Cinco años después de graduarse, Kirishima Eijirou regresa a Tokio para comenzar su propia agencia de héroes. Se instala en un pequeño vecindario que solía tener un héroe, pero que ya ha sido olvidado hace mucho tiempo. Su "nueva" oficina está al la...
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Las letras en negro y carmesí reflejaban la luz del mediodía en el destartalado edificio de ladrillos en el que estaban colocadas. Riot Agency era ahora visible para todos en el tranquilo barrio de Tokio. Orgulloso, Kirishima Eijirou estaba de pie en la acera, con las manos en las caderas, mirando fijamente las letras. Después de unas semanas de limpieza y reparaciones, la agencia finalmente comenzaba a verse como un lugar que realmente haría que la gente se sintiera segura. La pequeña oficina del segundo piso había sido tanto su lugar de trabajo como su residencia desde que regresó. No había tenido tiempo ni dinero para buscar un apartamento con tanto trabajo por hacer. Ahora, finalmente podía relajarse un poco.
"Se ve bien", silbó el panadero del otro lado de la calle mientras salía a cambiar el cartel sándwich.
Eijirou le sonrió con una amplia sonrisa. “¡Gracias! Finalmente está empezando a tomar forma”.
El panadero asintió y le hizo un gesto para que se acercara. Eijirou, obediente, cruzó la calle con facilidad, sin dejar de sonreír. —Toma, tenemos algunos pasteles que sobraron del desayuno. Cógelos. El panadero le entregó una pequeña bolsa de papel llena de golosinas.
"No podría."
El panadero hizo un gesto con la mano con desdén. “No, tómalo. Todos están felices de tenerte y es lo mínimo que podemos hacer para darte la bienvenida al vecindario. Todas las abuelas han estado hablando del 'joven y apuesto héroe nuevo' y a los niños de la guardería les encanta que los visites”.
Eijirou asintió y rebuscó en el interior de la bolsa de papel, sacando uno de los pasteles. —Los niños son geniales. —Rasgó el pastel entre los dientes y masticó—, especialmente ese chico Daiki. Ese niño es el mejor. Dice que soy su héroe favorito y siempre quiere hablar.
El panadero borró el plato especial que estaba en el tablero de sándwiches para el desayuno y comenzó a escribir con tiza uno nuevo para el almuerzo. “Es un buen chico. Su padre es un poco rudo. Es mucho mejor cuando la señora Hasegawa lo trae para la merienda”.
Eijirou miró al hombre, un poco confundido, pero se encogió de hombros y se metió otro bocado de pastel en la boca. "Está bien. Bueno, gracias de nuevo. Voy a hacer mi ronda". Saludó al panadero, quien respondió con un asentimiento. Tenía tiza en las manos y se la limpió en el delantal, dándose la vuelta para volver a entrar a la tienda.
Eijirou se abrió paso por la calle con una bolsa llena de pasteles y comenzó su patrulla del día. Repartió los productos horneados restantes a quienes se encontró en su camino y saludó a los propietarios de las distintas tiendas y puestos. Había estado frecuentando el puesto de productos locales desde que se mudó, pero todavía compraba su carne y otros productos comestibles en la tienda cercana. Todos en el vecindario habían apoyado abiertamente su llegada. Comenzar su propia agencia de héroes fue estresante, y ellos hicieron que fuera una transición fácil. Fue más de lo que podría haber pedido.
