1. "Revelaciones".

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Capítulo I.
"Revelaciones"

Evelyn se hallaba aterrorizada ante lo que veía, no es algo que desearía ni a su peor enemiga... se le había roto... una... uña.

—¡Mierda! —se sobresaltó viendo la uña rota en su escritorio.

—¿Qué pasó ahora, señorita? —el profesor Edgar se hallaba indiferente con la mirada perdida detrás de sus anteojos ante la vulgar expresión de su alumna.

—Perdone, profesor, perdone —la señorita se concentró en la clase de Teoría del consumidor con tranquilidad mientras un puño de pensamientos alborotaban la mente de la más pequeña de la "familia" Balthazar.

Pronto se graduaría de licenciada en Economía y tendría trabajo en su profesión antes de que se seque la tinta en su diploma, algo maravilloso. Un sueño con el que cualquier persona mediocre hubiese llenado su vida.

Aprovechó la distracción del profesor para dormir un poco, se le notaban a leguas los borbotones de bolsas convertidas en ojeras bajo sus ojos, la mirada cansada y el desánimo que la venía acompañando.

No sabía con exactitud a qué le tenía miedo realmente, ni que día exacto empezó todo esto, pero siempre que estaba rodeada de gente aprovechaba para poder dormir... tocaba el violín o el piano por las noches, con todas las luces encendidas.

Todo el miedo era parte de su intensa imaginación.

Por la madrugada las cosas transcurrían más turbulentas que un cine o una pizzería los sábados por la noche. Cada criatura extraña cumplía su función: atemorizarla hasta el punto de tener el 9-1-1 marcado en su teléfono por si alguna salía del papel de solo asustarla.

Por eso dormía siempre acompañada de gente; en la universidad, en el parque, y hasta en los autobuses, allí sus miedos la dejaban sola.

—Evelyn —le espabiló Jatna—, el profesor.

—Gracias Jat —dijo despistada buscando la conocida cara de Jatna entre alguna muchacha del salón.

—No hay de qué, recuerda que esta noche voy a ir a tu casa, no tengo donde quedarme y ya sabes lo de mi edificio...

El edificio donde vivía Jatna estaba en remodelación y a Jatna la habían dejado tres meses sin contrato hasta que terminase la remodelación.

—Sabes que me parece mejor que te quedaras a vivir conmigo. Compartiríamos gastos.

—Lo sé, pero no he tenido tiempo para pensarlo.

—No tienes que pensarlo. Tú y yo, como dos mujeres fieles que se aman, siendo novias y comiéndonos nuestros respectivos miembros femeninos —Evelyn bromeó haciendo muecas de besos.

—Qué asco, Evelyn, por Dios —la voz de Jatna resonó con repugnancia.

—Balthazar, ¿Ahora con compañía? A próxima interrupción les quebraré la materia, a ambas.

—¡Maricón! —murmuró Evelyn por lo bajo.

—Ese va a arder en las llamas del infierno, una por homosexual y dos por azaroso.

—Y tres por ser desperdicio de carne, al profesorcito se lo tiraría cualquiera —Evelyn agregó con un tono de decepción.

—Cierto. ¿Cuál es la manía de los tipos increíblemente sexys de ser homosexuales? Cada día hay más carne desperdiciada.

El profesor oyó sus comentarios, pero se limitó a quedarse callado sin comentar nada, no sabía de por qué pensaban que él era homosexual, pero eso es lo que da a entender un hombre que se besa con el director de la universidad en su oficina.

Crónicas de un cadáverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora