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Sucrette

Pasaron tres días después de aquella salida con Rosa en el café y en el bar en el que pude cantar. Todavía tengo en mi cabeza ese recuerdo tan increíble.

Son las 6:20 de la mañana, me encuentro acomodando mi ropa y mis objetos personales en la mochila más grande que tenía ya que, hoy es la excursión estudiantil.

Mis padres me recordaron sobre ello, de hecho, tuve que ir ayer al Instituto a comprarme el uniforme. Realmente el uniforme es horrible y demasiado caro.

Cerré mi bolso, me miré por última vez al espejo y salí corriendo. El autobús llegaría a las siete en punto, y estaba algo apretada con el tiempo, si no me apresuraba, me dejarían abandonada.

Llegué al Instituto.

El señor Farrés estaba pasando lista para confirmar cuáles estudiantes estaban presentes.

—Señorita Sucrette, llega justo a tiempo. Ya había pasado lista, y no la encontraba por ningún lado. Vaya y tome asiento. —me señaló con la mano, para que subiera al autobús.

Asentí con la cabeza, mientras recuperaba mi aliento, y subí hacia al autobús con mucho esfuerzo, ya que mi mochila pesaba demasiado. De repente, siento que mi mochila fue levantada por alguien más.

—¿Qué mierda traes aquí que te pesa tanto? Ni siquiera puedes subir bien al autobús. —dijo Castiel.

—Lo esencial, aunque me hubiera encantado traerme mi clóset. —me encogí de hombros con una sonrisa.

—¿Qué tipo de ropa de interior llevas? ¿De una niña o de una mujer? Si te preguntas, me gusta más la segunda opción. —me miró con una sonrisa.

—¿Quién te preguntó, imbécil? Si no me vas a ayudar dame mi mochila. —traté de alcanzar mi mochila.

—Quería "no" ayudarte, pero, estoy haciendo todo lo contrario. —suspiró. —¿Dónde te sentarás?

Miré el interior del autobús. Busqué con mi mirada a Rosa, estaba sentada a con Lysandro. Busqué a Iris y a Melody, y estaban sentadas juntas.

Dirigí mi mirada a Castiel.

—¿Qué? -me preguntó con una mirada de sospecha.

—¿Te gustaría sentarte conmigo? —dije con seriedad.

Un profundo silencio hubo entre nosotros. Ninguno de los dos se imaginaba que había alguna posibilidad para sentarnos juntos.

—Bueno, estudiantes, por favor, les pido que se sienten, y que disfruten, pero no hagan mucho alboroto. —habló el señor Farrés mientras se cerraban las puertas del autobús.

Castiel se sentó en un asiento desocupado sin decir ninguna palabra, colocó mi mochila en el asiento de su lado, suspiré un poco y agarré mi mochila para irme a sentar a otro lugar pero Castiel agarró mi mano.

—¿A dónde vas? ¿Acaso te dije qué te fueras? —su agarre se volvió más firme.

No me esperaba ese gesto ni las palabras de Castiel. Atrajo mi mano con fuerza, y en menos de dos parpadeos, estaba sentada a su lado.

Lo miré sorprendida.

—Quédate aquí si lo que quieres es no sentarte con alguien que no conoces durante todo el trayecto. Siéntete afortunada, no te perderás esta belleza. —se señaló él mismo con una sonrisa, y me guiñó un ojo.

—Eres increíble. —suspiré y rodé mis ojos.

—Dime algo que no sepa. —me dio una sonrisa llena de orgullo.

𝘦𝘯𝘦𝘮𝘪𝘦𝘴 | 𝙘𝙙𝙢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora