XII

68 11 1
                                    

Era un sábado por la tarde cuando Ochako y Himiko se encontraron en su lugar habitual, una pequeña cafetería escondida en una calle tranquila. El ambiente acogedor y la tenue luz creaban el escenario perfecto para una conversación profunda. Himiko estaba más callada de lo habitual, y Ochako lo notó de inmediato.

—Himiko, ¿te pasa algo? —preguntó Ochako, con su voz suave y preocupada.

Himiko suspiró y miró su taza de café, como si buscara en ella las palabras adecuadas para lo que estaba a punto de decir.

—Ochako, hay algo que necesito contarte. Algo que nunca le he dicho a nadie —comenzó, susurrando.

Ochako se inclinó hacia adelante, mostrando su apoyo sin decir una palabra. Himiko respiró hondo y comenzó su relato.

—Hace algunos años, conocí a alguien. Un chico de mi antigua escuela. Al principio, todo era perfecto. Nos enamoramos y yo sentía que finalmente había encontrado a alguien que me comprendía —dijo, con una sonrisa melancólica en los labios—. Pero pronto las cosas cambiaron.

Ochako frunció el ceño, sintiendo una punzada de preocupación por su amiga.

—Él se volvió muy celoso, controlaba todo lo que hacía. Siempre quería saber con quién hablaba, dónde iba, y si me demoraba, se enfurecía. Al principio, pensé que era su forma de demostrar que le importaba, pero pronto me di cuenta de que era mucho más que eso —continuó Himiko, con la voz temblorosa—. Un día, me golpeó porque hablé con un compañero de clase.

Ochako sintió un nudo en el estómago, pero se mantuvo en silencio, dejando que Himiko siguiera hablando.

—Las cosas empeoraron. Una vez, casi mata a un chico solo porque me vio hablando con él. Fue entonces cuando mis padres intervinieron. Llegaron y me sacaron de esa relación sin decir una palabra más. Me cambiaron de escuela, y pensé que todo había terminado, pero el daño ya estaba hecho —dijo Himiko, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

Ochako tomó la mano de Himiko, apretándola suavemente, ofreciendo consuelo sin interrumpir.

—Desde entonces, todas las personas que me gustaron parecían tener esa misma actitud obsesiva. Llegué a pensar que el amor era así, que esa era la forma en que debía ser tratada. Pero ahora sé que estaba equivocada —confesó Himiko, con la voz llena de arrepentimiento—. Me doy cuenta de que eso no era amor, era obsesión. Estaba mal, y lo sé.

Ochako acarició la mano de Himiko con el pulgar, sus ojos llenos de comprensión y cariño.

—Himiko, me alegra que me hayas contado esto. Nadie debería pasar por lo que tú pasaste. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que mereces una relación sana y feliz. No estás sola en esto —dijo Ochako, su voz firme y reconfortante.

Himiko dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo cómo el peso de su secreto comenzaba a disiparse.

—Gracias, Ochako. Tu apoyo significa mucho para mí. Me he sentido tan sola y juzgada por tanto tiempo, pero contigo es diferente. Siento que puedo ser yo misma sin miedo a ser rechazada —dijo Himiko, sus lágrimas finalmente rodando por sus mejillas.

Ochako se levantó de su asiento y abrazó a Himiko, apretándola con fuerza.

—Siempre estaré aquí para ti, Himiko. Pase lo que pase —susurró Ochako, sintiendo cómo Himiko se relajaba en sus brazos.

El domingo pasó rápidamente, y antes de que se dieran cuenta, llegó el lunes. En la escuela, los rumores sobre Himiko seguían circulando con más fuerza que nunca. Algunos compañeros murmuraban entre ellos, mientras otros miraban a Himiko con desdén.

—¿Has oído lo que dicen de Toga? —preguntó una chica de pelo negro a su amiga—. Dicen que es peligrosa. Casi mató a una chica en su antigua escuela.

—Sí, y también escuché que está loca. No puedo creer que la dejen estudiar aquí —respondió su amiga, mirando a Himiko con desconfianza.

Ochako caminaba junto a Himiko, tratando de ignorar los murmullos, pero le resultaba difícil. Sentía una mezcla de enojo y tristeza por la forma en que la gente estaba tratando a Himiko.

—No les hagas caso, Himiko. La gente siempre encuentra razones para hablar mal de los demás —dijo Ochako, intentando consolarla.

Himiko asintió, aunque era evidente que los comentarios le afectaban. A lo largo del día, más personas se acercaron a Ochako, aconsejándole que se alejara de Himiko.

—Ochako, deberías tener cuidado con Toga. No sabes de lo que es capaz —le advirtió un compañero de clase.

—Sí, escuché que tiene problemas mentales serios. Es mejor que no te acerques a ella —agregó otro.

Ochako se enfureció. No podía creer la cantidad de mentiras y exageraciones que la gente estaba difundiendo. Se giró hacia ellos, con la mirada firme.

—Himiko es mi amiga, y no voy a abandonarla solo porque ustedes decidan creer en rumores. Si realmente les importara, tratarían de conocerla en lugar de juzgarla —dijo con firmeza.

Los compañeros se quedaron en silencio, sorprendidos por la defensa apasionada de Ochako. Himiko, que había escuchado la conversación desde cerca, sintió una oleada de gratitud y alivio.

Durante el almuerzo, Ochako y Himiko se sentaron juntas en su mesa habitual. Aunque algunas personas seguían mirándolas y murmurando, Ochako se mantuvo a su lado, mostrándole que no estaba sola.

—Gracias por defenderme, Ochako. Realmente significa mucho para mí —dijo Himiko, con una sonrisa tímida.

—No tienes que agradecerme. Solo estoy diciendo la verdad. La gente puede ser muy cruel a veces, pero no dejaremos que eso nos afecte —respondió Ochako, dándole un apretón de manos reconfortante.

A lo largo del día, Ochako se dio cuenta de lo fuerte que era Himiko. A pesar de todo lo que había pasado y de las mentiras que se difundían sobre ella, Himiko mantenía la cabeza en alto y seguía adelante.

Al final del día, cuando las dos salían de la escuela, Ochako miró a Himiko y dijo:

—Sabes, Himiko, estoy orgullosa de ti. Has pasado por mucho, y sigues siendo una persona increíble. No dejes que nadie te haga sentir lo contrario.

Himiko sonrió, sintiendo una calidez en su corazón que no había sentido en mucho tiempo.

—Gracias, Ochako. Con amigas como tú, sé que puedo superar cualquier cosa —dijo, abrazándola con fuerza.

El día terminó con las dos amigas caminando juntas hacia el horizonte, sabiendo que, a pesar de los desafíos, siempre tendrían el apoyo mutuo para enfrentar cualquier adversidad.

No es tu culpa querer tanto - Togachako - 💌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora