Segunda vida [Padre no quiero casarme]

XIII

Regreso a la mansión de los Ploen después de convencer a Sander de buscar a ese mago, el guardián de la venganza fue muy útil al entregarle información sobre el Anillo de Kirke.

"Aunque odio ese anillo inferior, admito que el dragón sellado tiene un poder problemático, como todo su patética historia ronda alrededor de rencor y venganza puedo saber todo, actualmente el Emperador es quien posee el anillo y el Duque Ploen es el encadenado, por ende, puede ser controlado y manipulado, mantén a tu despertar protegida, el control es poderoso".

Entro sigiloso a la habitación de Eleonor, ella duerme tranquilamente y con una sonrisa en su rostro, acaricia su mejilla con cariño.

—Estoy feliz de verte dormir así, ya no tiemblas de frío, de miedo o de pena, me encargaré de que se mantenga así, que ya no vuelvas a sufrir, lo prometo.

En aquella taberna alejada de la capital el bullicio se hace presente, la gente canta, baila, conversa o grita, el olor a cerveza y comida grasienta en el aire hace que arrugue un poco la nariz, el olor de la bebida le gusta, pero el de la comida le da nauseas, el bullicio hace que su cabeza le duela un poco, pero eso no le impide jugar y apostar con los borrachos, le agrada verlos confiados para después verlos enfadados o incrédulos por perder.

Su vista se desvía un momento a la mesa cercana donde un hombre bebe una cerveza solo, una pequeña risilla se le escapa, encontrarlo fue demasiado fácil, así que ha estado jugando con ese hombre, persiguiéndolo en las sombras, haciendo que esté se sienta observado obligándolo a salir de su zona de confort, verlo asustado porque la magia no funciona es una satisfacción que hace su pecho inflarse, pronto lo llevará ante Arthur, cuando sea el momento.

La puerta de la taberna se abre, un hombre camina hasta el mago que ha estado siguiendo.

—Mucho tiempo sin verte.

—Regis.

"Oh, ¿Ese es el bastardo que Arthur maldigo tantos años?" muestra su mano y sonríe cuando los demás apostadores se enfurecen o entristecen al ver que perdieron.

—Tú... aún tienes esa cara—"¿Cómo se llamaba ese mago? Dade, Dale, Dame, Date" Sander trata de recordar mientras cuenta el dinero.

—Lamento encontrarte así, después de ese día te dije...