"Los lazos del destino sucumben ante él "
Li Shang es un joven empresario heredero de una de las más grandes y exitosas compañías de Corea, la sangre de Alfa corre por sus venas sin embargo nunca ha podido estar con nadie, sufre de impotencia sexual...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Li Shang
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?—preguntó Lyuh.
—¿Acaso importa?
Solté una gran bocanada de aire. Lo último que me faltaba era ser interrogado también por mi amigo.
—Si viene de ti, si—comienza a tocarse la barbilla, adoptando una pose pensativa—. ¿Qué haría que Li Shang, uno de los hombres más orgullosos de toda Corea cambie de opinión?—chasque su lengua—. La verdad no te lo niego, me interesa.
La cara de Lyuh era de total humor. Lo estaba disfrutando, aún más cuando sabía que yo no era capaz de pegarle un dedo encima, solo por ser mi amigo. ¿Había hecho bien en salvarle el culo aquella vez? Me estaba empezando a arrepentir de ello.
—Dame la tarjeta y ya—dije al segundo. Mis labios embozaron una sonrisa ante una magnífica idea—, además, irás conmigo.
La cara de Lyuh había cambiado completamente, se había vuelto sería e incluso asustada.
—Yo no voy a ir.
—Lo harás.
Abrí mi Tablet sin prestarle mucha atención, era tiempo de hacerlo sufrir un poco. Lyuh era sumamente hiperactivo, hablando en cuanto a eventos sociales o socializar con gente, ese era su punto débil. Por ello, cada vez que tocaba una reunión o conferencia en dónde él se encargaba de hablar debía estar yo.
—Es eso o ir a la reunión de Estados Unidos tu solo—alcé la ceja, estaba jugando sucio, pero era la única carta que me quedaba. No quería ir solo a un burdel.
—En verdad eres el diablo en persona—suspira quitándose unas cuantas gotas de sudor que se habían acumulado en su frente para luego ponerse de pie— ¿Qué día quieres que reserve?
Mi plan era el sencillo, ir al burdel y descartar si debido al entorno algo cambiaba en mí, debía ver si mi deseo sexual despertaba. Si así era el caso, haría un contrato con la persona que haga despertar dicho deseo. Cómo había dicho el médico, solo había una pequeña posibilidad de que aquello fuera la solución de mis problemas, por lo que no debía dejarlo pasar.
