Ese sabor dulce

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Había pasado ya 10 lunas la noche que recosté mi espalda adolorida en el mullido colchón de la habitación de paso. Tenía dolor en las piernas, mi garganta estaba seca y mi cuerpo no quería obedecer la orden de levantarse de nuevo.

Pensando en que aún tenía cosas por hacer y que si las dejaba para después iba a ser peor activé el modo automático, recobré la consciencia el día siguiente apagando la alarma.

Recordé que tenía una lista de cosas por hacer antes de llegar aquí, revolví todas las cajas buscando ese dichoso pedazo de papel arrugado y arrancado de algún folio, leí los deseos de mi yo pasado descubriendo que aún conservaba ese anhelo por hacerlo.

Los mantuve en mente maquinando como llevarlos a cabo, al parecer el destino decidió que ese era el momento preciso para que todo ocurriera. Me senté en un muro de los miles de pasillos de la facultad viendo mi celular cuando un fuerte viento impacto todo a mi alrededor, vi como una hoja se despego del tablero de anuncios más cercano, los pines cayeron al piso.

Preocupándome de que alguien los pisara sin querer comencé a recogerlos, uno por uno. El último no lo encontré hasta que coloqué de nuevo la hoja en su lugar, me dio por leerla y era una invitación a un grupo de skateboarding.

En mi lista estaba el aprender a usar una patineta y como aún quedaba una hora para mi clase me metí por impulso al Wass. No pasaron cinco minutos cuando me llegaron mensajes de bienvenida, uno en particular usando mi nombre y número anunciando que era el miembro número 100.

Era verdad, exactamente era el miembro 100. Me dieron una dirección, querían conocerme personalmente en ese momento. Yo no cabía en mi asombro y duda, ¿Voy?, ¿Eso donde queda?, ¿Me demoraré más de una hora?, ¿Serán buenas personas?

Como yo no me echo para atrás así como así agarré con fuerza las correas de mi bolso y seguí las indicaciones que me daban. Me demoré un rato porque estaban al lado opuesto donde tenía clase.

Al llegar vi a algunos practicando, no sabía que hacer, admito que por un milisegundo se me cruzó el pensamiento de irme, de inmediato me reprendí mentalmente, no iba a perder mi caminada, mi tiempo y mi palabra.

Observé bien los grupos, no interrumpí a los que estaban practicando porque sé perfectamente lo que se siente cuando alguien se mete con tus prácticas estando tú concentrado. Me dirigí a un grupo de muchachos que estaban sentados bajo un árbol rodeado de patinetas.

De ahí se presentó cada uno, me invitaron una cerveza y de inmediato comencé mi aprendizaje en esta nueva senda. 

No terminé diferente al día anterior, pero sentía ese sabor dulce de comenzar algo que querías hacer hace mucho tiempo, caerse, equivocarse, pararte e intentarlo de nuevo, cuando por fin lo logras se siente el cielo en cuerpo y mente. 

A pesar del dolor no pude detener mi sonrisa, así me rodeara la oscuridad de mi cuarto y el silencio de la casa. El cansancio y la adrenalina aún estaban haciendo efecto, mi ropa mojada de sudor, mis pies abollados de tantos impactos bruscos al suelo, mis manos arañadas por el asfalto encerradas en puños celebrando un día más de victorias.

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