Esa, esa es mi casa

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Me lo advirtieron y no fue solo una vez.

Que iba a ser duro irse de casa, volar del nido.

Pero yo tenía que tener esa experiencia, si ellos lo hicieron, yo no iba a quedarme atrás.

Llegar a un lugar nuevo, con gente que no conoces a hacerte tu puesto. Más o menos encuentras tu punto y lo adaptas a ti, al revés no va a funcionar. Y te das cuenta que estás solo.

Te dices que eso es lo que querías, independencia. Tienes objetivos y los vas a cumplir mañana mismo. Aprendes un montón, y lo que no sabes sale caro. No, en serio, todo cuesta plata.

Vas avanzando quieras o no, te relacionas con más gente. En algún momento, casualmente, te van a preguntar: ¿Ya te vas a tu casa?. 

Si aún fuera un niño, no lo dudaría, diría si o no y ya, simple, conciso y puntual.

Pero ese lugar no es mi casa, solo tengo mis cosas ahí y la única función vital que llevo acabo es dormir porque tiene cama. No me gusta del todo, mi casa se quedó muy atrás, donde me reciben cada vez que llego con mi nombre y un abrazo. Donde la niebla cubre las paredes y se oyen las peleas de gatos en las tejas, donde puedo volver a tener sentido de pertenencia.

Si me quitaran ese lugar solo sería un errante en este mundo, pero nadie te va a decir eso, al menos no verbalmente.

Lo más duro es eso, la soledad. No la entendía, la retratan en todas partes, pero no la entiendes hasta que te alejas de lo que conoces. Ni siquiera los exámenes de matemáticas me parecen mas difíciles que pasar una noche de insomnio donde me gana el sentimiento y quiero verlos, escuchar sus voces, abrazarlos y sentir que estoy con ellos.

 Te van a preguntar si te gusta y solo vas a decir si para evadir la pregunta, es mucho más fácil que explicar todo esto.

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