Hwang Hyunjin es un chico apenas universitario de 20 años amante de las ciencias. Un día en una excursión, es picado por una araña radioactiva que le aporta los poderes de esta.
Lee Felix es compañero de cuarto de Hyunjin. Ambos tienen una relación...
La frialdad de su recamara era lo único que lo acompañaba en su soledad. No podía concentrarse en nada más que no fuera sentirse culpable por como había tratado años atrás al pelirrojo que salió echando humo de aquél restaurante de comida rápida.
Sus amigos lo habían observado salir totalmente serio del baño, pero no tardó mucho en que los 3 menores de la mesa corrieran a abrazarlo.
Por un momento había pensando demasiado en las palabras dichas por Hwang.
"Aún no entiendo como aquellos 3 te sorportan... Sólo eres alguien insignificante que le gusta molestar a los demás pero que odia cuando se lo regresan."
"Esos 3" lo consolaron después de haber escuchado todas esas palabras hirientes que muy en el fondo, pensaba que se merecía.
Era una mierda, tal como Hyunjin lo había dicho.
Su nariz se arrugó mientras inflaba sus mejillas y dejaba salir el aire, tratando de retener unas lágrimas que quisieron traicionarlo y recorrer sus pecosas mejillas.
Le dolía demasiado, pero no sentía que fuera correcto llorar, después de todo él que debía sentirse peor era el pelirrojo.
Eso era lo que creía Felix, quien era una persona que se castigaba emocionalmente cuando hacía algo mal.
No era correcto, pero su cerebro así funcionaba.
Sus ojos estaban clavados en la mancha en el techo de su habitación; su cuerpo en posición de estrella extendido en la cama.
Tenía frío, pero no contaba con ningún ánimo de bajar la temperatura del aire acondicionado.
Quizás morir de hipotermina no sonaba tan mal, prefería eso a morir quemado.
Aborrecía el calor.
Soltó un suspiro nuevamente antes de girarse y quedar recostado de lado, abrazó una almohada, hundiendo su rostro en esta.
Se sentía muy mal.
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El hombre cayó al suelo con el rostro totalmente maguyado mientras el enmascarado lo cubría con sus telarañas y llamaba a la policía.
Era el quinto ladrón al cuál molía a golpes. Por alguna extraña razón, esa noche habían más ratas robando pertenencias ajenas.
No había perdonado a ninguno, a todos les estrelló el puño en el rostro repetidas veces hasta que se cansó, para posteriormente marcar el número de la Policía y que ellos se encargaran de ponerlos tras las rejas.
En su cabeza no dejaban de llegar recuerdos de su infancia junto a sus padres.
Era sólo un niño que aprendió a ser un adulto para sobrevivir.
Esas fueron las palabras que Chan le había expuesto el día que se sinceró con él y le contó sobre el accidente de sus progenitores.
El chico se portó muy comprensivo y lo escucho todo lo que el menor necesitaba. Dejó que se desahogara.
Pero en estos momentos, recordar parecía una condena a volver a caer en un profundo océano oscuro.
Pateó algunas latas cuando su pintura se había arruinado por un mal trazo.
Tomó sus cabellos rojos entre sus largos dedos y tiró de estos mientras ahogaba un grito de total frustración.
Cuando se soltó, en su mirada se cruzó el reloj que descansaba posado en su muñeca, este indicaba las 03:25 a. m; significaba que debía regresar.
No encontraba la forma de pedirle perdón al menor por todas las cosas hirientes que le había expresado.
Cuando soltaba su lengua no había quien lo parara. Era como un incendio imparable que carbonizaba todo a su al rededor hasta hacerlo cenizas.
Tomó sus cosas y se colocó la máscara, lanzó su telaraña para comenzar a balancearse y dirigirse al Departamento compartido.
Debía enfrentar sus problemas, no huir de ellos.
Sólo esperaba que el tornado de incomodidad y tensión que le esperaba en casa no sea tan difícil de abordar.
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Hola floresitas, estuve bien desaparecida, sé que no importa mucho ya que no hay muchas personas que leen, pero pues si.
Este capítulo es deprimente para mí por el simple hecho de que no aporta mucho, me tardé demasiado y para colmo, es aburrido y corto.
