Soñe

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Simón
No he comido nada en casi todo el día, mi mamá no ha dejado de preguntar cómo estoy. Le tuve que contar todo absolutamente todo.

"Podría mandarlo a la mierda, pero también lo iría a buscar" Pienso.

Creo que lo estoy empezando a extrañar más como amigo que como algo más. Estoy tan confundido que no sé si llorar, molestarme o sentarme a pensar, buscarte o simplemente esperar.

Hoy viene Rosh a casa, le dije que si podría venir al menos para pasar un rato fuera de mis pensamientos.

-Simón, vino Rosh. ¿La dejo pasar?

Escuchó a mi madre decir.

-Sí, yo le dije que viniera.

-Listo, cariño. Cualquier cosa, llámame.

En el instante que mi madre se va, veo a entrar a la persona que estaba esperando.

-Dios, ¿por qué esa cara de demacrado?

-Ahora te cuento.

Comienzo a contarle todo a Rosh, desde el inicio hasta lo último que pasó.

-¿Estás enamorado de él? ¿Lo has estado todo este tiempo?

-Siempre.

-¿En serio? Siempre pensé que estaba loca de que te podía gustar, se notaba un poco.

-Bueno... según yo lo estaba disimulando muy bien.

-Entonces... ¿se terminó lo que sea que tuvieron ustedes dos?

-Bueno, creo que acabé lo que no tuvimos.

-Tranquilo, Simón. Si en verdad le gustas, te va a buscar.

-¿Y cuánto tengo que esperar?

-No lo sé, lo suficiente. Dale tiempo.

Suspiro.

-En una semana entro al internado, no creo soportar verlo.

-Claro que puedes, Simón. Solo ignóralo si es suficiente.

-¿Cómo voy a ignorarlo? Tenemos las mismas clases y nos sentamos en el mismo lugar.

-Pide que te cambien de lugar o, si no, solo no lo mires y evítalo todo lo que puedas.

Pase la tarde con Rosh, viendo películas y comiendo palomitas, tratando de distraerme. Pero cuando la noche cae y Rosh se va, vuelvo otra vez quedarme en mi cuarto a encerrarme y volver a pensar en él y sólo ha pasado un día desde lo de ayer en su casa y lo empiezo a extrañar cómo si lo estuviera haciendo desde lo que llevo de vida.

Me voy a bañar y a comer algo de helado que recordé que tenía.

-¿Qué has comido en el día, Simón? -dice mi mamá, quien se encuentra sentada en una de las sillas de la mesa.

-Un sándwich, palomitas y ahora helado.

-¿Tan poco? ¿No quieres que te prepare algo de comer?

-No tengo hambre, pero gracias.

-¿Seguro que no? Has comido casi nada.

Me sigo sirviendo helado en un vaso, evadiendo la pregunta de mi mamá.

-Simón... -siento cómo pone su mano en mi hombro. Tapo el bote de helado, lo guardo en la nevera y me doy vuelta para irme a mi cuarto. No quería hablar de lo que sea que quería preguntarme.

Siento cómo mi mamá me agarra del brazo antes de que me vaya definitivamente a mi cuarto. Me doy vuelta, la miro y ella solo me abraza.

Es cuando empiezan a caer lágrimas por mis mejillas. Estoy llorando, todo lo que no lloré ayer y hoy por aguantarme y reprimir todo lo que estoy sintiendo ahora.

-Todo estará bien -me dice mientras se aleja de mí y coloca sus manos en mis mejillas

-Te lo prometo.

La miro sin decir ni una sola palabra. Igual tampoco sé qué decir.

Me quedo frente a ella y puedo sentir cómo aún salen lágrimas de mis ojos. Qué vulnerable me estoy sintiendo.

Vuelvo a hundirme en otro abrazo de mi mamá.

El poder de una madre es preguntarte qué es lo que sucede y, sin respuestas, solo lloras. O al menos mi mamá era una de esas.-Vas a ver que las cosas se arreglarán.

-¿Y si no?

-No te estreses por algo que todavía no sucede. Fue lo último que escuché y solo me doy vuelta en dirección a mi cuarto.

Me recuesto en mi cama y me estoy preparando para irme a dormir, pero con las mil cosas que tengo en la mente no creo que sea tan fácil dormir. Estoy pensando de más. ¿Y si no hubiera dicho eso? Quizás me estaría ahorrando el estrés que esto me está causando ahora. Pero me di cuenta de que quizás él no me quiere para nada o solo para ratos. O estoy pensando demasiado.

Es solo un amigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora