CATORCE

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Durante el viaje en la camioneta de Naruto desde Ichiraku hasta la escuela, se palpa la tensión en el ambiente

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Durante el viaje en la camioneta de Naruto desde Ichiraku hasta la escuela, se palpa la tensión en el ambiente. Ambos tratamos de comportarnos como siempre, pero cuando nos decimos algo, hay una electricidad extraña, como el zumbido de un secreto enterrado. 

Si antes el simple hecho de rozarlo ya me provocaba reacciones raras, ahora todavía es peor. Nuestras manos chocan cuando tratamos de sintonizar la radio al mismo tiempo e inmediatamente soltamos una carcajada incómoda, y yo retiro la mía como si me acabara de quemar.

—¿Vas a comportarte siempre de esta manera? —me pregunta—. Porque de ser así, me retracto.

—No, no para siempre —respondo—. Déjame que alucine un rato más, hasta que lleguemos a la escuela, y después volveré a ser normal. Lo prometo. Solo estoy... Todavía estoy procesándolo.

Naruto esboza una sonrisa.

—Tienes mucho tiempo para procesarlo. Debería ser yo el que alucinara.

—Sí, pero soy yo la que tiene sentimientos —confieso, con la voz más aguda de lo habitual.

Naruto alarga el brazo y me coge la mano. Yo trato de apartarla, pero él me la sujeta y entrelaza sus dedos con los míos.

—¿Ves? —dice, levantando nuestras manos unidas—. Nos tocamos y el mundo sigue girando.

—Esta bien —respondo, un poco más calmada.

Es cierto: su tacto es familiar, cómodo, natural. Hemos ido de la mano durante años. En su palma, hay una cicatriz de cuando se cayó del monopatín en quinto de primaria, y en el pulgar derecho tiene callos de tocar la guitarra.

Naruto baja nuestras manos, las posa sobre mi rodilla y las hace saltar al ritmo de la canción que suena en la radio, una de mis favoritas de un álbum antiguo de Arctic Monkeys. Sonrío y me relajo.

Al llegar a la escuela, nos separamos y cada uno se dirige a sus clases. En la hora de Mitología griega, le mando un mensaje. Me siento atrevida y algo bobalicona.

Plan en marcha. T-menos 3 días para su ejecución.
Cambio y corto

Naruto responde al momento y yo miro el mensaje tratando de que la señora Galloway no me descubra con el móvil en las manos. Pese a que el aula está en el tercer piso, tiene fama de tirar los teléfonos de los alumnos por la ventana.

He oído que en las Islas Vírgenes hace buen
tiempo en esta época del año

Esbozo una sonrisa y tecleo por debajo del pupitre. Pronto estamos intercambiándonos mensajes tan frenéticamente que se me olvida que estoy en clase.

YO

Sí, muy buen tiempo. Y hay muchas cosas
divertidas por hacer

La Primera VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora