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Simón

Las vacaciones de dos semanas habían terminado.

El sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana, llenando mi habitación con una luz suave y dorada. Me levanté lentamente, sintiendo el peso de la vuelta a la rutina escolar sobre mis hombros. Mientras me vestía, mis pensamientos volvían incesantemente a Wilhelm. La última vez que nos vimos, las cosas habían quedado en un punto tan indefinido y doloroso.

Me coloqué mis jeans anchos y una sudadera cómoda, recordando cómo Wilhelm siempre bromeaba diciendo que parecía un artista bohemio. La idea me hizo sonreír, aunque de forma melancólica.

"Vamos, Simón, tienes que seguir adelante", me dije mientras me peinaba. Al mirarme en el espejo, noté las ojeras bajo mis ojos, una señal evidente de las noches en vela pensando en Wilhelm. Agarré mi mochila y salí de mi habitación, caminando lentamente hacia la cocina donde mi madre estaba preparando el desayuno.

-Buenos días, mamá -saludó, tratando de sonar más animado de lo que realmente me sentía.

-Buenos días, cariño. ¿Listo para volver a clases? -preguntó ella con una sonrisa, aunque percibía la preocupación en los ojos de su hijo.

-Sí... bueno, lo intento -respondi, suspirando.

-Recuerda que cada día es una nueva oportunidad. Tómate las cosas con calma y sigue adelante -me aconsejó mi madre, acariciándome el hombro.

Asentí y tomé mi desayuno rápidamente. Mientras masticaba distraídamente, mi mente seguía saltando entre pensamientos de Wilhelm y Nico.

¿Cómo reaccionaría Wilhelm al verme? ¿Evitaria mi mirada o intentaría hablar conmigo?

Al terminar, salí de casa y me dirigí al colegio, sintiendo un nudo en el estómago que se hacía más grande con cada paso que daba. Al llegar a la entrada del colegio, tomé una respiración profunda y me preparé para lo que vendría. Sabía que ese día no sería fácil, pero creo que de igual manera tenía que enfrentarlo.

Al cruzar el umbral de la entrada del colegio, me encontré con un mar de rostros familiares.

Algunos me saludaban con un leve movimiento de cabeza, otros simplemente seguían su camino, absortos en sus propias preocupaciones. Me dirigí a mi casillero, tratando de mantener la calma.

De repente, escuché una risa familiar. Giré la cabeza y ahí estaba Wilhelm, a unos pocos metros de distancia, hablando con algunos compañeros. Mi corazón dio un vuelco y, por un momento, me quedé paralizado. Él no me había visto todavía. Apreté los labios y me concentré en abrir mi casillero.

Saqué los libros que necesitaba y me dirigí hacia mi primera clase.

Justo cuando pensé que podría pasar desapercibido, escuché una voz detrás de mí.

-Simón, ¿todo bien? -era una compañera de clase, desconozco su nombre y pocas veces hemos hablado, mirándome con curiosidad.

-Sí, solo... nervios del primer día de vuelta -respondí, tratando de sonar convincente.

Asintió, dándome una sonrisa antes de dirigirse a su propio casillero. Tomé una respiración profunda y me encaminé hacia el aula. Estoy intentando mantener mi mente enfocada en la rutina escolar y nada más que solo eso.

Llegué al aula y me senté en mi lugar habitual, sacando mis libros y cuadernos. Justo cuando el profesor comenzó la clase, Wilhelm entró y se sentó en su lugar, a unas pocas filas de distancia.

Nuestras miradas se cruzaron brevemente, y sentí un nudo en el estómago.

Él parecía tan distante, tan diferente.

Es solo un amigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora