primera acción fue revisar su celular esperando algún mensaje de su pareja o para su desgracia, de su trabajo.

Al leer las notificaciones, solo chasqueó la lengua molesto puesto que solo eran mensajes y correos de los bancos, tiendas departamentales y cualquier otro mensaje que reciben los adultos hoy en día.

Nada importante.

Sin más, se dispuso a enviar un mensaje a su pareja deseándole un excelente día entre otra cursilería mañanera, sin embargo, lo que llamó su atención era que los mensajes no llegaban al destinatario.

"Tal vez se olvidó de cargar la batería de su celular". Pensó sin darle muchas vueltas al asunto ya que no era la primera vez que pasaba.

Ahora, solo le quedaba asearse, beber su tan amado café y salir al infierno y sí, nos referimos al trabajo.

Al llegar y firmar su entrada, se dirigió a su oficina y leer el antecedente de un niño con parálisis cerebral, nada nuevo en su trabajo si se lo cuestionan.

—¡Hey! —una voz tan conocida y algo fastidiosa para él, le habló descaradamente para su poca fortuna, conocía de quien era dicha voz.

—¿Qué quieres, Adamas? Tengo trabajo por hacer. —sin detener su paso por el brillante suelo blanco, Beelzebub expresó su malestar.

—Detente para decirte. —enojado por el comportamiento de su amigo, aunque entendible, dijo y es que era de todos los días.

—¿Desde cuándo un enfermero general le da ordenes a un neurocirujano especialista en su área? —se detuvo y arqueó una ceja, lo había dicho con todo el afán de ofender, pero algo risible.

—¿Hasta cuándo piensas echármelo en cara? Todos somos importantes aquí.

—Ya lo sé, solo me gusta molestarte. —se encogió de hombros.

—¿Esto es por manchar tu bata con salsa? —Adamas cuestionó, parecía como una cierta venganza de parte del más bajo.

—En parte.

—Como sea, hay unos nuevos documentos sobre otro paciente que debes de analizar para esta tarde, el paciente tiene una cita contigo a las 5:00 de la tarde. —y sin más, le entregó la carpeta al hombre apodado Satanás y se encaminó a inyectar a otros pacientes.

Sin importarle lo que sucedía a su alrededor, se encaminó hacia su oficina, al llegar y tomar asiento, encendió su computadora y procedió a analizar a su nuevo paciente con auras de curiosidad. —Espero que sea un caso extremadamente raro.

Sin embargo, había algo que le incomodaba, una pequeña espinita que, con los minutos pasando se iba haciendo cada vez más y más grande.

Como si le estuvieran gritando que no todo estaba donde tenía que estar.

Nuevamente, tomó su celular y, al entrar al chat de su pareja se percató de lo mismo, el mensaje aún no era recibido, pensó en varias posibilidades, pero no lo dejaba satisfecho. Decidió, optó por realizar una llamada y así fue.

"El número que usted marcó está fuera de servicio, deje un mensaje al escuchar el tono siguiente".

—Nikola, cuando escuches esto, llámame, por favor. —desanimado por la respuesta obtenida, colgó la llamada.

Se recargó en su silla dejando salir un gran suspiro, no era la primera vez que su novio hacía algo como esto por descuido así que decidió dejar de preocuparse.

—Tendré que llamarle la atención de nuevo... En fin, el análisis del nuevo paciente dice que tiene problemas de equilibrio, convulsiones o dolores de cabeza... —todo el documento lo leía a una gran velocidad sin mencionar su capacidad de comprensión. —Estoy seguro de que debe de tener algún tumor en el cerebro. —se dijo orgulloso.

Sonrió y tomó el teléfono de su oficina llamándole al área de radiología para organizar una tomografía. Era por esa misma razón que lo habían apodado Satanás, por el simple hecho de hacer lo que quiere con o sin permiso del paciente, algunos por ahí le habían llamado "Doctor House", pero ningún apoco le molestaba.

⚡🪰

—¿Todavía no regresa el señor Tesla? —preguntó aquel hombre de aproximadamente 60 años puesto que guardó el nombre de Nikola en su memoria debido a que le había gustado para su hija, era una lastima que estuviera comprometido.

—No, señor, no ha regresado. —respondió la recepcionista de aquel pequeño hotel.

El hubiera NO existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora