Un grito ahogado saca a Katakuri de su descanso. Se levanta de la silla inmediatamente para dirigirse a la cama. El pequeño cuerpecito se retuerce en la enorme cama, temblando. El niño tiene los ojos abiertos sin ver nada.
"Despierta," por primera vez, Katakuri se da cuenta de que ni siquiera sabe cuál es el nombre del niño. "Despierta, niño, estás a salvo conmigo."
El niño no lo escucha y de su boca salen sollozos incontrolables. Katakuri chasquea los dientes y se inclina sobre la cama con vacilación. Sin pensarlo mucho, se sienta en el borde de la cama y envuelve al niño en un abrazo protector, como ha visto hacer a Chiffon con sus hermanos menores. Puede sentir el temblor de su cuerpo, su respiración irregular y sus manos aferrándose con fuerza a la chaqueta de cuero del pirata.
"Nadie te puede hacer daño aquí," le dice meciéndolo suavemente. Su tono es más bajo que nunca, casi un susurro confortante. "Mataré a cualquiera que intente hacerte daño de nuevo."
La declaración frívola hace que, lentamente, el niño comience a relajarse. Sus sollozos disminuyen hasta convertirse en suaves gemidos. Katakuri mantiene su abrazo, acariciando el cabello del niño. Toda la experiencia se siente ajena a él, como si estuviera viviéndola desde un cuerpo diferente. Katakuri nunca ha tenido intenciones de tener un hijo, y nunca ha tenido que consolar a ninguno de sus hermanos de esta manera. Sin embargo, no se siente tan fuera de lugar como podría haber pensado.
Cuando los sonidos cesan, Katakuri espera encontrar al niño dormido. En cambio, cuando lo mira, encuentra esos enormes ojos mirándolo. Los bordes están rojos y la humedad permanece en sus mejillas, pero no hay signos de cansancio en su rostro. Resignado, Katakuri se separa del niño y se levanta de la cama, consciente de que no volverá a dormir en lo que queda de madrugada.
"Salgamos a la cubierta para tomar el aire."
Katakuri se sienta en una mesita de café y el niño se tira sobre las tablas de madera mirando el cielo aún oscuro. El pirata solo dura unos segundos en silencio antes de decir:
"¿Tuviste una pesadilla?" Lo único que obtiene como respuesta es un encogimiento de hombros. Con un suspiro, dice: "Justo ayer dije que no ofrezco consuelo. Eres la primera persona que me ha hecho retractarme de mis palabras en tan poco tiempo."
Una parte de él esperaba algún tipo de reacción en el niño: cabeza gacha regañada, una pequeña sonrisa traviesa o incluso burla. En cambio, el chico se queda mirándolo fijamente durante tanto tiempo que casi cree que se ha quedado dormido con los ojos abiertos.
No lo ha hecho. De repente, el niño se levanta y corre hacia él. Se abraza a una de sus piernas con fuerza y entierra la cara en sus pantalones.
"...gracias."
La palabra suena ahogada por la tela de sus pantalones y demasiado suave, pero Katakuri la oye. Se sorprende a sí mismo cuando le pone nombre al sentimiento cálido que aflora en su pecho cuando oye la primera palabra del niño. Orgullo. Su mano se mueve sola y acaricia de nuevo el cabello del niño, confirmando que es tan suave como pensó que era cuando lo tocó durante la madrugada.
"Está bien," dice como respuesta.
No sabe cuánto tiempo se quedan así, solo que el momento se interrumpe cuando el niño levanta la cabeza de golpe y su pequeña nariz se mueve olisqueando algo como un perro. Katakuri arquea una ceja cuando el niño mete la mano descaradamente en el bolsillo de los pantalones del pirata y empieza a sacar los dulces que había guardado para comer cuando el niño no estuviera mirando. Sin pedir permiso, comienza a atiborrarse felizmente, sin síntoma de malestar alguno. El adulto resopla con diversión.
Pasa un rato hasta el amanecer. El sol saliente brilla intensamente sobre el océano, reflejando destellos dorados sobre las olas tranquilas. Los dos se quedan en la cubierta del barco, ambos inmersos en sus pensamientos. La brisa marina acaricia suavemente sus rostros, trayendo consigo el olor salado del mar. En su mente, Katakuri se pregunta si debería informarle sobre esto a su hermana menor. Necesita encontrar formas de ayudar a este niño ahora que parece estar cien por cien involucrado.
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100 días sin sonreír
FanfictionComo un molesto nubarrón eclipsando la luz del sol cuando más la anhelas; esa es la sensación que Katakuri tiene cuando conoce al pequeño Luffy. Es una pequeña cosita triste y desconsolada, su madre lo llamaría insignificante. La angustia sin igual...