"Los lazos del destino sucumben ante él "
Li Shang es un joven empresario heredero de una de las más grandes y exitosas compañías de Corea, la sangre de Alfa corre por sus venas sin embargo nunca ha podido estar con nadie, sufre de impotencia sexual...
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Li Shang
Supe que Ghea se encontraba en la sala de juntas debido a su voz chillona, al entrar por la puerta sus ojos se fueron directo a mí. Yo, por otro lado, disimulé no haberlo visto y me senté en mi silla. Las juntas en la empresa cada vez eran más contiguas, aún más con la parte legal.
—¿Cuál es el orden del día?—pregunté dos segundos después de sentarme. A mí lado se encontraba Lyuh expectante con una carpeta en sus manos.
—La nueva inversión con Clouds S.A. y los rusos—Lyuh se aclaró la garganta—. Además deben asignarse quienes irán a Rusia para hablar con los accionistas, debemos lograr que firmen con nosotros.
—Sí, la competencia ha estado activa últimamente—mis ojos fueron hacia Do Yun, uno de los subgerentes de la empresa y el unico que había hablado.
Do Yun era unos cuantos años mayor que yo, tenía que rondar los 45 años. Era alfa y el único que mis padres habían permitido en la empresa, a pesar de ello, sabía muy bien los sentimientos de odio que tenía este hacia mí. Era de esperarse, si yo no hubiera estado en su camino el hubiera tomado el puesto en poco tiempo y en tranquilidad.
De seguro no le gustaba la idea de ser el subordinado de un hombre mucho más joven que él.
—¿Competencia?—cuestioné—. Que yo sepa, las últimas empresas que estaban cerca de nuestros números fueron sobrepasadas hace años—la comisura de mis labios se elevó un poco—, si mal no recuerdo, fué cuando usted estaba a cargo. ¿No es así?
Antes de mi padre dejara en mis manos la empresa se la había encargado a Do Yun, por lo que sí, le había quitado el tesoro incluso cuando la tenia en sus manos.
Mi comentario lo había molestado, lo sabía. Aún así, no había dicho nada, no más allá que asentir omiso. Miré a todos los demás presentes en la sala, eramos siete en aquellas cuatro paredes. Los jefes de cada área estaban callados, mudos, mirando los papeles frente a sus ojos.
—Debemos elegir a alguien de cualquier departamento para que me acompañe a Rusia, no quiero errores.
—Yo opino que ésta vez debe ser alguien de ventas.
