Día 99.

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Luffy despierta acurrucado en la enorme cama de Kata, rodeado de suaves almohadas y mantas con olor a azúcar. Como de costumbre, su primer pensamiento del día es: necesito a Ace y Sabo. Los últimos meses han sido nada menos que una tortura física y mental para Luffy, pero no hay dudas de que separarse de sus hermanos fue la experiencia más aterradora que ha llegado a conocer. Ni siquiera la furia momentánea y la asfixiante presión que sufrió por la mamá de Kata, sea cual sea que fuera su nombre, se compara al dolor de la soledad que creía que había llegado a conocer.

El olor dulce lo distrae de sus pensamientos, y su recién recuperado apetito lo obliga a levantarse de la cama. Es la primera vez en días que despierta sin la presencia de Kata a su lado, y le avergüenza decir que lo echa tanto de menos como a sus hermanos en este momento. Mientras camina por los coloridos pasillos del castillo, reflexiona sobre Kata. Desde el momento en el que lo vio, supo que podría confiar en él. Es un buen tipo, y Luffy lo confirmó cuando el hombre le dio su comida. Ni siquiera Shanks compartía su comida, aunque mirando hacia atrás, quizás fueron circunstancias distintas.

Lo importante es que, a sus ojos, Kata es ahora lo que Shanks fue en su momento. Un salvador, una figura a seguir y lo más cercano a un 'papá' que Luffy llegará a conocer. Probablemente no lo dirá en voz alta, porque igual que Shanks era vergonzoso desde un punto de vista ridículo, Kata lo es desde un punto de vista severo. Luffy puede no ser el niño más perceptivo, pero vio ayer lo mucho que Kata se esfuerza por parecer genial delante de sus hermanos. Ace y Sabo también lo hacen a veces.

A mitad del camino hacia el delicioso olor, dos mujeres lo acorralan. Son idénticas, por alguna razón. Luffy trata de recordar sus nombres, algo como Chola y Liffon.

"¡Pequeño Luffy, estás despierto!" Exclama una de las mujeres pelirrosas. "Genial, es momento de prepararte para la fiesta del té."

Recuerda brevemente la mención de Kata sobre una fiesta del té. Luffy pensó que era ridículo tener una fiesta del té y no una fiesta de los donuts, pero en los últimos meses ha aprendido que a veces es mejor callarse.

"Ven con nosotras, ¡te pondremos muy guapo!"

Está tentado a negarse y salir corriendo a buscar a Kata, pero estas son sus hermanas. Luffy se molestaría si alguien fuera grosero con sus hermanos. Con renuencia se deja arrastrar por ellas y así, su mañana se convierte en un borrón tumultuoso que prefiere no recordar en el futuro. ¡Las mujeres incluso lo hicieron bañarse! Cuando terminan con él, parece una versión extraña de Sabo, con la camisa metida por dentro de los pantalones, que llegan hasta sus rodillas y están sujetados por tirantes. Le pusieron zapatos y todo. Zapatos.

Después de que Luffy mordió al tipo galleta, un pobre desafortunado que pasaba por allí, nadie intentó quitarle su sombrero de nuevo.

Cuando estuvo arreglado, terminó al cuidado de otro de los hermanos de Kata. Peras y peros, o algo así. El tipo galleta parece haberle dicho algo, porque el hombre parece cauteloso mientras lo guía afuera del castillo.

"Mamá ha solicitado tu presencia en la mesa principal," informa el hombre y se queda mirándolo como si esperara respuesta. Luffy solo le devuelve la mirada hasta que el hombre se rinde. "Compórtate," le advierte. "Puede que la escena de ayer le causara gracia a mamá, pero no dejará pasar una escena pública. Habrá gente importante."

Por la forma en la que le habla y lo mira con cuidado todo el tipo, Luffy supone que al tipo no le agrada mucho. Sin embargo, cuando lo deja con Branch, le acaricia la cabeza como despedida.

"¡Mírate, pareces un pequeño hombrecito!" Exclama Branch con un chillido. A Luffy le gusta aunque sea ruidosa, Kata parece feliz con ella. "Hoy tendrás incluso más dulces que ayer, pero trata de controlarte, ¿entendido?"

100 días sin sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora