𝟏𝟎

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Me sentía entre la espada y la pared, estaba entre la mujer que amaba más que a nadie y el estupido de Quiñónez que amenazaba con hacer que despidieran a mi madre del trabajo

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Me sentía entre la espada y la pared, estaba entre la mujer que amaba más que a nadie y el estupido de Quiñónez que amenazaba con hacer que despidieran a mi madre del trabajo.

Al entrar a mi cuarto olvidé completa la presencia de Emma y el entrar y encontrármela ahí mientras yo estaba solo con una pequeña toalla tapando mi cuerpo me hizo sentir un poco asustado y apenado.

- Yo... - Emma se quedó embobada mirándome, yo sabía que el fútbol me hacía tener un buen cuerpo pero no creí que tanto como para hacer que la chica de mis sueños se quedara así.

- Perdón, saco la ropa y me voy - Dije mientras me acercaba a ella ya que estaba parada al lado del clóset.

Pero al estar tan peligrosamente cerca de ella y de esos labios que tanto había extrañado no me pude resistir y la besé mientras la agarraba de la cintura y la atraía hacia mi, Emma me correspondió el beso mientras sus manos tocaban mi pecho.

Íbamos camino hacia el 68 pero nos encontramos con que solo estaba Rodrigo y Gustavo.

- ¿Donde andan Camilo y Martín? - Pregunto Emma mientras nos acercábamos a ellos.

- Que raro que usted esté aquí, su hermano se fue porque algo había pasado en su casa el dijo que su mamá lo había llamado - Dijo Rodrigo mientras la miraba de arriba a abajo.

- Y Martín se fue a... recoger a Luisa en la casa de Eva... usted sabe que a él no le gusta que ellas... anden juntas - Habló Gustavo entre sus pobres tartamudeos

- Pues tan raro que Camilo se fuera así, porque al menos a mi no me llamaron ni nada -

- ¿Y quien iba a saber dónde andaban ustedes, que por cierto se demoraron bastante porque los muchachos con los que Castro juega futbol hace rato vinieron a celebrar que habían ganado y ya hasta se fueron - Emma me miro nerviosa tratando de que yo nos ayudara a salir del interrogatorio que había empezado Arbelaez.

- Si, Emma y yo teníamos unas cosas que hablar pero bueno. Yo creo que lo mejor es que ella se vaya a su casa, quizás su mamá está preocupada y ya está tarde - Para mi buena suerte ellos solo asintieron y yo agarre a Emma del brazo y caminamos hasta la salida.

- Gracias - Dijo ella una vez que estábamos afuera

- No hay porque, si quiere la puedo acompañar hasta su casa - Solo quería pasar más y más tiempo con ella, había olvidado lo bien que me sentía a su lado.

- No, fresco. Yo voy sola - Me regalo una hermosa sonrisa y yo solo pude asentir y empezar a caminar hacia mi casa.

Al llegar me encontré con que como raro, no había nadie así que camine derecho hacia mi cuarto y me encerré ahí a pensar en Emma, yo la amaba de una manera inexplicable pero la amenaza de Quiñónez me tenía bastante asustado, lo último que quería era causarle problemas a mi mamá, las cosas en la casa cada día estaban más difíciles y no podía arriesgarme a que ella se quedara sin trabajo.

𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐕𝐞𝐳 - 𝐀𝐥𝐯𝐚𝐫𝐨 𝐂𝐚𝐬𝐭𝐫𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora