TRECE

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Me levanto presa del pánico

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Me levanto presa del pánico. Busco el móvil, con la intención de borrar el mensaje. ¿Qué demonios he hecho?

Hay una respuesta de Naruto que debe de haber llegado mientras dormía.

¿Estás bien?

Y unos pocos minutos después:

¿Hyūga? ¿Nos vemos en Ichiraku mañana antes de clase?
Te recojo a las 6:30 h

Compruebo la hora. Las seis y cuarto. Me quedan quince minutos para inventarme una mentira, para concebir una explicación razonable para el mensaje. Deslizo el dedo hasta llegar a lo que envié y lo releo.

¿Nos vemos mañana después de la escuela?
Tengo algo muy importante que pedirte

Bueno, no es tan grave. No le he enviado un «Quiero acostarme contigo. Por favor, contesta». Puedo arreglarlo. Pero ¿Qué voy a inventarme que sea tan importante? Naruto tiene un radar asombroso para mis mentiras. Me conoce desde hace demasiado tiempo y me ha visto dar evasivas para eludirlas desde que era una niña.

Salgo disparada hacia el baño y me lavo la cara con agua muy fría. No hay tiempo para una ducha. El tictac del reloj que cuelga de la pared se me mete en la cabeza y el agobio ante los minutos que no se detienen no me permite pensar con claridad.

Con un gruñido, tiro el teléfono sobre la colcha. Sobre el cabezal de la cama cuelga el póster de un osito polar, algo que ya me queda bastante lejos pero que no me he molestado en quitar. 

En algún momento del pasado, Naruto cogió un rotulador, dibujó unas gafas redondas y una cicatriz con forma de relámpago sobre la carita del oso y garabateó «Osito Potter» sobre su pelaje blanco. Ahora parece que el póster se esté burlando de mí, y el recuerdo de ese momento me trae a la memoria todo lo que estoy a punto de perder.

Doy un brinco cuando oigo una bocina en el exterior: la camioneta de Naruto. Recojo un par de vaqueros del suelo, los olfateo para ver si todavía tienen un pase y me los pongo. A continuación, abro impetuosamente los cajones de la cómoda y me enfundo la primera camiseta que encuentro, una que teñí en el campamento muchos veranos atrás. 

Mi teléfono suena en el preciso instante en que mi madre grita al pie de la escalera:—Hinata, cariño, Naruto está afuera. ¿Estás despierta? —Oigo sus pasos, que se acercan a mi habitación.

—Sí, mamá —respondo también a voz en grito mientras desbloqueo el teléfono.

Hay tres mensajes de Naruto.

¡Despierta!

Será mejor que hoy pidas una ración de beicon para ti sola

¡Oinc, oinc!

Abro la puerta de mi dormitorio de par en par, salgo disparada y casi choco con mi madre, que está al otro lado con una taza humeante en las manos. Sobresaltada, da un brinco y de alguna manera consigue que no se vierta nada.

La Primera VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora