Capitulo 3

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Axel Collymore caminaba hacia el campus con sus auriculares puestos, dejando que la música llenara el espacio vacío que sentía dentro de sí. Las notas y los ritmos lo ayudaban a mantener a raya los pensamientos intrusivos, pero esa mañana, todo parecía más difícil de bloquear. El mensaje anónimo con las fotos de él y Connor no dejaba de rondar en su cabeza. Las imágenes no tenían sentido, pero algo en ellas lo inquietaba profundamente. ¿Quién las había tomado? ¿Y por qué ellos?

Sus amigos estaban igual de preocupados. Se habían intercambiado mensajes durante la noche, especulando sobre lo que podría significar, pero no llegaron a ninguna conclusión. Sin embargo, Axel no podía concentrarse solo en eso. Había algo más enterrado en su mente, algo que llevaba cargando desde hacía años y que ahora empezaba a salir a la superficie: el recuerdo de su madre.

Era imposible escapar de esos pensamientos hoy. Mientras caminaba hacia el campus, sumido en la música, los recuerdos lo invadieron.

Flashback

Axel tenía nueve años. Era una tarde cálida y tranquila. Su madre, una mujer de cabello rubio que solía reír fácilmente, lo observaba jugar en el jardín trasero de su casa. Su padre no estaba en casa aquel día; últimamente, las discusiones entre sus padres habían sido más frecuentes, aunque Axel, a esa edad, no entendía del todo por qué.

— Mamá, mira esto. — Dijo Axel, mientras lanzaba la pelota al aire y la atrapaba de nuevo con torpeza.

Su madre sonrió, pero había algo triste en su expresión, algo que Axel notaba vagamente pero no podía comprender en ese momento. Se agachó, poniéndose a su altura.

— Cariño, necesito que seas fuerte, ¿sí? — Dijo su madre, su voz temblando ligeramente.

Axel la miró, sin comprender. Entonces, su madre lo abrazó con fuerza, como si intentara aferrarse a ese momento.

— Te amo, Axel. — Susurró ella. — No lo olvides nunca.

Y después, se levantó y se fue. Sin explicaciones. Sin promesas de regresar. Axel la vio caminar hacia la puerta principal de la casa, una maleta en la mano. Corrió tras ella, pero su padre apareció de repente, bloqueándole el paso, sus ojos llenos de furia contenida.

— Axel, quédate aquí. — Ordenó su padre, su tono más frío de lo que Axel había escuchado nunca.

Miró a su madre una última vez mientras ella subía a un taxi. Y así, sin despedirse realmente, su madre se marchó. Axel se quedó allí, en la puerta de su casa, con lágrimas silenciosas corriendo por su rostro, sin entender completamente lo que había sucedido. Esa fue la última vez que la vio.

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El presente lo sacudió cuando alguien lo empujó accidentalmente en el pasillo del campus. Axel volvió al presente, pero el eco de aquel recuerdo seguía con él. Llegó al aula donde se encontraría con Aiden, Ella, Sienna y Julian, aún con ese peso sobre los hombros. La vida había seguido adelante después de la partida de su madre, pero las cicatrices de ese abandono aún estaban allí, debajo de la superficie.

— Axel, ¿estás bien? — Preguntó Ella, notando su distracción. Él solo asintió, forzando una sonrisa. No era algo que quisiera discutir, al menos no ahora.

— He estado mejor, pero creo que todos estamos igual. — Respondió, intentando desviar la conversación hacia el mensaje anónimo.

— ¿Han averiguado algo más sobre Connor? — Preguntó Sienna, apoyándose en la mesa mientras revisaba su propio teléfono en busca de alguna actualización.

— Nada nuevo. — Dijo Aiden, cruzando los brazos. — Todo sigue igual de confuso. Estuve pensando... ¿y si esto es solo una especie de broma pesada?

— No creo que sea una broma. —Respondió Axel con firmeza. — ¿Quién se molestaría en seguirnos y tomar fotos tan específicas? Esto va más allá de una simple broma.

Julian permaneció en silencio, con los brazos cruzados. Desde el principio, él había sido el más reacio a involucrarse. No creía que fuera su problema, y menos aún algo de lo que deberían estar preocupándose.

— Estoy con Julian en esto. No creo que debamos meternos en todo este asunto. — Intervino Sienna, mirándolo de reojo. — No sabemos quién está detrás de esto ni qué quieren.

Axel suspiró, volviendo a sentir el peso de las dudas y los miedos. Había algo en todo esto que no podía sacarse de la cabeza, algo que le decía que debía seguir adelante y averiguar qué estaba pasando. Pero con todo lo que tenía en su mente, entre su propia vida y los fantasmas del pasado, se sentía abrumado.

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Más tarde, mientras el día transcurría, Axel volvió a encontrarse solo, caminando por el campus con sus auriculares nuevamente colocados. Esta vez no dejaba que la música lo distrajera completamente, sino que se sumergió en sus propios pensamientos. Recordó los pocos momentos en que se había cruzado con Connor Whright antes de que desapareciera.

Connor no era alguien con quien Axel hubiera tenido una amistad cercana, pero sí había coincidido con él en varias ocasiones. Recordaba la última vez que habían hablado, apenas una semana antes de la desaparición. Había sido una conversación breve en la biblioteca, donde Connor parecía nervioso, más distraído de lo normal.

— Oye, Axel.  — Le había dicho Connor, casi susurrando. — ¿Tienes un minuto?

— Claro, ¿qué pasa? — Preguntó Axel.

Connor miró alrededor como si estuviera asegurándose de que nadie más estuviera escuchando.

— ¿Has notado algo extraño últimamente? Como si... — Hizo una pausa, dudando. — Como si alguien estuviera observándonos.

Axel se quedó confundido por la pregunta, pero no pensó mucho en ella en ese momento. Había asumido que Connor estaba estresado por alguna otra cosa, tal vez los estudios o algo personal. Ahora, esas palabras resonaban con una nueva inquietud. Connor había percibido algo antes de desaparecer, y Axel lamentaba no haberle prestado más atención.

El día terminó con Axel tumbado en su cama, mirando el techo de su habitación. Las fotos, la desaparición de Connor, su madre… todo parecía entrelazarse en un nudo que no podía desatar. Los demás estaban preocupados, pero parecían dispuestos a seguir con sus vidas, a ignorar lo que no podían comprender. Pero Axel no podía hacer eso. Algo en su interior le decía que no podía dejarlo pasar.

El día a día continuaba, pero los pensamientos seguían ahí, persistentes y sombríos.

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